Lección 8: Libres para descansar | Descanso en Cristo | Escuela Sabática 3T 2021

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Lección 8: Libres para descansar | Descanso en Cristo | Escuela Sabática 3T 2021

Lección 8: Libres para descansar | Descanso en Cristo | Escuela Sabática 3T 2021

Lección 8: Para el 21 de agosto de 2021

LIBRES PARA DESCANSAR

 

Sábado 14 de agosto

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Marcos 2:1–12; 1 Reyes 18; 19:1–8; Mateo 5:1–3; Isaías 53:4–6; 2 Reyes 2:11.

PARA MEMORIZAR:
“Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” (Sal. 27:1).


Muchos de los que se encontraron con Jesús en su ministerio terrenal eran enfermos, a veces incluso enfermos terminales. Acudían en masa a Jesús en busca de salud y descanso de sus sufrimientos. Y siempre los obtuvieron.

A veces, Jesús solo decía una palabra, y se recuperaban por completo. A veces tocaba a los enfermos, y se sanaban milagrosamente. A veces los despedía, y la curación se producía yendo de camino. Jesús sanó a hombres, mujeres, niños, judíos, no judíos, ricos y pobres, y a gente sencilla. Los peores casos de lepra y ceguera no quedaban fuera de su alcance. Por cierto, incluso sanó a los que padecían la peor “enfermedad” de todas: la muerte.

Esta semana, analizamos dos ejemplos de curación muy diferentes. En uno, la persona estaba tan enferma que ni siquiera podía acercarse a Jesús por sus propios medios. Sus síntomas eran bien visibles para todos. En el otro caso, no había síntomas visibles ni obvios. En ambos casos, la sanidad llegó a la manera de Dios y a su tiempo.

Al explorar el tema del descanso del dolor y el sufrimiento, también consideraremos la pregunta que todos, en algún momento u otro de nuestra experiencia cristiana, nos hemos planteado: ¿Qué sucede cuando oramos por sanidad y no recibimos respuesta?

¿Cómo hallar descanso entonces?

 

Notas EGW
Sábado

Ya no trazamos un camino, ni procuramos hacer que el Señor cumpla nuestros deseos. Si la vida de los enfermos puede glorificarlo, oramos que vivan, pero no que se haga como nosotros queremos, sino como él quiere. Nuestra fe puede ser muy firme e implícita si rendimos nuestro deseo al Dios omnisapiente, y, sin ansiedad febril, con perfecta confianza, se lo consagramos todo a él. Tenemos la promesa. Sabemos que él nos oye si pedimos de acuerdo con su voluntad. Nuestras peticiones no deben cobrar forma de órdenes, sino de una intercesión para que él haga las cosas que deseamos que haga. Cuando la iglesia esté unida, tendrá fuerza y poder; pero cuando parte de sus miembros están unidos al mundo, y muchos están entregados a la avaricia, que Dios aborrece, poco puede hacer el Señor por ella. La incredulidad y el pecado nos apartan de Dios. Somos tan débiles que no podemos soportar mucha prosperidad espiritual; corremos el riesgo de atribuirnos la gloria y de considerar que nuestra bondad y justicia son los motivos de la señalada bendición de Dios, cuando todo se debe a la gran misericordia y al amor de nuestro compasivo Padre celestial, y no a cosa buena alguna que haya en nosotros (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 135).

Al orar por los enfermos, debe recordarse que “qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos”. Romanos 8:26. No sabemos si la bendición que deseamos será lo mejor o no. Por lo tanto, nuestras oraciones deben incluir este pensamiento: “Señor, tú conoces todo secreto del alma. Tú conoces a estas personas. Jesús, su Abogado, dio su vida por ellas. Su amor por ellas es mayor que el que podemos tenerles. Por lo tanto, si es para gloria tuya y para bien de los afligidos, pedimos, en el nombre de Jesús, que les sea devuelta la salud. Si no es tu voluntad que les sea devuelta, pedimos que tu gracia las consuele y tu presencia las sostenga en sus sufrimientos”.

Dios conoce el fin desde el principio. Conoce el corazón de todos los hombres. Lee todo secreto del alma. Él sabe si, en caso de serles concedida la vida, podrían o no soportar las pruebas que les sobrevendrían a aquellos para quienes se ora. Él sabe si su vida sería una bendición o una maldición para ellos mismos y el mundo. Esta es una de las razones porque, aunque presentemos nuestras peticiones con fervor, debamos decir: “Empero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Lucas 22:42. Jesús añadió estas palabras de sumisión a la sabiduría y voluntad de Dios cuando estaba en el huerto de Getsemaní y rogaba: “Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso”. Mateo 26:39. Y si eran apropiadas para él, el Hijo de Dios, ¡cuánto más han de convenir a los labios de los finitos y errantes mortales! (Obreros evangélicos, pp. 229, 230).

 

Domingo 15 de agosto

DESCANSO CURATIVO

Si hay un momento en el que necesitamos descansar, es cuando estamos enfermos. Necesitamos descanso físico para que nuestro cuerpo pueda reactivar el sistema inmunológico.

Y a menudo también necesitamos descanso mental. A veces simplemente son situaciones en las que no hay peligro de vida, como un resfriado o una migraña. Nos quedamos ahí y tratamos de no pensar en todo lo que deberíamos estar haciendo, pero no podemos.

A veces, cuando se trata de algo potencialmente mortal, nos desvelamos y nos preocupamos por los resultados de las pruebas médicas. Y luego muchas veces comenzamos a preguntarnos por qué. Ese estilo de vida poco saludable, ¿finalmente nos ha pasado factura? ¿Serán las drogas que tomamos hace veinte años? ¿Será el exceso de peso que hemos estado acarreando durante los últimos años? Dios ¿nos estará castigando por ese pecado secreto que nadie más conoce?

 

Lee Marcos 2:1 al 4. ¿Qué ocurre aquí?

Para el paralítico de esta historia, este era un caso obvio. En El Deseado de todas las gentes (pp. 232-237), captamos el trasfondo. El paralítico había hecho algunas cosas de las que no estaba muy orgulloso. Su vida pecaminosa le causó esta enfermedad, y los expertos espirituales trazaron una línea directa de causa a efecto. Había acarreado esta enfermedad sobre sí por sus pecados, y no había cura.

