Lección 9 de Primarios

LLÁMENME BIENAVENTURADA

¿Te has sorprendido al escuchar una buena noticia o al recibir un regalo que no esperabas? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué sentiste por la persona que te dio la sorpresa?

Texto y clase de referencias:
Lucas 1:25-38; 46-55; El Deseado de todas las gentes, pp. 60, 61, 72.

Versículo para memorizar:
“¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15, NVI).

Mensaje:
Jesús es el regalo de Dios para nosotros.

Hace mucho tiempo, una mujer joven tuvo una visita inesperada que le trajo noticias sorprendentes. Todo comenzó un día normal, como cualquier otro.

María se levantó ese día con el sol para ayudar en los quehaceres en su hogar de Judea.

Primero había que ayudar a preparar el desayuno. Después había que traer agua del pozo, recoger los higos, hilar, y cuidar de la huerta.

Por supuesto, había también que preparar otras comidas. Si tenía suerte, y si todo salía bien, encontraría tiempo para trabajar en los planes de la boda. ¡Su boda! Verdaderamente necesitaba tiempo para planear. Tiempo para conseguir las cosas necesarias para su propio hogar, su hogar con José. El tiempo pasaba rápidamente, y tenía mucho que hacer.

De pronto, sin más anuncio, un ángel se presentó a su lado. Simplemente estaba allí como si hubiese estado siempre. María aturdida escuchó sus palabras, que eran aun más extrañas que su misma presencia.

“¡Saludos! le dijo. ¡Has sido grandemente favorecida. El Señor es contigo!”

¿Qué? Pensó María. ¿He sido grandemente favorecida? ¿El Señor es conmigo? Pero... ¿por qué? ¿qué he hecho yo? El ángel se apresuró a confortarla. “No tengas miedo, María”, le dijo con gentileza.

“¡Has hallado gracia ante los ojos de Dios!” “Muy pronto tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. ¡Será maravilloso! ¡Será el hijo del gran Dios del cielo! El Señor le entregará el trono de su padre David, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre. Su reino nunca terminará”.

Pero María estaba confundida. Esto era tan extraño, tan inesperado. Tendría un hijo... un hijo... su nombre sería Jesús... el trono de David... su reino nunca terminará. Todo aquello era incomprensible. De pronto sintió la gran necesidad de sentarse.

“Pero no estoy casada” le dijo al ángel. “¿Cómo puedo tener un hijo?”

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te hará sombra. El niño que nacerá será santo? es el Hijo de Dios”, le explicó el ángel.

María se quedó sin palabras. ¿Qué se podría decir ante un mensaje como éste? “Soy la sierva del Señor”, finalmente balbuceó. “Que se haga conmigo como has dicho”, y con eso el ángel desapareció.

Entonces María tuvo tiempo para pensar. Ese día tan ordinario, tan parecido a los otros días, de un momento a otro se había convertido en el día más extraordinario de su vida, ni su vida, ni el mundo sería lo mismo. ¡Dios iba a enviar a su hijo a la tierra! y ella había sido escogida para ser la madre de ese Niño. Este niño iba a crecer para salvar a su pueblo de sus pecados. Él establecería un reino de justicia que nunca terminaría. ¡Y ella sería su madre! ¿Qué honor más grande podría concederle Dios? Por medio de ella, Dios iba a dar al mundo, el regalo más grande que nadie del mundo se podría imaginar.

“De ahora en adelante, todas las generaciones me llamarán bendita, porque el Altísimo ha hecho grandes cosas por mi”, le dijo María más tarde a su prima. Había muchas otras cosas que no sabía del hijo que iba a tener. Pero había una cosa que sabía. El nacimiento de este niño era el regalo más grande que ningún otro.

LECCIONES DE PRIMARIOS