Lección 2 de Primarios

ESCAPE DESDE JERICÓ

Natasha se sentó debajo de una mesa cubierta con cobijas. Escribía en una vieja máquina de escribir que estaba escondida en una caja de madera. Las cobijas y la caja ayudaban a evitar que se oyera afuera el sonido de la máquina de escribir.

¿Por qué hacia eso? Vivía en un país donde los libros cristianos estaban prohibidos. Pero los libros sobre Jesús eran importantes para Natasha y para otros cristianos. De ésta manera Natasha arriesgaba su vida haciendo copias de libros cristianos para que otros pudieran aprender más acerca de Jesús.

Un día la policía tocó la puerta de la casa de Natasha. La arrestaron y se la llevaron.

Hace muchos años, la policía de Jericó quiso arrestar a dos hombres que trabajaban para Dios. Sucedió de esta manera:

Texto y clase de referencias:
Josué 2; Patriarcas y profetas, pp. 514-516, 523.

Versículo para memorizar:
“Más bien busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas éstas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33, NVI).

Mensaje:
Con nuestra familia de la iglesia escuchamos y aprendemos lo que es importante.

Cuarenta años después que los diez espías trajeron un informe desalentador, Josué, el joven espía que se unió con Caleb para traer un buen informe sobre la Tierra Prometida, era ahora era el líder del pueblo de Israel. Y todavía buscaba maneras para animar a la gente.

Tal como Moisés lo había hecho años atrás, Josué envió también espías. Esta vez dos espías fueron a la Tierra Prometida. “Vayan e inspeccionen la tierra”, les dijo Josué, especialmente la “Ciudad de Jericó”.

Así que los dos hombres se introdujeron en aquella poderosa ciudad. Esa noche fueron a una casa construida en la muralla misma de la ciudad. Rahab, la mujer que allí vivía, abrió la puerta cuando los espías tocaron. Sabía, por su ropa, que eran israelitas, pero aun así los hizo entrar.

Ahora, todos en Jericó, incluyendo Rahab, habían oído hablar de los israelitas. Todo el mundo sabía que el Señor peleaba las batallas de Israel. Y eso atemorizaba al rey y al ejército de Jericó. Pero eso despertó la curiosidad de Rahab. Así que, en vez de llamar a los soldados, habló con los hombres. Luego escondió a los dos israelitas en la azotea de su casa y los cubrió con unos manojos de lino.

Cuando los soldados del rey tocaron a la puerta, Rahab la abrió de par en par.

“Saca afuera a esos hombres que han venido a espiar nuestra tierra”, le ordenaron.

Pero ella les respondió:

“Los hombres se fueron de aquí hace poco. “Salgan prontamente y los encontrarán”

Los soldados salieron apresuradamente en busca de los espías, pero estos habían desaparecido. En ese momento se cerraron las puertas de Jericó. La ciudad se preparó para dormir.

Cuando todo estaba quieto, Rahab subió a la azotea. “Yo sé que el Señor ha dado esta tierra a su gente”, dijo a los espías, “Hemos escuchado que él hizo secar el Mar Rojo para que ustedes lo cruzaran. Por aquí, todo el mundo está atemorizado, nuestra valentía se ha desvanecido. Seguramente se han dado cuenta lo bondadosa que he sido con ustedes, ahora quiero que me prometan que serán también bondadosos conmigo y mi familia.

“Se lo prometemos”, dijeron los hombres. “Damos nuestras vidas por su vida y la de su familia. Si no revela lo que estamos haciendo, estarán seguros cuando el Señor nos entregue esta tierra”.

Entonces Rahab tomó una cuerda roja para que los espías se escaparan por la ventana de su casa. “Después que nos hayamos ido, amarre la misma cuerda a la ventana”, le dijeron. “Cuando tomemos la ciudad, la salvaremos a usted y a los miembros de su familia que se encuentren en su casa. Pero la cuerda debe estar puesta en la ventana”.

Rahab miró cómo los hombres se deslizaban por la cuerda y desaparecían en la oscuridad. Cuidadosamente ató la cuerda en la ventana. En lo profundo de su corazón sabía que había descubierto algo importante. El Dios de Israel era el Dios verdadero. Y también sería su Dios desde ese momento en adelante.

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