Esta actitud puede ser muy común. Al parecer, muchas veces nos obsesionamos con quién lo hizo. Si se ha cometido algún delito, alguien debe pagarlo. Si hay un accidente en alguna parte, hay que demandar a alguien. Pero, echar la culpa a alguien no produce sanidad ni plenitud en el enfermo.

El diseño original de Dios no incluía el dolor, la enfermedad ni el sufrimiento. La enfermedad llegó a este planeta solo con la entrada del pecado. Por eso, Dios nos da pautas de salud, para que podamos disfrutar de una mejor calidad de vida ahora. Pero, mientras estemos en este mundo enfermo de pecado, no habrá garantías de salud, aun cuando sigamos los principios de salud.

Lo bueno es que Dios puede darnos descanso, ya sea que estemos enfermos o sanos; ya sea que nuestra enfermedad sea resultado de nuestras propias acciones o del descuido de otra persona, de nuestros genes, o simplemente una consecuencia de vivir en este mundo pecaminoso.

 

■ Cuando alguien se enferma, no es bueno comenzar a culpar. Al mismo tiempo, ¿por qué entender la causa de una enfermedad puede ser, en algunos casos, un paso crucial hacia la curación y la recuperación?

 

Notas EGW
Domingo

Nuestro Señor Jesucristo vino a este mundo como siervo para suplir incansablemente la necesidad del hombre. “Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias” (Mateo 8:17), para atender a todo menester humano. Vino para quitar la carga de enfermedad, miseria y pecado. Era su misión ofrecer a los hombres completa restauración; vino para darles salud, paz y perfección de carácter.

Variadas eran las circunstancias y necesidades de los que suplicaban su ayuda, y ninguno de los que a él acudían quedaba sin socorro. De él fluía un caudal de poder curativo que sanaba de cuerpo, espíritu y alma a los hombres.

La obra del Salvador no se limitaba a tiempo ni lugar determinado. Su compasión no conocía límites… En toda ciudad, villa y aldea por do pasaba, ponía las manos sobre los pacientes y los sanaba. Doquiera hubiese corazones dispuestos a recibir su mensaje, los consolaba con la seguridad de que su Padre celestial los amaba (El ministerio de curación, p. 11).

Muchos de los que acudían a Cristo en busca de ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí, y sin embargo él no rehusaba sanarlos. Y cuando estas almas recibían la virtud de Cristo, reconocían su pecado, y muchos se curaban de su enfermedad espiritual al par que de sus males físicos.

Entre tales personas se hallaba el paralítico de Capernaum. Como el leproso, este paralítico había perdido toda esperanza de restablecimiento. Su dolencia era resultado de una vida pecaminosa, y el remordimiento amargaba su padecer. En vano había acudido a los fariseos y a los médicos en busca de alivio; le habían declarado incurable, y condenándole por pecador, habían afirmado que moriría bajo la ira de Dios…

Obtener alivio de su carga de pecado era su gran deseo. Anhelaba ver a Jesús, y recibir de él la seguridad del perdón y la paz con el cielo. Después estaría contento de vivir o morir, según la voluntad de Dios (El ministerio de curación, p. 49).

¿Por qué están los hombres tan poco dispuestos a confiar en Aquel que creó al hombre, y que puede por un toque, una palabra, una mirada, sanar toda enfermedad? ¿Quién es más digno de nuestra confianza que Aquel que hizo tan grande sacrificio para nuestra redención? Nuestro Señor nos ha dado instrucciones definidas por medio del apóstol Santiago, en cuanto a nuestro deber en caso de enfermedad. Cuando fracasa la ayuda humana, Dios será quien socorra a su pueblo. “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará”. Santiago 5:14, 15. Si los que profesan seguir a Cristo quisieran, con pureza de corazón, ejercitar… fe en la promesa de Dios… sentirían en su alma y cuerpo el poder vivificador del Espíritu Santo (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 183).

 

Lunes 16 de agosto

TRATAMIENTO DESDE LA RAÍZ

Habían bajado al paralítico ante la presencia de Jesús y todos los ojos estaban puestos en Jesús. ¿Decidiría sanar a un pecador ostensible? ¿Diría algo para reprender la enfermedad?

 

¿Qué hace Jesús para curar al paralítico? ¿Qué es lo primero que Jesús hace por él? Lee Marcos 2:5 al 12.

Como a menudo no nos damos cuenta de una enfermedad hasta que notamos los síntomas, muchas veces asumimos que la enfermedad simplemente son los síntomas. Creemos que deshacerse de los síntomas implica curarse. Jesús aborda la enfermedad de manera diferente. Él conoce la raíz de todo sufrimiento y enfermedad, y quiere tratar esto en primer lugar.

En el caso del paralítico, en lugar de tratar inmediatamente los efectos obvios de la enfermedad, Jesús va directo a la raíz de lo que más le molesta al hombre. El paralítico siente el peso de la culpa y la separación de Dios con más intensidad que su enfermedad. Y así, Jesús va directo a la raíz y primeramente le ofrece el perdón.

Los dirigentes religiosos se sorprenden cuando escuchan a Jesús pronunciar el perdón. En respuesta a sus acusaciones tácitas, Jesús plantea una pregunta.

 

Lee Marcos 2:8 y 9. ¿Qué desafío presenta Jesús a los escribas? ¿Cuál es el tema que aborda realmente?

Generalmente hablar es fácil, pero no cuando Dios habla. Por la poderosa palabra de Dios, todas las cosas llegaron a existir (Gén. 1). Aunque el perdón no es algo que se pueda ver, es costoso. El perdón le costó la vida al Hijo de Dios en la Cruz; todo lo demás es secundario. Para demostrar el poder y la realidad del perdón, Jesús decide curar al paralítico.

Dios anhela curarnos por dentro en primer lugar. Y luego, a veces, decide brindarnos sanidad física inmediata, como con el paralítico; o a veces tendremos que esperar a la mañana de la resurrección para experimentar la sanidad física. De cualquier manera, nuestro Salvador quiere que podamos descansar en la seguridad de su amor, su gracia y su perdón ahora mismo, incluso en medio de nuestro sufrimiento.

