Lección 3 de Intermediarios
SORPRESA AL AMANECER
¿Cuándo has estado tan ansioso por compartir una noticia que a duras penas puedes esperar el momento de hacerlo? ¿Era esta noticia acerca de Jesús?
Imagina, mientras lees, las buenas noticias que los primeros cristianos estaban ansiosos de compartir con otros.
Lucas 24:1-12;
El Deseado de todas las gentes, caps. 80, 81, 82;
pp. 727-758.
“ ’No está aquí; ¡ha resucitado!’ [...] Al regresar del sepulcro, les contaron todas estas cosas a los once y a todos los demás”
(Lucas 24:6, 9).
Podemos compartir nuestra esperanza de vida eterna porque Jesús resucitó.
Pablo estaba sentado junto a la ventana, esperando el amanecer.
—¿Sabes algo? —dijo suavemente—, me imagino que era alrededor de esta hora del
día cuando las mujeres que seguían a Jesús se dirigieron a la tumba.
Seguramente el huerto aún estaba en calma y el horizonte se tornaba lentamente
más claro.
El fiel secretario de Pablo se encontraba sentado en un duro banco de madera. Esperó a que Pablo continuara. Le encantaba escuchar las historias de Pablo y la forma en que explicaba las cosas. Disfrutaba escribiendo las cartas que Pablo enviaba a los grupos de cristianos esparcidos por diversos lugares.
—Pobres mujeres —continuó Pablo—. ¡Deben haber estado muy agobiadas con su aflicción y quebranto! Algunas me contaron que después de que bajaron al Señor de la cruz, ellas lo siguieron y vieron la tumba donde colocaron su cuerpo. Luego fueron a sus hogares y prepararon las especias y los ungüentos para embalsamarlo. Pero eso les llevó mucho tiempo y cuando terminaron ya era sábado. Por eso descansaron ese día, pero estaban tan ansiosas de regresar a la tumba para ungir su cuerpo, que se levantaron antes de que el sol saliera.
—Probablemente iban llorando por todo el camino hasta la tumba —dijo Pablo mirando a su secretario con una sonrisa—. Y cuando llegaron y encontraron que la piedra que cubría la entrada había sido removida, no podían imaginar lo que había sucedido.
El secretario de Pablo le devolvió la sonrisa. Esta era su historia favorita. Nunca se cansaba de escucharla. Cerró los ojos y trató de imaginar la escena en su mente. Casi podía ver a las mujeres. Con muestras de lágrimas en las mejillas, frotándose los ojos con incredulidad, llenas de asombro, cuando de repente dos ángeles se les aparecieron. ¡Qué maravilloso ver a los ángeles!
Pablo miró fijamente a través de la ventana, pensando profundamente. El secretario esperó con paciencia.
—¡Esa tiene que haber sido una misión que los ángeles realizaron con gusto! El viernes las mujeres habían observado la horrible escena. Vieron que el Hijo de Dios era ejecutado por hombres malvados. Pienso que nunca habían imaginado que pudiera sucederle semejante cosa a su amado Jesús. Pero ahora sabían que había resucitado. Creo que deben haber estado totalmente rebosantes de emoción con las buenas noticias y desesperadas por contarlas a los demás. ¿Recuerdas lo que dijeron las mujeres que hicieron entonces? —preguntó Pablo.
—Ellas recordaron que Jesús les había dicho que resucitaría al tercer día —contestó el secretario moviendo la cabeza afirmativamente—. Y de pronto pensaron que podría ser cierto, por lo que regresaron corriendo para contarles a los discípulos lo que habían visto y oído.
—Exactamente —exclamó Pablo—. Y esa es la clave. Eso es lo que deseo fervientemente que el mundo pueda comprender. Que Cristo murió por nuestros pecados y que resucitó de la tumba. ¡Y porque él resucitó, nosotros también podemos tener vida eterna! Por eso trabajo mucho. Por eso viajo a lugares lejanos. No puedo dejar de correr para esparcir las buenas noticias así como lo hicieron las mujeres que vieron la tumba vacía!
Pablo sonrió mientras se alejaba de la ventana.
—Porque por la muerte de Cristo somos libertados, eso es, nuestros pecados son perdonados. Entonces se volvió para mirar a su secretario.
—¿Puedes pensar en algo más maravilloso? ¡Él murió por nosotros! ¡Pagó por
nuestros pecados y nos perdonó! ¡Nos ha dado vida eterna! ¡Mi corazón está tan
lleno de gratitud que a veces siento como si
fuera a explotar!
El secretario se levantó. Caminó por la habitación hasta llegar a la ventana y asomó su cabeza. Entonces, respiró profundamente la dulce brisa mañanera y preguntó:
—¿Está listo para continuar el trabajo de su carta a los cristianos corintios, señor?
Pabló estiró sus piernas y llevó sus brazos a la espalda. Estaba un poco tenso esta mañana. Dirigió la vista al impaciente rostro de su secretario y dijo con entusiasmo:
—¡Sí!, comencemos.
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Dios les bendiga!!!
muy bueno este folleto tanyo para maestros como alumnos.
ResponderBorrarles felicito a todospor este foleto virtual :)
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