Lección 10 de Intermediarios
ARRIESGÁNDOLO TODO
Un recital de piano, una conferencia pública, saltar desde el trampolín más alto de la piscina. ¿Te hacen pensar estas cosas en manos sudadas y mariposas en el estómago? Todos tenemos que arriesgarnos en algún momento, pero Jesús tomó el mayor de todos los riesgos.
Mateo 1; El Deseado de todas las gentes, pp. 29-33
“Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos nosotros sanados” (Isaías 53:5, NVI).
La gracia de Dios se manifestó en el riesgo que Jesús tomó para salvar al mundo.
¿Qué voy a hacer ahora? Se preguntaba José, mientras daba vueltas de un lado a otro en su cama. Lo único en lo que pensaba era en María, la bella joven que se iba a convertir en su esposa. No podía sacarla de su cabeza. Parecía imposible conciliar el sueño esa noche. No puedo creerlo. María, mi futura esposa, ¡embarazada! ¡Qué vergüenza! ¿Cómo pudo hacer algo así? José agitaba su cabeza incrédulo, mientras pensamientos terribles fluían por su cabeza como un río.
¡La amo tanto! no quiero que sufra con la habladuría y el ridículo que seguramente va a enfrentar. La gente es tan mala a veces… De repente, una idea pasó por la mente de José, ¡Ya sé! Pensó. Romperé el compromiso y la enviaré a un lugar lejano. Allí podrá tener en paz al bebé, y nadie se enterará.
Finalmente José fue vencido por el sueño, pero sus pensamientos continuaron sumidos en aquella a quien amaba. “No te preocupes José” le dijo el ángel en sueños. “Cásate con ella. María no ha hecho nada malo. Es verdad que está embarazada, pero ella aún es virgen. El bebé que espera le fue dado mediante el poder del Espíritu Santo. ¡Ella va a dar a luz al Mesías! Cuando el niño nazca, ponle por nombre Jesús, porque él salvará al pueblo de sus pecados”.
Cuando José despertó, recordó las palabras del ángel. Aún asombrado, se dio cuenta que Dios le había confiado una gran responsabilidad. Ahora todo comenzaba a tener sentido. ¡Así que eso es! Recordó. ¡Este es el niño al que Isaías se refería cuando profetizó que una joven virgen daría a luz a un niño! ¡Cuán asombrado debió haber estado José al descubrir que las Escrituras que por tanto tiempo había estudiado, se cumplirían delante sus ojos! Desde hacía mucho tiempo el profeta Isaías había dicho: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y se llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14).
José no perdió tiempo en poner en marcha las instrucciones del ángel. Inmediatamente, María y José se casaron, y cuando María dio a luz al niño lo llamaron Jesús, tal y como el ángel le había dicho a José.
Imagina los pensamientos que cruzaron por las mentes de José y María mientras consideraban la enorme responsabilidad que enfrentaban. ¿Por qué yo? Tal vez se preguntó José a sí mismo y a Dios. ¿Cómo puedo ser yo merecedor del honor tan grande de criar a un niño que es el Hijo de Dios? Sensaciones de asombro y humildad deben haber llenado la mente de María, al analizar la inmensa confianza que Dios había puesto en ella. Me siento honrada Señor, de que me hayas confiado tu hijo, debe haber dicho. Pero qué riesgo tan grande. ¿Y si le pasa algo malo? Tal vez se preguntó.
Sin embargo, la fe de María era grande. Sabía que Dios la había escogido entre muchas para esta tarea especial, y que él la ayudaría y la habilitaría. Después de todo, era Dios quien estaba tomando el riesgo de traer a su Hijo a la tierra a vivir como un bebé.
Y Jesús, a su vez, tomó el mayor de todos los riesgos. Al aceptar venir, vivir y morir por nosotros para librarnos de nuestra culpa y darnos el poder para convertirnos en hijos de Dios. Jesús no sólo enfrentó el dolor y el sufrimiento que Isaías predijo (Isaías 53:5), sino también el riesgo de ser vencido por el pecado, sin haber podido ser nuestro sacrificio perfecto, y regresar al Padre.
¡Qué riesgo tan tremendo! ¡Pero es así por el gran amor de Dios el Padre y el
de su Hijo por cada uno de nosotros!
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Dios les bendiga!!!
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