 

■ ¿Cómo podemos hallar descanso y paz, aunque no recibamos respuesta al orar por sanidad, al menos por ahora?

 

Notas EGW
Lunes

El Salvador miró el rostro entristecido del enfermo, y vio sus ojos implorantes fijos en él. Bien conocía el deseo de aquella alma agobiada. Era Cristo el que había llevado la convicción a la conciencia del enfermo, cuando estaba aún en casa. Cuando se arrepintió de sus pecados y creyó en el poder de Jesús para sanarle, la misericordia del Salvador bendijo su corazón. Jesús había visto el primer rayo de fe convertirse en la convicción de que él era el único auxiliador del pecador, y había visto crecer esa convicción con cada esfuerzo del paralítico por llegar a su presencia. Cristo era quien había atraído a sí mismo al que sufría. Y ahora, con palabras que eran como música para los oídos a los cuales eran destinadas, el Salvador dijo: “Confía, hijo; tus pecados te son perdonados”. Mateo 9:2.

La carga de culpa se desprende del alma del enfermo. Ya no puede dudar. Las palabras del Cristo manifiestan su poder para leer en el corazón. ¿Quién puede negar su poder de perdonar los pecados? La esperanza sucede a la desesperación, y el gozo a la tristeza deprimente. Ya desapareció el dolor físico, y todo el ser del enfermo está transformado. Sin pedir más, reposa silencioso y tranquilo, demasiado feliz para hablar (El ministerio de curación, pp. 50, 51).

El paralítico halló en Cristo curación, tanto para el alma como para el cuerpo. La curación espiritual fue seguida por la restauración física, Esta lección no debe ser pasada por alto. Hay hoy día miles que están sufriendo de enfermedad física y que, como el paralítico, están anhelando el mensaje: “Tus pecados te son perdonados”. La carga de pecado, con su intranquilidad y deseos no satisfechos es el fundamento de sus enfermedades. No pueden hallar alivio hasta que vengan al Médico del alma. La paz que él solo puede dar, impartiría vigor a la mente y salud al cuerpo.

Jesús vino para “deshacer las obras del diablo”. “En él estaba la vida”. y él dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Él es un “espíritu vivificante”. 1 Juan 3:8; Juan 1:4; 10:10; 1 Corintios 15:45. Y tiene todavía el mismo poder vivificante que, mientras estaba en la tierra, sanaba a los enfermos y perdonaba al pecador. Él “perdona todas tus iniquidades”. él “sana todas tus dolencias”. Salmo 103:3 (El Deseado de todas las gentes, pp. 235, 236).

Si consagramos nuestra vida al servicio de Dios, nunca podremos ser colocados en una situación para la cual Dios no haya hecho provisión. Cualquiera sea nuestra situación, tenemos un Guía que dirige nuestro camino; cualesquiera sean nuestras perplejidades, tenemos un seguro Consejero; sea cual fuere nuestra pena, desamparo o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros. Si en nuestra ignorancia, damos pasos equivocados, Cristo no nos abandona. Su voz, clara y distinta, nos dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Juan 14:6. “Él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien le socorra”. Salmo 72:12 (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 136, 137).

 

Martes 17 de agosto

HUIR

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad más común en todo el mundo, que afecta a más de trescientos millones de personas cada año, no siempre presenta síntomas visibles. La depresión es la principal causa de discapacidad en todo el mundo y es uno de los principales contribuyentes a la carga mundial de morbilidad.

Lamentablemente, no se habla de depresión con frecuencia en el cristianismo, por considerarla una señal de falta de fe. Después de todo, ¿no se supone que los cristianos siempre deben estar llenos de gozo y felicidad, y cosas por el estilo? Entonces, la depresión, ¿no es una señal de que algo anda mal en nuestra relación con Dios?

La mayoría sabe que esto no es cierto. Incluso los cristianos, los cristianos fieles, a veces pueden luchar contra la depresión, especialmente después de un hecho traumático, y esto no es una señal de falta de fe ni de confianza en Dios. Una vez más, uno puede leer los Salmos y ver el dolor, el sufrimiento y la angustia que sufrió el pueblo fiel de Dios.

A veces, la depresión se apodera de nosotros en forma lenta y silenciosa, y la reconocemos solo cuando se afianza y ejerce control. A veces ataca rápidamente, después de un acontecimiento físico o emocional especialmente agotador. Por ejemplo, el fiel profeta de Dios, Elías, estaba completamente agotado, emocional y físicamente, después del evento del Monte Carmelo.

 

En 1 Reyes 18, Elías acaba de ver el milagro del fuego de Dios que descendió del cielo. En respuesta a su oración, vio caer lluvia y poner fin a una sequía de tres años. ¿Por qué Elías sale huyendo en reacción a la amenaza de Jezabel? Lee 1 Reyes 19:1 al 5.

Elías ha tenido 24 horas muy agotadoras. Esta experiencia, junto con un brusco despertar y una amenaza de muerte, sirve como desencadenante de depresión para Elías.

Así que, Elías comienza a correr en un intento por escapar. A veces nosotros corremos al refrigerador y tratamos de recuperar la felicidad comiendo. A veces intentamos sosegar nuestro agotamiento emocional. A veces buscamos una nueva relación, trabajo o lugar en nuestro afán por escapar. Y a veces nos sumergimos en más trabajo, más fechas de entrega y reuniones, mientras nos concentramos en huir de algo sin nombre que agota nuestra alegría y nuestro descanso. Y, por supuesto, muchos utilizan “medicamentos” de algún que otro tipo en un intento de aliviar el dolor. Sin embargo, al final, estas cosas solo disfrazan los síntomas; no resuelven el problema y, a menudo, solo lo empeoran.

 

Notas EGW
Martes

Elías había… esperado que, después de esa manifestación del poder de Dios, Jezabel ya no influiría en el espíritu de Acab y que se produciría prestamente una reforma en todo Israel. Durante todo el día pasado en las alturas del Carmelo había trabajado sin alimentarse. Sin embargo, cuando guio el carro de Acab hasta la puerta de Jezreel, su valor era grande, a pesar del esfuerzo físico que había representado su labor.

