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Intermediarios | Lección 8: Vistiendo la armadura de Dios | 2do Trimestre 2025 | Año B

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Intermediarios | Lección 8: Vistiendo la armadura de Dios | 2do Trimestre | Año B

Lección 8 de Intermediarios

VISTIENDO LA ARMADURA DE DIOS

 

¿Te has sentido alguna vez como si Satanás hubiera encontrado exactamente con qué tentarte para separarte de Dios? ¿Cómo te puedes mantener firme contra estos constantes ataques? Imaginemos que puedes escuchar la clase de Biblia del Sr. Andrews y escucha lo que él tiene que decir acerca del tema.


Texto y clase de referencias:
Efesios 6:10-18;
Hechos de los apóstoles, cap. 48, p. 369
Versículo para memorizar:
“Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza”
(Efesios 6:13).
Mensaje:
Adoramos a Dios cuando nos ponemos su “armadura”.

 

—¿Qué es eso? —preguntó Tomás.

—¿A qué se parece? —preguntó el maestro.

Tomás decidió no correr el riesgo. No intentó dar alguna respuesta inteligente.

—No sé —dijo.

El maestro terminó su dibujo en el pizarrón.

Colocó la tiza sobre el escritorio y se limpió las manos.

—¿Alguien sabe qué clase de animal es este? —preguntó.

—¿Un renacuajo? —sugirió Mariana.

—¿Una lagartija? —preguntó Mateo.

—Mejor es que los saque de su duda —contestó el maestro—. Ustedes saben que no soy el mejor artista del mundo. Es un animal que ustedes nunca han visto antes —dijo a la clase sonriendo—. Es una tortuga sin el caparazón.

—Me pregunto por qué no pensé en eso —pensó Tomás en voz alta.

Los alumnos se rieron.

—Está bien —dijo el maestro volviendo al asunto—, así que nunca han visto una tortuga sin su caparazón. ¿Por qué no?

—¡Una tortuga no puede vivir sin su caparazón! —exclamó Mariana.

—Por supuesto que no puede —estuvo de acuerdo el maestro—. Una tortuga es un animal muy frágil. Es lenta. Es indefensa. Depende completamente de su caparazón para su protección y preservación.

El maestro hizo una pausa y miró alrededor de la clase.

—Y eso nos lleva a la lección bíblica de hoy —dijo—. Los cristianos se parecen mucho a la tortuga.


Tomás y Mateo se miraron.

El maestro abrió su Biblia. Comenzó a leer. “Pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir todas las estrategias y trucos del diablo”.

El Sr. Andrews levantó la vista.

—¿Alguien recuerda lo que dice la Biblia acerca del diablo? Él anda alrededor como un...

—¡Yo sé! ¡Yo sé! —dijo Mateo mientras agitaba la mano levantada—. ¡Como un león rugiente, buscando a quien devorar!

—Es cierto —dijo el maestro—. Ciertamente eso pinta un cuadro mental, ¿no es cierto? Ahora escuchen el resto de esta sección. “Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales”. ¿Qué clase de cuadro presenta esto?

—Suena aterrador. Creo que significa que el diablo y sus ángeles son mucho más fuertes que nosotros —contestó Tomás lentamente—. Nunca había pensado en eso. ¿Es cierto? 

—Eso es lo que la Biblia nos dice—respondió el Maestro—. Nos dice que nosotros estamos en desigualdad de fuerzas con el diablo. Somos como la tortuguita sin su caparazón.

—¡Pero Dios nos da una armadura! —intervino Mariana—. El nos da protección.

—¡Es cierto! —respondió el maestro—. Y la armadura de Dios nos cubre a todos. Nos da el casco de salvación para cubrir la cabeza. Nos da su justicia como coraza para nuestro cuerpo. Nos da la verdad como cinturón de seguridad. Hasta protege nuestros pies con el calzado del evangelio de paz. No deja ninguna parte de nuestro cuerpo expuesta al peligro.

—Busquen en Efesios 6 para encontrar lo que nos da como escudo.

—¡Lo tengo! —dijo Tomás—. “En toda batalla se necesita fe como escudo para detener las furiosas flechas dirigidas contra ti por Satanás” —leyó.

—Eso quiere decir que Satanás nos está lanzando flechas encendidas —hizo notar el maestro—. No dice que quizás lo haga; dice que lo está haciendo. Pero Dios nos da un escudo para protegernos. Algo así como una doble protección entre nuestro enemigo y nosotros. Un escudo y una armadura.

¡Piensen cuán terrible sería la vida si no tuviéramos la armadura de Dios!

—No tendríamos ninguna probabilidad de ganar contra del diablo —dijo Mariana—. Mi papá dice que el diablo quiere destruir a tanta gente como sea posible.

—Eso es cierto —dijo el maestro—. Y esto es lo que deseo que recuerden. Estamos en guerra. Si Dios nos dejara abandonados, con nuestras propias fuerzas y poder, seríamos absolutamente perdedores en la batalla contra el diablo. No hay duda al respecto. Pero cuando estamos protegidos por la armadura que Dios provee, seremos absolutamente ganadores. Siempre. Sin duda alguna. Porque él ya ha ganado la batalla.

—Lee la parte que sigue —interrumpió Mateo—. Dice:

“Ora siempre y en toda ocasión en el poder del Espíritu Santo”.

El profesor miró complacido a Mateo.

—¡Eso es! ¡Lo entendiste!Miró a la clase. Extendió los brazos dramáticamente.

—¡Esa es la clave, mis pequeñas tortugas! —dijo—. Orar, orar, orar!

Y nunca salgan de sus caparazones.

 

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Dios les bendiga!!!

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