Lección 8 de Intermediarios
LÁZARO Y UNA PROMESA DE RESURRECCIÓN
¿Has oído hablar de un hombre de la ciudad de Nueva York que ofreció venderle el puente Brooklyn a un turista rico? Cuando el turista no pudo decidir si lo compraba o no, ¡le añadió el Titanic al negocio! Por supuesto, esta fue una broma. De la misma manera, algunos incrédulos dicen que la resurrección es también una broma. Pero esto no es lo que demuestra la resurrección de Lázaro.
Juan 11:1- 44; 1 Tesalonicenses 4:13-18; El Deseado de todas las gentes, pp. 489-493.
“El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16).
Jesús nos da una nueva vida hoy y por la eternidad.
María se arrodilló frente a Jesús sollozando. Las plañideras que la seguían lloraban también. Una gran tristeza embargó al Maestro, y comenzó a llorar. Lloraba por esas hermanas que no entendían lo que estaba a punto de hacer. Lloraba por las personas de todos los lugares, del pasado, del presente y del futuro, que gimen y se enlutan. Lloraba por los incrédulos fariseos que pretendían formar parte de la familia doliente, pero que tramarían un plan para matarlo a él y a Lázaro, recién resucitado. Jesús veía claramente que su rechazo les aseguraba la muerte eterna después del juicio final. Por eso lloró.
—¡Miren cuánto lo amaba! —murmuró uno de los líderes judíos, pensando que Jesús estaba tan solo extrañando a su amigo.
Entonces Jesús se puso de pie y se dirigió a la tumba. Se paró frente a la cueva donde el cuerpo de Lázaro había estado sepultado durante cuatro días. Hacía pocas horas que había anunciado que era “la resurrección y la vida”. Y con el mismo aliento había manifestado que todo el que cree en él, vivirá, aunque esté muerto. Estaba preparando a la gente para el milagro que iba a realizar.
Mirando a la expectante multitud que ya se había reunido, vemos al lado de Jesús a las dos hermanas tristes, María y Marta. Alrededor de ellos estaban los discípulos. Los familiares tristes y los orgullosos fariseos rodeaban al grupo. Confiadamente, Jesús esperaba el momento para resucitar a su amigo, pero las lágrimas y los lamentos ocupaban el centro de atención.
De pronto las plañideras se callaron mientras la multitud contemplaba a Jesús.
—Retiren la piedra —dijo.
Marta abrió la boca asombrada; sus ojos se ensancharon de horror.
—¡No! —exclamó—. ¡Lleva cuatro días ahí dentro! ¡Imagina el olor!
La idea de exponer un cuerpo descompuesto a la vista de todos era una humillación para Marta. Por un momento su orgullo se interpuso en el camino de la bendición que más deseaba.
—¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —le recordó Jesús gentilmente.
Entonces retiraron la piedra. Y Jesús elevó su mirada hacia Dios:
—Padre —dijo—, gracias por escucharme. Tú siempre escuchas, pero quiero que esta gente crea.
Los fariseos, que estaban parados al pie de la tumba, habían acusado a Jesús de usar el poder de Satanás para curar. Además, no creían que Jesús fuera el Hijo de Dios. Esta resurrección probaría que su poder no era un engaño.
Todos podían sentir aquella atmósfera gélida y silenciosa. Nadie dudaba de que Lázaro en realidad estuviera muerto. Nadie movía el menor músculo. Entonces Jesús permaneció erguido, su rostro resplandeció con una luz proveniente del cielo.
—¡Lázaro, ven fuera! —dijo en voz alta.
La multitud esperaba conteniendo el aliento, sin querer perder ningún detalle. Un estremecimiento de vida sacudió al cuerpo que estaba en la cueva. De pronto Lázaro se paró en la puerta de la tumba, amortajado de pies a cabeza.
—¡Desátenlo! —ordenó Jesús, dando la oportunidad de que participaran los curiosos.
Después de que le quitaran las gasas, Lázaro apareció fuerte y saludable, y mientras contemplaba los ojos de su Señor y amigo, se sonrió. De pronto la multitud explotó en júbilo. Las hermanas le dieron gracias a Jesús y comenzaron a recibir las felicitaciones de sus amistades. Luego Jesús desapareció discretamente. Cuando comenzaron a buscar al dador de la vida, ya estaba lejos.
¿Es la resurrección un engaño? Así como es seguro que Lázaro resucitó de los muertos, y que Jesús murió y resucitó, en ese mismo Jesús tenemos la resurrección y la vida, y la tenemos ahora.
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Dios les bendiga!!!
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