Pero una reacción como la que con frecuencia sigue a los momentos de mucha fe y de glorioso éxito oprimía a Elías. Temía que la reforma iniciada en el Carmelo no durase; y la depresión se apoderó de él. Había sido exaltado a la cumbre de Pisga; ahora se hallaba en el valle. Mientras estaba bajo la inspiración del Todopoderoso, había soportado la prueba más severa de su fe; pero en el momento de desaliento, mientras repercutía en sus oídos la amenaza de Jezabel y Satanás prevalecía aparentemente en las maquinaciones de esa mujer impía, perdió su confianza en Dios. Había sido exaltado en forma desmedida, y la reacción fue tremenda. Olvidándose de Dios, Elías huyó hasta hallarse solo en un desierto deprimente… Fugitivo, alejado de las moradas de los hombres, con el ánimo abrumado por una amarga desilusión, deseaba no volver a ver rostro humano alguno. Por fin, completamente agotado, se durmió (Profetas y reyes, pp. 118, 119).

Seguid contemplando a Jesús, continuad orando con fe silenciosa, proseguid apoderándoos de su fuerza, ya sea que experimentéis algún sentimiento o no. Seguid avanzando sin vacilación, como si cada oración ofrecida hubiese sido colocada en el trono de Dios y contestada por Aquel cuyas promesas nunca fallan. Proseguid adelante, cantando y entonando melodías a Dios en vuestros corazones, aunque os encontréis deprimidos por una sensación de peso y de tristeza. Os digo como alguien que sabe, que la luz vendrá, que tendremos gozo y que la niebla y las nubes serán rechazadas…

Deberíamos dedicarnos cada día a Dios y creer que él acepta el sacrificio, sin examinar si acaso poseemos ese grado de sentimiento que pensamos debe corresponder con nuestra fe. El sentimiento y la fe son tan diferentes como lejano está el oriente del occidente. La fe no depende del sentimiento. Debemos implorar fervientemente a Dios y con fe, haya o no sentimiento, y luego debemos vivir de acuerdo con nuestras oraciones. La palabra de Dios constituye nuestra seguridad y evidencia, de modo que después de haber pedido debemos creer sin dudar (Mensajes selectos, t. 2, p. 278).

A todos nos tocan a veces momentos de intensa desilusión y profundo desaliento, días en que nos embarga la tristeza y es difícil creer que Dios sigue siendo el bondadoso benefactor de sus hijos terrenales; días en que las dificultades acosan al alma, en que la muerte parece preferible a la vida. Entonces es cuando muchos pierden su confianza en Dios y caen en la esclavitud de la duda y la servidumbre de la incredulidad. Si en tales momentos pudiésemos discernir con percepción espiritual el significado de las providencias de Dios, veríamos ángeles que procuran salvarnos de nosotros mismos y luchan para asentar nuestros pies en un fundamento más firme que las colinas eternas; y nuestro ser se compenetraría de una nueva fe y una nueva vida (Profetas y reyes, p. 119).


Miércoles 18 de agosto

DEMASIADO CANSADO PARA CORRER

Elías está demasiado cansado para seguir corriendo. Y entonces vuelve a orar. Esta oración es muy diferente de la oración llena de fe que Dios respondió en el Monte Carmelo (1 Rey. 18:36, 37). Esta es una oración de desesperación, simple y corta.

 

En 1 Reyes 19:4, Elías declara que no es mejor que sus padres. ¿De qué estaba hablando?

Cuando Elías finalmente se tranquiliza, la culpa se apodera de él. Se da cuenta de que su rápida huida se ha robado lo que podría haber sido una gran oportunidad para la reforma de Israel. Comprende que ha decepcionado a quienes lo necesitaban. Y no puede hacer nada al respecto. Por ende, en un doloroso momento de autorreflexión, conociendo muy bien la historia de su pueblo, se ve a sí mismo como lo que realmente es.

Eso puede ser una revelación dolorosa para cualquiera, ¿verdad? Es decir, vernos como somos realmente. Cuán agradecidos debemos estar por la promesa de que, por más pecaminosa que haya sido nuestra vida, en Cristo, Dios nos verá como ve a Jesús. ¿Qué mayor esperanza podemos tener que, mediante la fe, podamos reclamar la justicia de Cristo? (Ver Fil. 3:9.)

No obstante, la depresión tiene una manera de arrastrarnos a un oscuro torbellino de autoaversión. Y a veces empezamos a pensar que la muerte es la única salida.

Este parece ser el caso de Elías. Es demasiado para él. Dice: “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres” (1 Rey. 19:4). Lo bueno es que el gran Médico no condena a Elías. Dios comprende mejor que nosotros a qué nos enfrentamos mientras luchamos contra la depresión.

“Quizá no tengamos en el momento ninguna evidencia notable de que el rostro de nuestro Redentor se inclina hacia nosotros con compasión y amor; pero esto es así a pesar de todo. Quizá no sintamos su toque visible, pero su mano está sobre nosotros con amor y ternura compasiva” (CC 83). Dios sabe y entiende que “largo camino [nos] resta” (1 Rey. 19:7), pero a veces tiene que esperar hasta que dejemos de correr. Recién entonces puede intervenir.

A veces, aquellos que se están ahogando se confunden tanto que luchan contra un socorrista. El socorrista entonces tiene que retroceder y esperar para realizar el rescate hasta que la víctima realmente quede inconsciente.

 

■ ¿Qué esperanza y consuelo puedes encontrar en los siguientes textos: Salmo 34:18; Mateo 5:1-3; Salmo 73:26; Isaías 53:4-6?

 

Notas EGW
Miércoles

[H]ay consuelo para los que lloran en las pruebas y tristezas. La amargura del pesar y la humillación es mejor que la complacencia del pecado. Por la aflicción, Dios nos revela los puntos infectados de nuestro carácter, para que por su gracia podamos vencer nuestros defectos. Nos son revelados capítulos desconocidos con respecto a nosotros mismos, y nos llega la prueba que nos hará aceptar o rechazar la reprensión y el consejo de Dios. Cuando somos probados, no debemos agitarnos y quejarnos. No debemos rebelarnos, ni acongojarnos hasta escapar de la mano de Cristo. Debemos humillar nuestra alma delante de Dios. Los caminos del Señor son obscuros para aquel que desee ver las cosas desde un punto de vista agradable para sí mismo. Parecen sombríos y tristes para nuestra naturaleza humana; pero los caminos de Dios son caminos de misericordia, cuyo fin es la salvación. Elías no sabía lo que estaba haciendo cuando en el desierto dijo que estaba harto de la vida, y rogaba que se le dejase morir. En su misericordia, el Señor no hizo caso de sus palabras. A Elías le quedaba todavía una gran obra que hacer; y cuando su obra fuese hecha, no había de perecer en el desaliento y la soledad del desierto. No le tocaba descender al polvo de la muerte, sino ascender en gloria, con el convoy de carros celestiales, hasta el trono que está en las alturas.

