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Primarios | Lección 7: A salvo en la tormenta | 1er Trimestre 2023 | Año D

Lección 7 de Primarios

A SALVO EN LA TORMENTA

 

Juanita y sus papás se encontraban en un lago dentro de su canoa. De pronto aparecieron unas nubes negras. Comenzó a llover y el viento empezó a soplar fuertemente. Rugían los truenos y los relámpagos iluminaban el cielo. Juanita estaba muy asustada. Sus padres remaban tan rápido como podían hacia la orilla del lago. Jesús y sus discípulos también sufrieron una tormenta en un lago. Vamos a leer su historia.


Texto y clase de referencias:
Mateo 8:23-27; Marcos 4: 35-41; Lucas 8: 22-25; El Deseado de todas las gentes, pp. 300-304.
Versículo para memorizar:
“La paz les dejo; mi paz les doy... No se angustien ni se acobarden” (Juan 14:27, NVI).
Mensaje:
Jesús me va a ayudar cuando esté en problemas.

 

Jesús había estado enseñando y predicando durante todo el día. Se había hecho de noche y todavía había muchas personas que deseaban estar cerca de él. Jesús había trabajado durante largas horas por muchos días y casi no había tomado tiempo para comer o descansar. Estaba completamente agotado.

En derredor del lago todo estaba en calma. Los pueblos que rodeaban el lago eran pequeños y tranquilos. Jesús pensó que sería un buen lugar para ir a descansar. Se volvió a la multitud y les dijo: “Creo que todos tenemos necesidad de descansar un poco. Hemos pasado un buen día, pero ahora es tiempo de descansar”. Y le sonrió al niño que seguramente tenía a su lado.

Dirigiéndose a sus discípulos, Jesús les preguntó: “¿Están listos, amigos míos?”. Los discípulos asintieron con la cabeza y se subieron al barco.

Al alejarse el bote de la orilla, muchas personas subieron a otros pequeños botes de pesca que estaban anclados en la orilla. Querían estar con Jesús cada momento que pudieran.

Jesús se sentía feliz de poder descansar un poco. Se recostó en la parte trasera de la embarcación. El sonido rítmico de las olas le ayudó a Jesús a quedarse dormido. En los otros pequeños botes, la gente hablaba de lo que había pasado durante el día y gozaba de la frescura del anochecer.

Algunos de los discípulos habían sido pescadores en este mismo lago. Les gustaba escuchar los sonidos de la noche y sentir la fresca brisa. Pero de pronto cambió la dirección del viento como sucede a veces en el lago de Galilea. Los discípulos observaron el cielo. “Tal vez venga una tormenta”, dijo un experimentado pescador.

“Eso parece que va a pasar”, añadió otro. Revisaron bien los remos y pusieron al viento las velas mientras el viento rugía descendiendo por las montañas.

Las tormentas se presentaban repentinamente algunas veces y eso es lo que estaba pasando ahora. El cielo se iluminaba con los relámpagos y los truenos los ensordecían. Pronto se levantaban grandes olas que se estrellaban contra la embarcación. Los discípulos tenían que gritar para escucharse unos a otros. “¿Dónde está el balde?”, gritó uno de ellos, buscando en la oscuridad. “¡Hay que achicar el agua!”, gritaba otro.


Los discípulos, que eran pescadores, sabían bien todos los detalles de la pesca y la navegación. Sabían todo acerca de barcos y tormentas. ¡Pero no sabían qué hacer! Estaban más que asustados. ¡Estaban aterrorizados! De ponto alguien se acordó de Jesús. “¡Jesús! ¡Jesús!”, le gritaron. Los pescadores habían tratado de hacer con todas sus fuerzas todo lo que los buenos pescadores hacen en medio de una tormenta, pero se habían olvidado de Jesús. Un luminoso relámpago cruzó el cielo y con ello vieron la figura de Jesús, que todavía estaba durmiendo. ¡Durmiendo! “¡Despierta, Jesús! ¡Sálvanos! ¡Vamos a hundirnos!”, gritaban asustados.

Jesús se levantó en medio del barco tambaleante. Contempló las caras asustadas de sus discípulos.

Estaban mojados, cansados y sin esperanza. Jesús alzó las manos. “¡Cálmense!”, ordenó a los vientos. Inmediatamente cesó la tormenta. No hubo más relámpagos y se tranquilizaron las olas.

“¿Por qué estaban temerosos?”, les preguntó Jesús a sus discípulos. “¿Dónde está su fe?”

La tormenta había acercado muchas de las pequeñas embarcaciones y ahora cada persona en cada una de las barcas miraba asombrada a Jesús. ¡Jesús no tenía miedo! ¡Ni siquiera un poco! El temor se alejó de la mente de todas las personas. Ahora todos comenzaron a hablar en voz baja acerca de Jesús. “¿Qué clase de hombre es éste? “¡Aun el viento y las olas lo obedecen!”

Jesús está con nosotros hoy y siempre. Él sabe lo que necesitamos y cuidará de nosotros a dondequiera que vayamos y en cualquier cosa que hagamos.

 

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Dios les bendiga!!!

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