Lección 10 de Intermediarios
SACERDOTES PROBLEMÁTICOS
¿Has tenido alguna vez la tentación de no ponerte de pie cuando es el momento de cantar los himnos en la iglesia? ¿Te es difícil mantener los ojos cerrados durante la oración? ¿Has impedido que alguien pueda escuchar lo que está diciendo el predicador? ¿De qué manera? ¿De qué modo tus elecciones afectan tu capacidad de ofrecer una verdadera adoración a Dios?
1 Samuel 2:12-36; Patriarcas y profetas, pp. 614-619.
“Son perros de voraz apetito; nunca parecen saciarse. Son pastores sin discernimiento; cada uno anda por su propio camino. Todos sin excepción, procuran su propia ganancia” (Isaías 56:11).
Adoramos a Dios cuando centramos nuestra vida en él y en su poder.
Elí vio que un hombre se acercaba prestamente a donde él estaba. Y mientras se aproximaba podía ver que las venas de su frente se ensanchaban y que había una mirada de enojo en su rostro.
Elí respiró profundamente y se preparó para hacer frente a las malas noticias que seguramente vendrían.
—¡Tus hijos no tienen ningún derecho de ser sacerdotes! —comenzó el hombre bastante molesto.
Bien sabía Elí que sus hijos, siendo sacerdotes, no respetaban las cosas sagradas del tabernáculo, ni tampoco respetaban a Dios. Elí había descuidado la educación de sus hijos.
El hombre continuó:
—Ninguno de los sacerdotes está contento con los trozos de carne que Dios nos ha dicho que les demos; pues aun toman una porción mayor de carne que la nuestra. Pero tus hijos… —el hombre hizo una prolongada pausa, y mirando a Elí continuó—: ¡Tus hijos envían a sus siervos a buscar la grosura antes que haya sido ofrecida al Señor como porción suya! Los siervos demandan la carne cruda para que los sacerdotes la asen. ¡Y si protestamos y les decimos que debemos esperar hasta que la grosura sea ofrecida al Señor, nos amenazan, diciendo que se llevarán la carne a la fuerza!
Elí cerró los ojos y permaneció en silencio por un momento. El hombre tenía razón. Ofni y Finees no debían ser sacerdotes. Abusaban de su puesto y robaban al pueblo. No les importaba el Dios a quien estaban sirviendo. Elí lo sabía muy bien, y en lo más profundo de su corazón comprendía que no le estaba rindiendo respeto a Dios al permitir que sus hijos continuaran sirviendo como sacerdotes. Pero, ¿qué podría hacer? Lentamente abrió los ojos.
—Hablaré con ellos —le prometió.
—¡Todavía no he terminado! —repuso el hombre—. Se oye decir también, en el pueblo, que tus hijos duermen con las mujeres que sirven en la entrada del tabernáculo.
El hombre que había llegado a hablar con Elí continuó por otros cinco minutos, así que Elí ya estaba preparando el discurso que les daría a sus hijos al día siguiente. Ofni y Finees no pensaban en los demás, sino en sí mismos. Se habían olvidado quiénes eran y por qué estaban en el tabernáculo. Los levitas eran personas especiales, apartadas para servir a Dios. Solo un grupo selecto podía acercarse a la presencia de Dios, pero a los hijos de Elí no les importaba eso. No adoraban a Dios más de lo que se adoraban a ellos mismos.
Por fin, el disgustado israelita terminó su queja y se fue. Elí respiró profundamente. Últimamente parecía hacer eso más a menudo. Al levantarse de su asiento, salió a buscar a sus hijos. Si ellos se preocuparan por los asuntos espirituales como lo hacía el muchacho Samuel, todo sería distinto.
—¿Por qué hacen tales cosas? —preguntó Elí a Ofni y Finees—. He escuchado por boca del pueblo acerca de su comportamiento y actitudes perversas.
Elí continuó tratando de aconsejar a sus hijos, y procurando que se efectuara en ellos un cambio. Pero fue como si hablara a las piedras. Sus hijos no estaban interesados en escuchar lo que su padre les decía. Llegaban demasiado tarde esos sermones.
Otro día Dios envió a otro hombre a visitar a Elí. Este hombre traía un mensaje de Dios. “¿No hablé con tus antepasados en una forma especial cuando vivían en Egipto? Yo escogí a tu tribu para que ocupara un lugar especial en mi comunidad. Solo tu gente puede acercarse al altar y ofrecerme sacrificios. ¿Por qué me has demostrado tan poco respeto al permitir que tus perversos hijos se honren a sí mismos más de lo que me honran a mí? Ellos toman ventaja de mi pueblo y se quedan con la porción mayor de cada sacrificio”.
Los ojos de Elí parecían salirse de sus órbitas, y se desplomó en la banca. El mensajero continuó. Le dijo que la familia de Elí no volvería a servir a Dios en calidad de sacerdotes. Las responsabilidades les serían quitadas por su descuido y por su falta de respeto a Dios. Y los descendientes de Elí no serían bendecidos con largas vidas. Ofni y Finees iban a morir, y los dos murieron el mismo día, por su desacato contra el Señor.
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Dios les bendiga!!!
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