Las palabras que Dios dirige a los tristes son: “Visto he sus caminos, y le sanaré, y le pastorearé, y daréle consolaciones, a él y a sus enlutados”. “Su lloro tornaré en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor”. Isaías 57:18; Jeremías 31:13 (El Deseado de todas las gentes, p. 268).

Todas las veces que uno está rodeado de nubes, perplejo por las circunstancias, o afligido por la pobreza o la desgracia, Satanás está cerca para tentar y molestar. Ataca nuestros puntos débiles del carácter. Busca sacudir nuestra confianza en Dios, quien sufre debido a que existe tal situación. Somos tentados a desconfiar de Dios, a objetar su amor. A menudo el tentador se nos acerca como lo hizo con Cristo, poniendo de manifiesto ante nosotros nuestras flaquezas y debilidades. Espera desanimar el alma y quebrantar nuestro apoyo en Dios. Entonces está seguro de su presa. Si lo enfrentásemos como Jesús lo hizo, escaparíamos a muchas derrotas. Al tratar con el enemigo, le damos la ventaja…

Jesús obtuvo la victoria por medio del sometimiento y la fe en Dios, y por eso mediante el apóstol nos dice, “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. Santiago 4:7. No podemos salvarnos a nosotros mismos del poder del tentador; él venció a la humanidad, y cuando nosotros tratamos de resistirle con nuestra propia fuerza caemos víctimas de sus designios; pero “torre fuerte es el nombre de Jehová: a él correrá el justo, y será levantado”. Proverbios 18:10. Satanás tiembla y huye delante del alma más débil que busca refugio en ese nombre poderoso (In Heavenly Places, p. 256; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 258).

 

Jueves 19 de agosto

DESCANSO Y MÁS

Dios sabe que Elías se cansó de tanto correr. Dios sabe que, más que estar físicamente cansado, Elías está emocionalmente agotado y carga con un tremendo peso de culpa. Como Jesús hizo con el paralítico muchos años después, Dios hace borrón y cuenta nueva, y le da descanso a Elías. Finalmente, este puede dormir bien y reanimarse.

Cabría esperar que este fuera el final de la historia; pero, no. El descanso de Dios no ocurre una sola vez. Entrar en el reposo de Dios tiene que ver con sanar; con desaprender lentamente los patrones de pensamiento negativos y los hábitos destructivos. Dios no cura precipitadamente.

 

Lee 1 Reyes 19:5 al 8. ¿A dónde va Elías ahora y por qué?

Después de descansar, Elías vuelve a correr. Pero esta vez Dios reorienta su marcha. Dios comprende que la vida en este mundo pecaminoso puede causar depresión. Él comprende nuestro impulso de “correr”, pero quiere redirigir nuestra marcha. En vez de todos los mecanismos autodestructivos de afrontamiento que probamos en ocasiones, quiere que corramos hacia él.

Y, una vez que empezamos a correr hacia él, quiere enseñarnos a escuchar el “silbo apacible y delicado” (1 Rey. 19:12) que nos dará descanso. Elías no tenía fuerzas para levantarse y hacer el viaje para encontrarse con Dios. Dios provee la energía para la reunión, y el Señor promete un mañana mejor.
Mientras Elías estaba acostado debajo de su enebro y deseaba morir, creía que sus mejores días habían quedado atrás.

 

Lee 1 Reyes 19:15 y 16; y 2 Reyes 2:11. ¿Qué le esperaba a Elías todavía?

Dios sabía que le esperaban días mejores a Elías. El profeta sanaría cuando aprendiera a regular su vida con los ritmos de Dios y a aceptar su descanso. Todavía quedaban reyes por ungir y un sucesor por elegir. Dios ya sabía acerca de Eliseo, que llegaría a ser tan unido como un hijo para Elías. Dios sabía que con fe Elías volvería a hacer descender fuego del cielo (2 Rey. 1:10). Para el profeta, no habría ninguna muerte desesperada bajo un enebro, sino más bien un paseo en carro de fuego hacia el descanso celestial.

 

■ ¿Qué podemos aprender de la historia de Elías? ¿Por qué, sin importar lo mal que nos sintamos, con el poder de Dios debemos tratar de no rendirnos?

 

Notas EGW
Jueves

Los que no han llevado responsabilidades pesadas, o que no han estado habituados a sentir profundo [celo por la causa de Dios], no pueden entender los sentimientos de Elías y no están en condiciones de prodigarle la compasiva ternura que él merece. Dios conoce y puede leer la dolorosa angustia del corazón bajo la tentación y el arduo conflicto.

Mientras Elías duerme bajo un enebro, un toque suave y una voz agradable lo despiertan. Se sobresalta inmediatamente aterrorizado, disponiéndose a huir, como si el enemigo que estaba en busca de su vida ciertamente lo hubiera encontrado. Pero en el rostro compasivo y lleno de amor que se inclina sobre él no ve la faz de un enemigo, sino la de un amigo. Un ángel ha sido enviado desde el Cielo con alimento para sustentar al fiel siervo de Dios… Elías fue fortalecido y prosiguió su camino a Horeb. Estaba en un desierto. Por la noche se alojó en una cueva para resguardarse de las bestias salvajes…

Elías, aunque un profeta de Dios, fue un hombre de pasiones semejantes a las nuestras. Tenemos que contender contra las debilidades de los sentimientos mortales. Pero si confiamos en Dios, él nunca nos desamparará ni dejará. Bajo todas las circunstancias podemos confiar firmemente en Dios de que él nunca nos dejará ni abandonará mientras preservemos nuestra integridad (Testimonios para la iglesia, pp. 321-323).

