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Intermediarios | Lección 12: Aceite ilimitado | 2do Trimestre 2025 | Año B

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Lección 12 de Intermediarios

ACEITE ILIMITADO

 

¿Qué regalo de cumpleaños o Navidad deseabas aunque sabías que no lo ibas a recibir? ¿Cómo te sentiste cuando pensaste en pedir a tus padres ese regalo? ¿Lo recibiste?


Texto y clase de referencias:
2 Reyes 4:1-7
Versículo para memorizar:
“Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús”
(Filipenses 4:19).
Mensaje:
La provisión de la gracia de Dios nunca se termina.

 

Eliseo se pasaba los dedos por los cabellos para peinarlos. Se preguntaba quién llamaba a su puerta tan temprano en la mañana. Abrió la pesada puerta que daba a la calle, y allí vio a la viuda de un amigo muy querido. Tenía los ojos enrojecidos y la cara humedecida por las lágrimas.

—¡Entra! ¡Entra! —le dijo bondadosamente, haciéndose a un lado—. ¿Qué sucede?

—Mi esposo era un buen hombre. ¡Usted sabe cuánto amaba al Señor! —dijo la señora entre lágrimas—.

Pero ahora está muerto, y no puedo pagar sus deudas. El hombre a quien le debía viene a llevarse a mis dos hijos. ¡Él se llevará a mis hijos como esclavos para pagar la deuda de mi esposo! —dijo sollozando.

—¿Qué puedo hacer para ayudarte? —le preguntó Eliseo muy preocupado—. ¿Qué tienes en tu casa?

La viuda se secó la cara y respiró profundamente.

—No tengo nada, excepto una vasija con aceite —dijo con voz desanimada.

Eliseo pensó por un momento. Quería ayudar, y sabía que Dios ansiaba bendecir a esta mujer y a sus hijos. Finalmente una sonrisa cubrió su rostro.

—Ve a casa —le dijo—, pide vasijas prestadas de tus vecinos y amigos. ¡Consigue muchas vasijas prestadas! Luego ve a tu casa, cierra la puerta, y vacía aceite en todas las vasijas que pediste prestadas. La viuda se quedó mirando a Eliseo.

Una pequeña llama de esperanza comenzó a arder en su corazón. Eliseo miró cómo la viuda corría por la calle.

Entonces cerró la puerta lentamente. “Gracias Señor, por tu gracia”, susurró.

Los muchachos no podían quedarse tranquilos mientras esperaban.

Caminaban de un lado a otro de la casa. Vigilaban la puerta. Estaban aterrorizados. El fiador de su padre vendría a tomarlos como esclavos. ¡Ellos iban a ser esclavos! ¡El hombre podía llegar en cualquier momento!

Repentinamente vieron a su madre corriendo hacia la casa. Entró volando por la puerta.


—¡Apúrense! —exclamó con urgencia—. Quiero que vayan a los vecinos. Vayan a todas las casas. ¡Pidan prestadas tantas vasijas como puedan!

—Pero mamá, ¿por qué? —preguntó su hijo mayor.

—¡Solo ve! ¡Apúrate!

Casi los empujó hacia la puerta.

Pronto la mesa de la viuda estaba cubierta de vasijas y jarras. Comenzó a ordenarlos contra la pared mientras sus hijos traían más y más.

Los dos muchachos entraron a la casa por última vez. Colocaron las vasijas que traían sobre la mesa y se pusieron a descansar. La viuda miró a su alrededor. Caminó hacia la puerta y la cerró. Levantó su vasija con aceite, con brillo en los ojos.

Los muchachos observaban cada movimiento que su madre hacía. La madre vertió aceite en una de las vasijas. La vasija se llenó. Vertió aceite en la segunda vasija, la cual también se llenó. Luego llenó la tercera vasija. ¡Era un milagro!

Los muchachos comenzaron a mover cuidadosamente las vasijas de aceite que estaban llenas. Trajeron más vasijas y las colocaron sobre la mesa. Los tres reían maravillados y felices por lo que estaba pasando.

—Tráiganme otra vasija —pidió la viuda.

Los muchachos miraron por todas partes, pero no encontraron ninguna vasija vacía.

—¡Todas están llenas! —dijeron.

La viuda apartó el cabello de su frente.

—Esperen aquí —dijo—. Iré a contarle al profeta lo que ha sucedido.

Eliseo escuchó golpes insistentes en la puerta. Abrió y vio a la viuda con el rostro iluminado.

—¡Todas las vasijas están llenas! —exclamó—. ¡Cuando las llené todas, el aceite dejó de fluir!

Eliseo estaba maravillado. ¡Dios es tan bueno!

—Vé y vende el aceite —le dijo—. Paga tus deudas, y habrá dinero de sobra para sostenerlos a ti y a tus hijos.

La viuda regresó a su casa regocijándose. Y sus dos hijos durmieron profundamente aquella noche en su propia cama, en su casa. Por la gracia de Dios.

 

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Dios les bendiga!!!

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