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Primarios | Lección 10: El juicio de Jesús | 1er Trimestre 2023 | Año D

Lección 10 de Primarios

EL JUICIO DE JESÚS

 

Elena tenía cuatro años y vivía juntamente con su familia en África, en donde eran misioneros. Cierto día Elena enfermó gravemente y murió. Toda su familia amaba y servía a Dios. No se merecían esta tristeza tan grande. Pero por causa del pecado, aun las personas buenas sufren. En nuestra historia bíblica de hoy aprenderemos que Jesús sufrió terriblemente aun cuando no lo merecía. ¿Por qué sufrió Jesús? Por los pecados del mundo.


Texto y clase de referencias:
Mateo 26:57-27:11-14; Marcos 14:53-15:5; Lucas 22:54-23:12; Juan 18:22-38; El Deseado de todas las gentes, pp. 647-662; 671-680.
Versículo para memorizar:
“Él fue traspasado por nuestras rebeliones... y gracias a sus heridas fuimos sanados” (Isaías 53:5, NVI).
Mensaje:
Le doy gracias a Jesús por estar dispuesto a sufrir por mí.

 

Cuando Jesús fue arrestado en el jardín del Getsemaní, todos los discípulos huyeron apresuradamente. La turba siguió a los soldados al descender del monte. Era como un desfile del mal, con antorchas encendidas que iluminaban el camino.

Juan observaba esa procesión que avanzaba cruzando el arroyo. “¿Qué es lo que estoy haciendo?”, se preguntaba a sí mismo Juan. “Debería seguir a la turba para saber lo que va a pasar con Jesús. Juan y Pedro siguieron a la multitud hacia la casa de Anás y luego hasta el palacio de Caifás, el sumo sacerdote.

Cuando llegaron al palacio de Caifás, los sacerdotes dejaron entrar a Juan porque lo conocían. Juan volteó hacia atrás y pudo ver a Pedro que caminaba cerca de la puerta. Pedro se escondió afuera en la oscuridad. No quería que la gente lo viera allí. Juan se regresó y le dijo a la mujer que cuidaba la puerta. “Por favor, deja entrar a mi amigo”. La mujer lo dejó entrar.

Pero ella siguió observando a Pedro mientras se acercaba al fuego encendido dentro del patio. Finalmente le preguntó: “¿No eres acaso uno de sus discípulos?”

“¡Oh... no!”, respondió Pedro, mientras se volvía para calentarse cerca del fuego.


Justamente entonces Jesús fue conducido hasta un gran pórtico cerca del patio donde se encontraban los discípulos. Juan se abrió camino para colocarse tan cerca de Jesús como pudiera. El rostro de Jesús estaba herido y caminaba lentamente, como si le doliera todo el cuerpo. Caifás comenzó a preguntarle acerca de su doctrina y de lo que creía, aun cuando ya lo sabía.

Jesús le dijo: “Siempre he hablado abiertamente. Tu gente me conoce bien”. Un fornido guardia se molestó con la respuesta de Jesús y le dio una fuerte bofetada. Jesús estaba sangrando y sentía mucho dolor. Sin embargo, se quedó firme, erguido como un rey.

Pedro estaba en problemas. Varias veces se le escapaban malas palabras.

Seguían interrogando una y otra vez a Jesús. Pedro hizo juramentos, negando a Jesús. Hacía muchos años que no hablaba de esa manera. Entonces cantó un gallo. Pedro había negado tres veces que conocía a Jesús. Cuando alzó la vista notó que Jesús lo miraba. Pero no había enojo ni reproche en su mirada, solamente amor. Entonces Pedro salió apresuradamente por la puerta del patio.

El juicio continuó aún. Caifás le dirigió a Jesús otra pregunta. Jesús contestó tranquilamente: “Tú lo haz dicho. Yo soy el Hijo de Dios”.

Caifás de levantó de su trono dorado. “¡Basta!”, gritó fuera de sí. “¡Jesús dice que él es como Dios!” Estaba tan enojado, que rasgó su hermoso manto de sacerdote desde arriba hasta abajo.

Algunos que observaron esta escena, pensaron: “Esto es contra la ley. El sumo sacerdote debe morir si desgarra su manto. ¡Van a matar a Caifás!”

Pero la turba no estaba prestando atención a Caifás. Todos estaban demasiado ocupados gritando: “¡Que muera Jesús! ¡Que muera Jesús! ¡Llévenlo a Pilato! ¡Que muera!” La turba empujaba y golpeaba a Jesús. Los soldados trataban de alejar a los agresores. Nuevos hilos de sangre fluían empapando el manto de Jesús. Unos soldados corrieron y sujetando a Jesús lo quitaron de enmedio de la turba. Los soldados romanos formaron un círculo en torno a Jesús y lo llevaron apresuradamente al palacio de Pilato.

En el espacio de unas cuantas horas, Jesús era llevado de Herodes a Pilato y de Pilato a Herodes. Mientras tanto recibía toda suerte de golpes, burlas e injurias. ¡Cuánto sufrimiento! Pero Jesús lo sufrió todo voluntariamente por causa de su amor por cada uno de nosotros. Amor por toda la humanidad creada. Amor por ti y por mí. ¿Ya le diste gracias hoy por su gran amor?

 

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Dios les bendiga!!!

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