Muchas veces se solicitan oraciones por los afligidos, los tristes y los desalentados, y esto es correcto. Debemos orar porque Dios derrame luz en la mente entenebrecida, y consuele al corazón entristecido. Pero Dios responde a la oración hecha en favor de quienes se colocan en el canal de sus bendiciones. Al par que rogamos por estos afligidos, debemos animarlos a que hagan algo en auxilio de otros más necesitados que ellos. Las tinieblas se desvanecerán de sus corazones al procurar ayudar a otros. Al tratar de consolar a los demás con el consuelo que hemos recibido, la bendición refluye sobre nosotros (El ministerio de curación, p. 198).

No debes sucumbir al desaliento. El corazón débil será fortalecido; el abatido tendrá esperanza. Dios cuida tiernamente de su pueblo. Sus oídos están abiertos a su clamor. No tengo temores por la causa de Dios. Él cuidará de su causa. Nuestro deber es cumplir con nuestra parte, en nuestro lugar, y vivir… con humildad al pie de la cruz y ser fieles, viviendo píamente delante de él. Al hacerlo no seremos avergonzados, sino que nuestras almas confiarán en Dios con santa osadía…

Sabemos a quien hemos creído. No hemos trabajado ni corrido en vano. Jesús nos conoce… El día del ajuste de cuentas se aproxima y todos serán juzgados de acuerdo con las obras que se han hecho en el cuerpo…

Es cierto que el mundo está en tinieblas. La oposición puede acrecentarse. Los frívolos y los escarnecedores pueden envalentonarse y endurecerse en sus iniquidades. Pero nada de esto nos conmoverá. No hemos andado en la incertidumbre. No, no. Mi corazón está determinado en su confianza en Dios… Jesús dijo que él iría a prepararnos mansiones, para que donde él esté nosotros también podamos estar. Alabado sea Dios por esto. Mi corazón salta de alegría ante la gozosa perspectiva (Reflejemos a Jesús, p. 343).

 

Viernes 20 de agosto

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

“Con los continuos cambios de las circunstancias, se realizan cambios también en nuestra experiencia, y por ellos somos o exaltados o deprimidos. Pero el cambio de circunstancias no tiene el poder de cambiar la relación de Dios hacia nosotros. Él es el mismo ayer, y hoy y por los siglos, y nos pide que tengamos una confianza inquebrantable en su amor” (ELC 122).

“Sigan contemplando a Jesús, continúen orando con fe silenciosa, prosigan apoderándose de su fuerza, ya sea que experimenten algún sentimiento o no. Sigan avanzando sin vacilación, como si cada oración ofrecida hubiese sido colocada en el Trono de Dios y contestada por aquel cuyas promesas nunca fallan. Prosigan adelante, cantando y entonando melodías a Dios en vuestros corazones, aunque os encontréis deprimidos por una sensación de peso y de tristeza. Les digo, como alguien que sabe, que la luz vendrá, que tendremos gozo y que la niebla y las nubes serán rechazadas. Y así pasaremos del poder opresivo de las sombras y las tinieblas al sol brillante de su presencia” (MS 2:298)

 

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. A menudo es muy difícil ayudar a alguien que sufre de trastornos mentales o de depresión. ¿Cuál sería una buena estrategia para que tu iglesia aprenda a atender de manera más eficaz las necesidades de los afectados por la depresión?

2. Muchas veces nos esforzamos para ser abiertos y honestos ante Dios. Analicen algunos Salmos, y vean cuán abiertos y honestos fueron los autores bíblicos ante Dios. ¿Cómo podemos fomentar una atmósfera de franqueza y honestidad en nuestra congregación local?

3. Orar a veces es difícil cuando nos enfrentamos a la depresión. Analicen el poder de la oración intercesora en favor de quienes no pueden orar por sí mismos.

4. ¿Por qué es tan importante que recordemos que la fe no es un sentimiento? El hecho de que estemos deprimidos, desanimados, con miedo y preocupados no significa que nos falte fe o confianza en Dios. Solo significa que, por el momento, estamos deprimidos, desanimados, con miedo y preocupados, como todos, en algún momento u otro. ¿Cómo podemos asimilar que, en momentos como ese, es fundamental aferrarnos a la fe, sin importar cuán difícil pueda parecer?

5. ¿Qué gran esperanza puedes extraer de la historia del paralítico, especialmente si un estilo de vida pecaminoso te ha acarreado enfermedades y dolencias?

 

Notas EGW
Viernes

Mi vida hoy, 22 de junio, “La alegría hermosea el rostro”, p. 182;
Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 2, pp. 1028, 1029.

 

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Lección 8

EL SÁBADO ENSEÑARÉ...

Parte I: RESEÑA

Hay dos historias principales que estudiaremos esta semana: la historia del Nuevo Testamento sobre la curación del paralítico y la historia de Elías en el Antiguo Testamento. Aunque estas historias tuvieron lugar en tiempos y lugares muy diferentes, y en diferentes circunstancias, se complementan mutuamente.
En la curación del paralítico, Jesús genera un conflicto antes de curar su enfermedad física, al declarar que los pecados del hombre le son perdonados. Este es un acto intencional de Cristo. La enfermedad del alma de este hombre era mayor que la aflicción de su cuerpo. Estaba sufriendo bajo una carga de culpa y vergüenza debido a su estilo de vida pecaminoso en el pasado. Si Cristo le hubiera sanado solo el cuerpo, la curación habría sido incompleta.
Elías, por otro lado, era un comprometido siervo de Dios. Había testificado fielmente de su Señor durante una época de profunda apostasía en Israel. Después de haber hecho matar a los profetas de Baal en el monte Carmelo, estaba exhausto por todo aquel episodio y, ante las amenazas de Jezabel de quitarle la vida, se desanimó. Dios lo buscó y suplió sus necesidades.


