Lección 7 de Intermediarios
LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS
¿Has estado alguna vez en una experiencia de adoración donde cientos, tal vez miles, de personas están adorando y alabando a Dios? De alguna forma cada uno estaba adorando activamente. ¿No fue maravilloso? Si no has tenido esa experiencia, escucha lo que sucedió cuando Jesús entró a Jerusalén.
Mateo 21:1-11;
El Deseado de todas las gentes, cap. 63, pp. 537-546.
“Tanto la gente que iba delante de él como la que iba detrás, gritaba: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”
(Mateo 21:9).
Podemos adorar en forma activa.
Había un extraño aire de entusiasmo en el ambiente. Juan lo captó sin dificultad. Miró a la multitud de gente que se apretujaba siguiendo a Jesús. Era una muchedumbre más grande que de costumbre, probablemente porque era el tiempo de la Pascua, y todos los que podían ir, iban en camino hacia Jerusalén.
Juan miró el rostro de Jesús. Se preguntaba si el Maestro sentía el mismo entusiasmo. Jesús le sonrió también.
—Escucha —dijo Jesús quedamente—, hay algo que quiero que hagas por mí. Tú y Tadeo vayan a la aldea de Betfagué. Verán una asna atada y un burrito con ella. Desátenlos y tráiganmelos.
Juan estaba confundido. Jesús continuó con sus instrucciones.
—Si alguien les dice algo, díganle que el Señor los necesita, pero que pronto los devolverá.
Pensamientos extraños comenzaron a circular rápidamente por la mente de Juan. Esta era la primera vez que escuchaba a Jesús refiriéndose a sí mismo como “Señor”. Recordó la famosa profecía que había escuchado siempre desde que era un niño. “¡Alégrate mucho hija de Sión! [...] Mira, tu rey viene hacia ti,[...] humilde. Viene montado en un asno, en un pollino, cría de asna”. ¿Estaba Jesús alistándose para proclamarse a sí mismo Rey de los judíos? ¿Podía ser este el día que la nación entera de Israel había estado esperando? ¡Si así fuera, seguramente Jesús le daría una posición extremadamente importante en su nuevo reino! Hasta los dedos de los pies de Juan le cosquilleaban por la emoción que sentía.
Juan miró a su alrededor y divisó a Tadeo. Se abrió paso en medio de la multitud y le dio un toquecito en el hombro.
—El Maestro tiene un trabajo para nosotros —le susurró.
Juan y Tadeo doblaron en la calle principal y se dirigieron hacia la aldea.
—¿Dices que sólo dijo que tomáramos la asna y su burrito? —preguntó Tadeo—. ¿Que solamente los tomemos y ni siquiera pidamos permiso?
—¡Sí! —respondió Juan asintiendo con la cabeza mientras caminaba—. Eso fue lo que dijo. Como sabes, esa es la forma en que los reyes hacen las cosas. Ellos tienen la autoridad de tomar cualquier cosa que necesiten o deseen. ¡Creo que Jesús va a anunciar su reinado hoy! ¡Creo que realmente lo hará!
—¡Entonces espero que estés en lo cierto! —exclamó Tadeo con desconfianza.
Cuando regresaron a donde Jesús estaba esperando, la multitud había aumentado mucho y estaba aún más entusiasmada. Juan miró a Tadeo.
—¿Ves lo que quiero decir? —Su mirada parecía decir: “Va a suceder algo importante”.
Juan y Tadeo tendieron su manto sobre el burrito. No sería apropiado para el Maestro cabalgar sobre el burro descubierto. Juan deseaba haber tenido el tiempo para preparar algo más elegante. ¡Si solamente hubiera sabido! o La gente en la multitud también comenzó a desprenderse de sus mantos y tenderlos en la calle para que Jesús pasara sobre ellos. Otros tomaban ramas de las palmeras y las tiraban al suelo. La multitud comenzó a gritar:
¡Hosanna! ¡Hosanna! ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el
nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!”
Juan miró a su alrededor más cautelosamente. Se sorprendió al reconocer a tanta gente. Vio a gente que Jesús había liberado de los demonios, gente que había sanado de toda clase de enfermedades como la ceguera, la lepra y muchas más. Vio gente que Jesús había resucitado. Y todos, tantos como él podía ver, estaban gritando o saltando de alegría. ¡Fue una entrada triunfal de un Rey a su ciudad!
Juan se henchía de orgullo. Finalmente la gente estaba viendo a Jesús por lo
que realmente era. El Mesías, el Rey de los Judíos. Los pies de Juan también
saltaban. Echó la cabeza hacia atrás para reír con más ganas. Estaba lleno de
energía, alegría, y expectativas. Estiró los brazos al aire. “¡Hosanna!”,
gritó junto con la multitud. “¡Hosanna! ¡Hosanna! ¡Hosanna!”.
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Dios les bendiga!!!
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