Lección 6 de Primarios
EL MUCHACHO QUE HIZO LO MEJOR
Has aprendido recientemente a hacer algo nuevo? Estabas orgulloso del trabajo porque hiciste lo mejor. Lo pusiste en un lugar donde todo el mundo le pudiera disfrutar. ¡Cuán feliz te sentiste porque habías hecho lo mejor!
El niño Jesús está aprendiendo cada día a hacer lo mejor. Visitémosle en el taller de carpintería de su padre . . .
Lucas 2:40,52; Mateo 13:55; Marcos 5:3; Juan 7:15;
El Deseado de toas las gentes, pp. 49-55; 84-92.
“Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo tu empeño” (Eclesiastés 9:10, NVI).
Sirvo cuando estoy aprendiendo a hacer lo mejor.
José puso sus herramientas en la mesa de trabajo del taller de la carpintería. Estiró los brazos. El olor de la madera cortada perfumaba el ambiente. Diminutas partículas de polvo danzaban a través de la luz del sol que se introducía por las ventanas. José echó un vistazo a lo que Jesús estaba haciendo con sus herramientas. Aun cuando era apenas un muchacho, Jesús se estaba convirtiendo en un buen carpintero.
Jesús levantó la vista y vio que José lo estaba observando. “Creo que está listo”, dijo Jesús con una sonrisa, mientras pasaba sus dedos por la madera del banquillo que había hecho. José le había pedido que lo lijara y lo puliera.
José fue a la mesa de trabajo donde estaba su hijo trabajando. Observó la madera bien pulida y las líneas nítidas. Pasó sus dedos por la madera para ver si había algo áspero o alguna abolladura. Pero todo estaba perfecto. “Has hecho muy bien”, le dijo José. “Cualquier persona se sentiría orgullosa de ser dueña de este mueble”.
“Hice lo mejor que pude”, repuso Jesús humildemente. Mientras tanto, José asintió orgullosamente. Jesús siempre hacía lo mejor.
“Dios puede usarnos hijo mío, cuando hacemos lo mejor para él”. Susurró José. Jesús no contestó. Sus pensamientos estaban a millas de distancia, en el templo en Jerusalén. Había visitado ese lugar cuando tenía doce años. Desde entonces, se mantenía pensando en el cordero Pascual que había visto. Sabía que algún día él sería ese cordero Pascual. Pero por lo pronto, estaba sirviendo a Dios haciendo lo mejor en el taller de la carpintería y aprendiendo lo más que podía.
“Aprende todo lo que puedas”, a menudo José le decía a Jesús. “De esta manera estarás listo para servir al mundo cuando Dios te muestre su plan”.
Sonidos de cuchicheos y sonrisas que provenían de la puerta del taller, interrumpieron las palabras de José. “¿Puede Jesús venir a jugar con nosotros?” José sonrió a los muchachos del vecindario. Pero Jesús contestó antes que José pudiera hacerlo. “Todavía tengo trabajo que hacer”, les dijo. “Y después tengo que estudiar y leer con mi madre. Tal vez más tarde pueda hacerlo”.
José sonrió a Jesús y luego a los muchachos que lo estaban esperando. “Creo que debemos dejar de trabajar por hoy”, dijo sonriente. Cuidadosamente bajó el banquillo de la mesa y lo puso contra la pared. “Gracias, señor”, dijo Jesús a José mientras comenzaba a guardar las herramientas.
Cuidadosamente recogió las astillas y las puso en una canasta. Las iba a llevar a casa para el fuego de la estufa.
José y Jesús caminaron juntos a la casa. Jesús disfrutaba el tiempo que pasaba con su padre. Le gustaba aprender porque quería ser un buen carpintero. La madre de Jesús era también su maestra. Aprendió a leer y estudiar las Escrituras a los pies de ella. También aprendió sobre plantas y animales.
A menudo oraban juntos a su Padre celestial. ¡Qué estudiante tan excelente era Jesús! Cuando creció, la gente se sorprendía de sus conocimientos (Juan 7:15).
Tal como Jesús, servimos cuando estamos aprendiendo a hacer lo mejor.
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Dios les bendiga!!!
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