Parte II: COMENTARIO

La historia de la curación del paralítico en Marcos 2:1 al 12 responde algunas de nuestras preguntas más profundas acerca de las curaciones milagrosas, y nos enseña valiosas ideas sobre nuestro crecimiento en Cristo. Una de las primeras cosas que notamos es que el paralítico no viene a Cristo por sí solo: sus amigos lo llevan a Jesús. Cuatro hombres lo llevaron en camilla. Evidentemente, habían oído hablar del poder sanador de Cristo y creían que él podía curar a su amigo. Estos amigos fueron persistentes. Cuando no pudieron acercarse a Jesús debido a la multitud, dice el Evangelio de Marcos, “descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mar. 2:4, 5). Hay lecciones espirituales profundas en estas pocas palabras. Los amigos de este hombre estaban preocupados por él.
El Nuevo Testamento contiene aproximadamente treinta relatos diferentes de los milagros curativos de Jesús. En dos tercios de estas historias, alguien trae a otro a Jesús. A menudo, se produce una curación física, mental, emocional o espiritual en la vida de otra persona porque alguien se preocupa lo suficiente como para atender sus necesidades en el nombre de Jesús. ¿Notaste las palabras “al ver Jesús la fe de ellos” en Marcos 2:5? Esto es fascinante. La fe es algo que ves, no es algo intangible. Siempre se revela en acciones. En este caso, Jesús honró la fe de los amigos de este hombre. Podemos ser los agentes sanadores de Jesús al conducir a otros a Jesús.

Jesús nunca está demasiado ocupado
El otro aspecto significativo de esta historia es que Jesús tuvo tiempo para este hombre. No consideró que su presencia fuera una interrupción. Nunca hay un momento en que Jesús esté demasiado ocupado para satisfacer nuestras necesidades. Mientras miraba a esta pobre víctima, Jesús reconoció de inmediato los problemas más profundos. Como resultado, no comenzó por sanar al hombre físicamente; sabía que la necesidad más profunda del hombre enfermo era la sanidad espiritual. En este caso, el hombre había contraído la enfermedad por su estilo de vida pecaminoso. Estaba lleno de culpa, que destruía su sistema inmunológico y arruinaba su salud. Esto es una realidad para decenas de personas cuyos cuerpos sufren bajo la carga de la culpa.
Elena de White hace este perspicaz comentario: “El paralítico halló en Cristo sanidad, tanto para el alma como para el cuerpo. La curación espiritual fue seguida por la restauración física. Esta lección no debe ser pasada por alto. Hay hoy día miles que están sufriendo de enfermedad física y que, como el paralítico, están anhelando el mensaje: ‘Tus pecados te son perdonados’. La carga de pecado, con su intranquilidad y deseos no satisfechos, es el fundamento de sus enfermedades. No pueden hallar alivio hasta que vengan al Sanador del alma. La paz que él solo puede dar, impartirá vigor a la mente y salud al cuerpo” (DTG 235).

Sanado de adentro hacia afuera
Jesús sabía que, a menos que se ocupara de la causa subyacente de la enfermedad en vez de sanar solo el cuerpo del paralítico, el hombre pronto volvería a enfermarse. “Las penas, la ansiedad, el descontento, el remordimiento, la culpa y la desconfianza, todo tiende a menoscabar las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte” (MC 185). Bíblicamente, la sanidad siempre incluye a la persona en su totalidad e implica la restauración a la imagen de Dios. El pecado destruye. Impacta a toda la persona en todas las dimensiones de la vida. Jesús sanó a este hombre de adentro hacia afuera. La curación interna preparó el camino para la curación externa. Este hombre se había acarreado la enfermedad, y si Cristo simplemente hubiera sanado su cuerpo, lo más probable era que habría vuelto a una vida de pecado. Evidentemente, debió haber sentido la convicción de pecado y el deseo de ir a Cristo durante algún tiempo. El Espíritu Santo lo había estado atrayendo hacia el Salvador. Ahora, en presencia de Cristo, se levantó de su lecho de enfermedad a una nueva vida.

La causa fundamental de la enfermedad
Vivimos en un mundo destrozado. Por lo tanto, las enfermedades y las dolencias son comunes. La raíz de todas las enfermedades es el pecado. Esto no significa que todo el que se enferma haya pecado. Simplemente, significa que la causa subyacente de las enfermedades y las dolencias, a la luz del gran conflicto entre el bien y el mal, es la rebelión de Lucifer en el cielo y la caída de Adán y Eva en el Jardín del Edén. Jesús es el restaurador de la salud y Satanás es el destructor de la salud.
El tema de la enfermedad es complejo. Gran parte de las enfermedades se deben a nuestras decisiones personales relacionadas con el estilo de vida. Esta es precisamente la razón por la que Dios ha dado a la Iglesia Adventista del Séptimo Día el mensaje de salud. Estos principios de salud divinamente inspirados nos ayudan a reducir el riesgo de enfermarnos, pero no eliminan la posibilidad de enfermarnos. Las causas de la enfermedad son variadas. Nuestra genética y el medio ambiente juegan un papel en la determinación de nuestros resultados en materia de salud. A veces, las decisiones de los demás afectan seriamente nuestra propia salud. Los accidentes son a menudo cosas que no podemos controlar, pero sí podemos controlar nuestras decisiones. Mientras más decisiones positivas tomemos, más probabilidades habrá de que gocemos de salud y vivamos la vida abundante que ofrece Cristo. Comprender la causa de la enfermedad también nos permite cooperar con Cristo en el proceso de curación.

