Lección 13 de Primarios
COMO LO HAS PROMETIDO, SEÑOR
Luis y Catalina estaban muy emocionados. Su abuelita iba a venir a visitarlos durante los días festivos, y ese era el día que la esperaban. Ellos miraban por la ventana. De pronto sonó el teléfono. Era su abuelita. Una tremenda tormenta se había desatado y eso le impedía llegar ese día. Mañana cesaría la tormenta, y entonces podría llegar. Luis y Catalina estaban chasqueados. Pero sabían que la abuela cumpliría su promesa. Mientras esperaban pensaban en todas las cosas alegres que harían cuando llegara su abuela. Eso mantenía viva su esperanza. Hace muchos años, Simeón y Ana esperaron y esperaron la llegada del Mesías. ¡Tenían esperanza! Creían que iba a venir pero ¿podrían reconocerlo?
Lucas 2:21-38; El Deseado de todas las gentes, pp. 34-40.
“Jesucristo... nos dio consolación eterna y buena esperanza por su gracia” (2 Tesalonicenses 2:16, NVI).
Jesús nos da esperanza.
El corazón de Simeón estaba intranquilo. Procuró caminar un poco más aprisa al subir la colina del templo. La gente se apartaba cortésmente mientras el anciano se dirigía a cumplir su misión.
El Espíritu Santo iba dirigiendo a Simeón hacia el Templo. Mientras caminaba, Simeón se acordó de un día hacía mucho tiempo atrás. El Espíritu le había hecho una importante promesa. “No morirás antes que tus ojos contemplen al Mesías”. Simeón pensaba constantemente en esa promesa. Pronto vería al Mesías. ¡Sería hoy!
Simeón subía casi sin aliento, pero estaba feliz. Ya no lo quedaban muchas energías, pero no importaba, tenia algo mejor. Tenia esperanza, la esperanza de ver hoy al Mesías.
Simeón miró a su alrededor al entrar al templo. Todo parecía igual que siempre. Los sacerdotes realizaban sus acostumbradas labores. No había una multitud emocionada esperando una noticia extraordinaria. ¡El Mesías está aquí! ¡EL MESIAS ESTÁ AQUI! El Espíritu Santo se lo había manifestado a Simeón, pero, ¿dónde?
Simeón pasó por donde estaba una pareja pobre. La joven madre llevaba a su hijo en sus brazos. Habían traído al bebé al templo por una razón especial. Iba a ser consagrado para el Señor tal como la ley lo demandaba. Simeón sonreía. A él le gustaba ver a los padres contentos que traían sus hijos. Era una de las cosas agradables de servir en el templo.
De pronto Simeón se detuvo. Había algo especial en esa pareja. Se acercó para mirar más de cerca a este niño tan particular. Y de pronto lo supo, ¡lo supo con seguridad!
Con el rostro resplandeciente de gozo, Simeón se acercó más a la pareja, así risueño inclinó su cabeza en señal de respeto. Tomó al niño en sus brazos. Entonces elevó la mirada al cielo. El papá y la mamá lo miraron asombrados. Vieron como se iluminaba el rostro de Simeón y las lágrimas de agradecimiento que se deslizaban por sus mejillas. Escucharon luego con asombro las palabras de su oración.
“Ahora, Señor, tal como lo habías prometido, ¡Ya puede tu siervo morir en paz porque, mis ojos han visto tu salvación!” María y José sonrieron. ¡Este anciano profeta lo sabía! El sabía y entendía el secreto sobre el Mesías.
Entonces una mujer anciana, la profetisa Ana, se acercó. Esta profetisa había venido al templo cada día durante muchos años. Ella también había esperado ver al prometido regalo de la gracia de Dios. Ana se unió a Simeón en alabanza a Dios por el niño Jesús.
Simeón y Ana fueron los dos primeros que reconocieron a Jesús como el Mesías, el que el pueblo de Israel estaba esperando. Fueron unos de los primeros que difundieron las nuevas de que el Mesías había venido. ¡La esperanza estaba cumplida! Y esa esperanza está también con nosotros hoy.
JESÚS NOS DA ESPERANZA A NOSOTROS TAMBIÉN.
📖 | L1 | L2 | L3 | L4 | L5 | L6 |
L7 | L8 | L9 | L10 | L11 | L12 | L13 |
Dios les bendiga!!!
Post A Comment:
0 comments:
Escribe tu comentario.