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Intermediarios | Lección 1: Permaneciendo despiertos | 2do Trimestre 2025 | Año B

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Intermediarios | Lección 1: Permaneciendo despiertos | 2do Trimestre | Año B

Lección 1 de Intermediarios

PERMANECIENDO DESPIERTOS

 

Imagina que haces un largo viaje por carretera y quieres mantenerte despierto para que el conductor no se duerma. Conversan por largo rato, escuchan música. Finalmente sientes que los párpados se te
ponen pesados, tus pensamientos se tornan lentos y comienzas a cabecear. Ya no puedes mantenerte despierto. Tu espíritu está dispuesto, pero tu cuerpo es débil. Los discípulos de Jesús tenían ese mismo problema cuando Jesús los necesitaba más que nunca.


Texto y clase de referencias:
Mateo 26:31-46;
El Deseado de todas las gentes, cap. 74, pp. 651-660
Versículo para memorizar:
“Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo”
(Gálatas 6:2).
Mensaje:
El amor de Jesús nos induce a apoyarnos en momentos de necesidad.

 

Los doce amigos caminaban lentamente en medio de la oscuridad. Formaban un grupo compacto tratando de escuchar lo que el Maestro decía. Esa noche él habló muy tranquilamente.

—Hoy todos me van a abandonar—dijo.

Pedro cruzó la vista con su hermano Andrés. Pensaron que no habían escuchado bien. Todos habían sido amigos por más de tres años. Buenos amigos. Los mejores amigos. Habían compartido experiencias increíbles. Experiencias que habían cambiado sus vidas. Amigos como esos no se abandonan.

—Porque está escrito: “Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño” —continuó Jesús.

—Aunque todos te abandonen —protestó Pedro—, yo jamás lo haré.

Jesús miró a Pedro, caminando a su lado.—La verdad es —dijo serenamente—, que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces. Pedro se llenó de enojo.

Dio media vuelta y caminó unos pasos hacia atrás para mirar el rostro de Jesús frente a frente.

—¡No! —exclamó casi a gritos—. ¡Aunque tenga que morir contigo, nunca te negaré!

Hubo señales de asentimiento en el resto de los discípulos. ¡Pedro no debía pensar que era la única persona leal en el grupo! ¡Todos eran amigos leales!

Jesús se dirigía hacia uno de sus lugares favoritos, un huerto de olivos llamado Getsemaní.

En la entrada del huerto, Jesús se detuvo.

—Siéntense aquí mientras yo voy más allá a orar —dijo mientras les hacía señas a Pedro, Santiago y Juan para que lo acompañaran.

Cuando los tres amigos miraron a Jesús, su rostro estaba lleno de angustia.

—Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo.

Entonces Jesús caminó un poco más hacia los arbustos y cayó con la cara en la tierra. Pedro, Santiago y Juan se miraron confundidos.


Nunca antes habían visto a Jesús tan afligido. ¿Qué podría causarle tanto dolor? Se acercaron para susurrar entre sí, se preguntaban si Jesús estaría muy cansado. Ellos ciertamente lo estaban. Santiago se dejó caer en el suelo y se recostó contra el tronco de un árbol, listo para quedarse dormido.

Pedro hizo lo mismo. Se sentó y compartió el tronco con Santiago.

Juan miró en la oscuridad hacia donde Jesús yacía postrado. Estaba preocupado porque nunca había visto a Jesús así. Deseaba poder ayudarlo.

Mientras, Jesús oraba. Era como si el tiempo se hubiera detenido para él. Lo único que le importaba era conversar con su Padre. “Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”.

Finalmente Jesús trató de pararse. Regresó a donde había dejado a Pedro, Santiago y Juan. La luna brillaba sobre sus tres amigos cercanos. Jesús los miró, recostados unos en otros, durmiendo. Se sintió tan solo. Jesús tocó el hombro de Pedro que roncaba.

—¿No pueden mantenerse despiertos conmigo ni una hora? —preguntó—. Estén alerta y oren para que no caigan en tentación.

Pedro, Santiago y Juan entreabrieron los cansados ojos y miraron a Jesús alejarse, quien nuevamente se dejó caer en el suelo a la orilla del camino. Allí oró: “Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad”.

Jesús continuó rogando a su Padre por mucho tiempo. ¡Si solamente hubiera alguien para consolarlo! Como ansiaba encontrar consuelo, regresó junto a sus tres amigos, ¡y los encontró durmiendo nuevamente! Sus mejores amigos en la tierra no pudieron mantenerse despiertos cuando él los necesitaba más que nunca.

El Padre no abandonó a su Hijo en la terrible angustia. Envió a un ángel del cielo para hacer lo que Pedro, Santiago y Juan no pudieron hacer por Jesús.


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Dios les bendiga!!!

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