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Intermediarios | Lección 1: No más secretos | 4to Trimestre 2021 | Año B

Intermediarios | Lección 1: No más secretos | 4to Trimestre 2021 | Año B

Lección 1 de Intermediarios

NO MÁS SECRETOS

 

¿Has deseado tanto algo que has hecho un plan para obtenerlo? Tal vez sabías que estaba mal, pero pensaste que nadie se daría cuenta, ¡hasta que te sorprendieron! Lo mismo le pasó al rey David hace mucho tiempo.


Texto y clase de referencias:
2 Samuel 12:1-13; Patriarcas y profetas, pp. 775-786.
Versículo para memorizar:
"Vale más la sabiduría que las armas de guerra; un solo error acaba con muchos bienes". (Eclesiastés 9:18, NVI).
Mensaje:
Lo que decimos o hacemos, sea bueno o malo, afecta a quienes nos rodean.

 

“Urías”, dijo el Rey David. “Necesito que le lleves un mensaje a Joab, capitán de la armada. ¡Pero asegúrate de entregarlo en sus manos!”.

Fiel como siempre, Urías obedeció las instrucciones del rey.

Cuando Joab abrió el mensaje, leyó: “Coloca a Urías al frente de la línea de batalla, y déjalo allí para que lo maten”.

Me pregunto qué estará tramando ahora David, se dijo Joab. Pero no pensó en desobedecer las órdenes del rey.

Unos días después, Joab le informó al Rey David que su orden se había llevado a cabo. David respiró calmado.

Nadie lo sabrá, pensó. Ahora que Urías no está, soy libre de casarme con Betsabé, su viuda. Le daré tiempo para que pase su duelo, y luego tomaré a esta pobre viuda como mi esposa. Todo saldrá como si nada.

Pero no mucho tiempo después que David se casó con Betsabé, comenzaron a esparcirse los rumores. El honor y respeto que se había ganado en el pasado se habían desvanecido. “¿Supiste?” le dijo alguien a otro. “¡David hizo que Urías muriera en la batalla para poder casarse con su esposa!”

“¡No puedo creerlo!” respondió el otro. “¡Imagina eso! ¡Un hombre de Dios! ¡Qué pecado tan horrible!”

Un día, un visitante inesperado apareció en el palacio. Natán el profeta miró a David directamente a los ojos, y dijo en voz alta “Dios me envió a contarte una historia”. Hizo una pausa dramática, para luego continuar. “Había dos hombres en una ciudad, uno rico, y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas, y el pobre no tenía más que una sola corderita a quien amaba como a una hija. Incluso, la alimentaba en su propia mesa. Pero un día el hombre rico recibió a un visitante en su casa y quiso prepararle un guiso. Sin embargo, éste no quiso tomar de sus ovejas ni de sus vacas, sino que tomó la oveja del hombre pobre y la preparó para aquél que había venido a él”. Natán se detuvo nuevamente. Por un momento hubo un solemne silencio en el salón.


Entonces, David explotó, “¿Cómo pudo ese hombre hacer algo así? ¡Quien hizo eso, es digno de muerte, y debe devolver al hombre cuatro corderos para reemplazar la que tomó!”

Natán escuchó calladamente. Y luego, sin pestañear, dijo, “¡Tú eres aquel hombre!”. Nuevamente hubo un silencio desgarrador en el salón. Natán continuó. “Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y si esto fuera poco, te habría dado mucho más”.

“¿Por qué tuviste en poco la palabra de Jehová violando sus mandamientos? A Urías asesinaste y tomaste por esposa a su mujer. Ahora no se apartará de tu casa la espada, yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres y las daré a tu prójimo. Tú lo hiciste en secreto, pero yo haré esto delante de todo Israel”. Con su mirada, Natán retó al rey a dar una respuesta. Por un momento David enfrentó la penetrante mirada del profeta, pero luego bajó su rostro y dijo en voz baja, “He pecado”.

La rígida postura de Natán se distendió un poco. “Espera. Hay más. Dios dice que te ha perdonado. Tú no morirás. Sin embargo, como tu pecado ha sido motivo de burla para los enemigos de Dios, tu hijo morirá”.

No hubo más secretos, Dios había sacado todo a relucir. Y aunque su gracia maravillosa y su perdón cubrirían a David y su pecado, las consecuencias de su acto egoísta continuarían afectando por mucho tiempo a aquellos que amaba. David se sentó pensativo, casi ni se dio cuenta que el profeta se había marchado.

Gracias a que Natán tuvo suficiente valor para traerle a David el mensaje de advertencia de Dios, éste último reconoció su pecado y pidió perdón con estas palabras: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones”(Salmo 51:1).

 

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Dios les bendiga!!!

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