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Intermediarios | Lección 8: ¿De parte de quién estás? | 2do Trimestre 2022 | Año C

Intermediarios | Lección 8: ¿De parte de quién estás? | 2do Trimestre 2022 | Año C

Lección 8 de Intermediarios

¿DE PARTE DE QUIÉN ESTÁS

 

¿Es siempre divertido formar parte del equipo ganador? En las escuelas, el capitán del equipo suele ser la persona que elige a los jugadores. Siempre hay uno o dos muchachos a quienes todos quieren en su equipo, y también hay algunos a quienes nadie quiere. ¿Cómo sería si tú pudieras elegir de qué lado quisieras jugar?


Texto y clase de referencias:
Josué 23 y 24. Patriarcas y profetas, pp. 559-563.
Versículo para memorizar:
“Elijan ustedes mismos a quiénes van a servir [...]. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor” (Josué 24:15).
Mensaje:
Adoramos a Dios cuando elegimos obedecerle cada día.

 

Los israelitas se estaban estableciendo en sus nuevos hogares en la Tierra Prometida. Su amado dirigente, Josué, había servido fielmente bajo Moisés durante todos los años que habían pasado en el desierto. Después Dios lo había elegido para que estableciera al pueblo en el nuevo territorio.

Josué era uno de los únicos dos adultos que habían vivido durante todo el éxodo desde Egipto hasta Canaán, la Tierra Prometida. Ahora estaba cerca del final de su vida y quería hablar al pueblo por última vez. La gente comenzó a llegar a Siquem en el día señalado. Se reunieron para escuchar las palabras de su líder que tenía 110 años. Josué se levantó trabajosamente para hablar. Sus palabras estaban llenas de bondad y autoridad. Comenzó refiriéndose a la historia del pueblo de Israel, comenzando con Taré, padre de Abraham; les habló de la elección de Abraham y de cómo Dios lo había guiado a él y luego a sus descendientes hasta Canaán, hasta ese mismo día. Cuando Josué comenzó a referirles los acontecimientos del éxodo de Egipto, los israelitas recordaron que los habían escuchado de sus padres y abuelos. Eran historias que Josué mismo había vivido. Les recordó uno por uno todos los días que Dios los había guiado. Pero también les recordó todas las veces que ellos y sus padres se habían quejado y se habían rebelado contra las sencillas instrucciones de Dios.

Josué les recordó finalmente que ahora vivían en ciudades que no habían necesitado edificar. Estaban comiendo aceitunas y uvas de huertos y viñas que no habían plantado. ¡En qué forma admirable Dios había cumplido todas las promesas que les había hecho.

Josué estaba llegando al final de su discurso. “Por lo tanto, ahora ustedes entréguense al Señor y sírvanle fielmente. Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraron al otro lado del río Éufrates y en Egipto, y sirvan sólo al Señor. Pero si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor ”.


La gente aplaudía y exclamaba: “No serviremos a otros dioses Nuestro Dios es grandioso. Él nos ha librado y nosotros le serviremos”. La gente continuó aplaudiendo y voitoreando durante un buen rato.

Josué contempló con amor y compasión al pueblo. Era verdad que habían honrado bastante bien a Dios mientras él había sido su líder. Pero ahora que no estaba lejos de su muerte, estaba preocupado. Era fácil prometer que obedecerían a Dios, pero podía ser mucho más difícil elegir servirlo y honrarlo cada día, hasta en las cosas y las decisiones más pequeñas.

—Ustedes no pueden servirle con su propio poder —les advirtió Josué.

—¡Pero lo haremos! —exclamaron todos.

—Ustedes son testigos de su propia promesa —dijo Josué con tristeza.

—Sí —aseguró el pueblo—. Nosotros somos testigos.

—Entonces —respondió Josué—, desháganse de sus ídolos; entreguen sus corazones a Dios. Esta es la única forma como pueden hacerlo.

—Serviremos a Jehová nuestro Dios y le obedeceremos —contestó el pueblo con entusiasmo. Josué se dedicó a su ultima tarea: poner por escrito todo lo que Dios deseaba que el pueblo recordara después de su promesa de servirle cada día. Escribió todo en el Libro de la Ley de Dios. Puso también una piedra grande debajo del encino, como recordativo para el pueblo de lo que le habían prometido a Dios ese día.

Imagina a un muchacho que caminaba entre su padre y su madre mientras se dirigían hacia su nuevo hogar en las colinas arboladas.

—¿De qué ídolos dice Josué que debemos librarnos? —le pregunta a su padre—. En casa no tenemos imágenes de animales o de otros dioses.

—No creo que esa sea la única clase de ídolos de la que hablaba nuestro líder —replicó el padre pensativamente—. Me parece que se refería a cualquier cosa que estorbe nuestra decisición de elegir a Dios como nuestra primera prioridad de cada día.

—Yo también estoy de acuerdo —dijo el hijo.

Aunque el muchacho está triste porque el gran líder está llegando al final de su vida, se siente feliz porque su familia ha elegido servir y honrar a Dios.

 

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Dios les bendiga!!!

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