Lección 1 de Primarios
GIGANTES Y LANGOSTAS
has ido a acampar alguna vez o te has cambiado a un nuevo vecindario? Siempre es divertido el primer día levantarse temprano en la mañana y salir a explorar. Dios le dio a los israelitas la oportunidad de explorar la tierra nueva antes de habitarla.
Números 13:1-3,17-33, Patriarcas y Profetas, pp. 407-416.
“Sino animémonos unos a otros” (Hebreos 10:25, NVI).
Nos animamos unos a los otros a seguir al Señor.
Cuando Moisés sacó al pueblo hebreo de Egipto marcharon de Gosen hasta la orilla del Mar Rojo. Ninguno de ellos conocía el camino. Sólo Dios lo conocía. Así guió Dios a su pueblo por medio de una enorme columna de nube. Esta nube los protegía del caluroso sol durante el día. Por la noche les calor y alumbraba.
Al acercarse el pueblo de Israel a la Tierra Prometida, Dios le ordenó a Moisés que escogiera a un dirigente por cada tribu. Estos dirigentes fueron enviados a explorar la tierra. “Vean cómo es la tierra”, les dijo Moisés a los espías, “y procuren traer algunos frutos”.
A los cuarenta días los hombres regresaron. Los israelitas salieron a recibir a los exploradores y a escuchar su informe. Caleb, un hombre fuerte de la tribu de Judá, estaba ansioso de presentar su informe.
Josué, un joven líder de la tribu de Efraín, había traído también un buen informe.
Tanto Josué como Caleb permitieron que los demás dieran su informe primero.
“La tierra fluye leche y miel, tal como Dios nos dijo”, informaron los espías,
“y hemos traído algunas de sus frutos.” Tanto Caleb como Josué esperaban que
dos de los hombres avanzaran con el gigantesco racimo de uvas que traían atado
a un palo y que venía en medio de ellos. En lugar de eso, los otros expías
hablaron sólo de las ciudades amuralladas y de los gigantes que habían visto
en esa tierra.
La gente que escuchaba a los espías comenzó a murmurar y a quejarse. Caleb
podía ver que se estaban poniendo de mal humor.
De pronto se interpuso entre Moisés y la gente, y dijo: “Podemos subir ahora mismo y tomar posesión de la tierra”, los animó, es una buena tierra y tengo la seguridad de que podemos poseerla”.
“¿Cómo podríamos?” los diez espías desanimados se quejaron. “¡Parecemos langostas junto a esa gente. Y así es cómo les pareceremos a ellos”.
El pueblo levantaron sus voces y lloraron toda la noche. “¡Hubiera sido mejor morir en Egipto o aun aquí en el desierto”, se lamentó la gente. ¿”Por qué el Señor nos quiere llevar a esa tierra? Seguramente moriremos en la batalla, y nuestras esposas y nuestros hijos serán llevados cautivos. ¡Regresemos a Egipto”! Moisés y Aarón se inclinaron hasta poner sus rostros en la tierra. Caleb y Josué, afligidos por la falta de confianza en Dios por parte del pueblo de Israel, rompieron sus vestidos y levantaron sus brazos pidiendo silencio.
“¡La tierra que exploramos es excelente!”, exclamaron los dos espías fieles. “No le teman a la gente que vive allí. Con la ayuda de Dios los conquistaremos con facilidad.
¡El Señor está con nosotros; él los ha abandonado a ellos!”
Caleb contempló a la enorme y disgustada multitud. Los otros diez espías se mezclaron entre la multitud, difundiendo el desánimo.
Caleb movió la cabeza negativamente. Aquella era una buena tierra, una hermosa tierra, rica y llena de alimento. Después de todo, ¿no habían tenido que usar a dos de los espías para traer el racimo de uvas? Sí, la gente de esa tierra era poderosa. Las ciudades estaban bien protegidas. Pero los hijos de Israel tenían a Dios de su parte.
De pronto los lamentos y las quejas de las gentes se tornaron en fuerte enojo.
“Vamos a apedrearlos”, dijeron, señalando a Moisés, a Aarón, a Caleb y a Josué.
“¡Apedreémoslos! ¡Apedreémoslos! ¡Apedreémoslos!”
En ese momento una luz refulgente se extendió sobre el tabernáculo, el santuario de Dios. La gente retrocedió, asustada, tratando de esconderse, y procurando cubrirse los ojos con las manos.
Entonces el Señor habló: “Siendo que ustedes tienen miedo de entrar a la tierra, entonces no entrarán. Vagarán por el desierto hasta que mueran todos los que son adultos, pero a sus hijos, les permitiré que disfruten de la tierra que ustedes han rechazado”.
Pero a Caleb y a Josué, Dios prometió que irían a esa tierra, porque habían tenido un espíritu diferente. Habían tenido palabras de ánimo.
Tal como Caleb y Josué, debemos animarnos unos a otros a seguir al Señor.
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Dios les bendiga!!!
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