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Intermediarios | Lección 4: ¡Estoy impaciente por contarlo! | 2do Trimestre 2022 | Año C

Lección 4 de Intermediarios

TITULO

 

¿Has tenido alguna vez noticias importantes para compartir con otros? ¿A quién quisieras contarle primero?


Texto y clase de referencias:
Mateo 28:1-10; Lucas 24:13-35; El Deseado de todas las gentes, pp. 725-737.
Versículo para memorizar:
“—No tengan miedo —les dijo Jesús—. Vayan a decirles a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y allí me verán” (Mateo 28:10).
Mensaje:
Creer que Jesús murió por nosotros es tan emocionante que deseamos contárselo a los demás.

 

Los soldados estaban sentados cerca de la entrada del sepulcro. Esa noche había sido larga y fría. Habían tenido que trabajar juntos para empujar la pesada piedra hasta la entrada del sepulcro.

Después la habían asegurado con cuerdas. Por qué los sacerdotes temían que alguien viniera a llevarse el cuerpo de Jesús, era algo que ellos no comprendían.

Estaban agradecidos porque el cielo se estaba aclarando. Pronto amanecería y su deber estaría terminado.

Repentinamente la tierra comenzó a temblar. Vieron una luz más brillante que la del sol. Los soldados retrocedieron aterrorizados. Vieron a un ángel que quitaba la enorme piedra sin esfuerzo alguno. Jesús salió del sepulcro refulgente con la gloria del cielo. Era el mismo Hombre que habían puesto en la tumba el viernes pero había algo diferente.

Este Jesús era un Jesús triunfante, victorioso, y no un Jesús “criminal”, apaleado y herido. ¡Jesús estaba vivo otra vez! Los soldados cayeron desmayados. Cuando recuperaron el conocimiento, todo estaba en tinieblas y tranquilo. Se levantaron y corrieron hacia Jerusalén. A todos iban dando la noticia de que Jesús había resucitado. 

Poco después dos mujeres fueron a la tumba. Querían ungír el cuerpo de Jesús con aceites aromáticos y especias, porque así era la costumbre de los judíos. No hubo tiempo de hacerlo el viernes antes de la puesta del sol. Todavía no sabían cómo quitarían la piedra que cubría la entrada del sepulcro. Se detuvieron sobresaltadas cuando se acercaron al sepulcro, porque vieron que la piedra había sido quitada. ¿Se habrán llevado a Jesús? ¿Qué habrá sucedido? De pronto vieron a un ángel rodeado de intensa luz. Las dos mujeres atemorizadas y temblando por el ser tan brillante no pudieron moverse ni hablar. El ángel sonrió y dijo:

—No teman. Jesús vive. Vayan y digan a los discípulos que se encontrará con ellos en Galilea.

Las mujeres estaban emocionadas. Ahora temblaban de alegría. Mientras se apresuraban a regresar a Jerusalén, repentinamente se encontraron con Jesús.

Las mujeres cayeron de rodillas y le adoraron. Jesús les dijo:

—No teman. Vayan y digan a mis hermanos que se dirijan a Galilea donde nos encontraremos.

Las mujeres se apresuraron a dar las maravillosas nuevas a los discípulos.


Más tarde ese día, dos seguidores de Jesús regresaban a sus hogares en Emaús. Habían escuchado lo que decían las dos mujeres. Deseaban creer las noticias, pero pensaban en que ellas podían estar confundidas. Había sido un fin de semana muy triste y les había causado mucha ansiedad. Iban tan concentrados en su conversación, que no advirtieron la presencia de un desconocido que caminaba a su lado. Cuando les preguntó cuál era el tema de su conversación, se detuvieron bruscamente y preguntaron sorprendidos:

—¿Eres tú la única persona que no está enterada de lo que ha sucedido en Jerusalén este fin de semana?

Le contaron al desconocido acerca de Jesús, cómo había muerto y que ellos creían que era el Mesías. Finalmente mencionaron los rumores acerca de su resurrección.

El Desconocido sacudió la cabeza y replicó: —¡Oh, cuán lentos son ustedes! ¿No saben lo qu
e los profetas dijeron? ¿No creen en ellos?

El Forastero comenzó a explicarles lo que estaba escrito desde los libros de Moisés en adelante acerca de Jesús, y cómo los acontecimientos del fin de semana habían cumplido todo lo que habían dicho los profetas.

El viaje ya no resultó largo ni cansador para los dos viajeros; sintieron que habían llegado a Emaús demasiado rápido. El Forastero dio muestras de querer continuar su viaje, pero los discípulos lo invitaron a que cenara con ellos. Cuando pidió la bendición sobre los alimentos, lo miraron con más atención. Vieron sus manos con las cicatrices de los clavos. De pronto comprendieron que era Jesús quien estaba con ellos. Pero él repentinamente desapareció. Permanecieron sentados por un momento, sin decir nada.

—Debiéramos haber sabido que era Jesús —dijeron—, por su manera de explicar las Escrituras.

Repentinamente ya no sentían hambre. No les importó que afuera estuviera oscuro ni que fuera peligroso viajar durante la noche. ¡Tenían que viajar de regreso a Jerusalén! Para decir a los discípulos que era verdad que Jesús había resucitado.

 

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Dios les bendiga!!!

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