El ministerio médico de Jesús en la vida de Elías
Considera el caso de Elías. Aquí hay un hombre de excelente carácter, con una fe implícita en el poder de Dios. Durante los tres años y medio de hambruna, confió en Dios para su sustento. Dios nunca lo defraudó. Dios guio a Elías para que bebiera en el arroyo de Querit, los cuervos lo alimentaran y una humilde viuda de Sarepta lo sustentara. Su fe era sólida. Por la fe desafió a los profetas de Baal en el monte Carmelo. Allí, experimentó el poder milagroso de Dios. Propuso una prueba para demostrar el poder del Dios verdadero. Los profetas de Baal vociferaron, gritaron y clamaron a sus dioses paganos, pero no pasó absolutamente nada. Elías derramó agua sobre el altar, buscó a Dios con fervor, y descendió fuego del cielo que consumió el altar. Poco después de los tres años y medio de sequía, cayó la lluvia. Por orden de Dios, Elías participó en el exterminio de los profetas de Baal. ¡Qué hombre de fe, valor y firmeza! Pensarías que nada podría hacer temblar su fe. Pero, algo sucedió.
Cuando Acab le contó a Jezabel los acontecimientos del día, ella amenazó con quitar la vida a Elías (1 Rey. 19:1, 2). El valiente Elías, que había estado en el monte Carmelo ante los profetas de Baal, huyó rápidamente ante la amenaza de una reina malvada. Cansado, agotado y exhausto, deseó morir. Encontró reposo cuando estaba tendido y desanimado debajo de un enebro. Allí, desanimado y solo, durmió Elías hasta que un ángel lo despertó, le preparó una comida, le dio un poco de agua para beber y lo animó para que volviera a dormirse. Esto sucedió dos veces, y con la fuerza de esa comida, bebida y descanso, Elías viajó durante cuarenta días.
Aquí tenemos algunas lecciones vitales. Incluso el pueblo de Dios se desanima a veces. Elías pronto sería trasladado sin ver la muerte, pero él también tuvo sus momentos difíciles. Observa cómo Dios afrontó la decepción de Elías. No le predicó un sermón. No lo instó a tener más fe ni a orar más. Nuestro bondadoso Señor le proporcionó a Elías una buena comida saludable, agua refrescante y una buena noche de descanso. A veces, lo mejor que podemos hacer por un amigo que está desanimado es estar allí, para animarlo y satisfacer sus necesidades.


Parte III: APLICACIÓN A LA VIDA

Es extremadamente importante que no juzguemos a las personas cuando están enfermas. Aunque la enfermedad puede ser el resultado de una mala decisión en su estilo de vida, no siempre es así. Aunque las enfermedades y las dolencias en ocasiones son el resultado de las decisiones personales de una persona, el ejemplo de Jesús revela cómo tratar a los que sufren. No significaba nada para Jesús el hecho de que el paralítico hubiera vivido una vida de pecado. El Salvador fue llamado a atender las necesidades de todas las personas, y nosotros también. Los amigos traen a sus amigos a Jesús. Mientras oramos con fe por los enfermos, Jesús obrará milagros. A veces habrá milagros de curación instantánea; otras veces, la curación será gradual; y a veces, aquellos por quienes oramos morirán y descansarán en Jesús hasta la gloriosa resurrección en la segunda venida de Jesús. La palabra de Cristo nos da la seguridad de que podemos descansar en su amor porque, por su gracia, la curación es segura. El único interrogante es el momento. ¿Será instantáneo, gradual o en la resurrección?
Hay ocasiones, como en el caso de Elías, en las que lo mejor que podemos hacer por alguien que sufre de desánimo o depresión es estar allí para satisfacer sus necesidades. Esta preocupación amorosa puede ser decisiva. En tus oraciones privadas de esta semana, pide a Dios que te impresione para interceder por alguien que sabes que está sufriendo una enfermedad específica. Si es posible, visita a esa persona y fíjate si tiene alguna necesidad específica que puedas atender. Serás muy bendecido al servir como lo hizo Jesús, y esta persona también.

 

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2013,21,4to Trimestre 2014,24,4to Trimestre 2015,34,4to Trimestre 2016,37,4to Trimestre 2017,46,4to Trimestre 2018,67,4to Trimestre 2019,80,4to Trimestre 2020,31,4to Trimestre 2021,94,4to Trimestre 2022,77,4to Trimestre 2023,95,4to Trimestre 2024,75,Acción Joven,39,Acción Solidaria Adventista,9,Actividades Bíblicas,5,Actividades para niños,23,Administrador,7,Adoración en Familia,7,Adoración Infantil,14,Adventist Academy,1,Adventist World,80,AFAM,23,Alejandro Bullón,104,Alfredo Padilla,18,Alumnos,6,Amazing Facts,9,Amigos de Esperanza,3,Ancianos,16,Ancianos de Iglesia,98,Andy Esqueche,1,Aniversario,1,Aniversario de Escuela Sabática,6,Aniversario ES,2,ANoP,2,Anthony Araujo,1,Año Bíblico,10,APCSur,4,Apocalipsis,10,Apps,1,Aquí entre nos,9,ASA,12,Asociación Metropolitana,12,Asociación Ministerial,9,Aspirante,2,Atlas Bíblico,1,Audio,14,AudioLibro,11,Auxiliar,12,Auxiliar Cuna,8,Auxiliar de ES,31,Auxiliar de Maestros,42,Auxiliar Fe Real,8,Auxiliar Infantes,8,Auxiliar Intermediarios,10,Auxiliar 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Sabática,1,Infografías para Escuela Sabática,10,Infolección,9,Informe Misionero Mundial,117,Inglés,1,Intermediarios,291,Intermediarios A 1T,13,Intermediarios A 2T,13,Intermediarios A 3T,13,Intermediarios A 4T,13,Intermediarios B 1T,13,Intermediarios B 2T,13,Intermediarios B 3T,13,Intermediarios B 4T,13,Intermediarios C 1T,13,Intermediarios C 2T,13,Intermediarios C 3T,13,Intermediarios C 4T,13,Intermediarios D 1T,13,Intermediarios D 2T,13,Intermediarios D 3T,14,Intermediarios D 4T,13,JA,1,Jeremías,2,Jesús restaurador de la vida,8,Joab Antesana,8,Job,5,Joel Flores,11,Jonathan Gallagher,37,Jóvenes Adventista,14,Juan Choque,1,Juveniles,274,Juveniles A 1T,13,Juveniles A 2T,13,Juveniles A 3T,14,Juveniles A 4T,13,Juveniles B 1T,13,Juveniles B 2T,13,Juveniles B 3T,13,Juveniles B 4T,13,Juveniles C 1T,13,Juveniles C 2T,13,Juveniles C 3T,13,Juveniles C 4T,13,Juveniles D 1T,13,Juveniles D 2T,13,Juveniles D 3T,13,Juveniles D 4T,13,Karaokes,6,La Biblia en Audio,2,La Biblia Ilustrada,3,La Biblia 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Recursos de Esperanza: Lección 8: Libres para descansar | Descanso en Cristo | Escuela Sabática 3T 2021
Lección 8: Libres para descansar | Descanso en Cristo | Escuela Sabática 3T 2021
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