Lección 11 de Intermediarios
DIOS EN NUESTRO VECINDARIO
¿Algunas vez has estudiado algo en tu escuela que haya sido particularmente difícil de entender, hasta que cierto día, un amigo o un maestro especial te lo explica tan claramente que nunca más lo puedes olvidar? Eso fue lo que pasó cuando el Hijo de Dios se hizo un bebé humano y comenzó a vivir entre nosotros. Lo hizo para ayudarnos a entender mejor el amor de Dios.
Lucas 2:1-40; El Deseado de todas las gentes, pp. 34-37
“Hoy les ha nacido, en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:11, NVI).
La venida de Jesús a la tierra como humano nos ayuda a entender el carácter de amor de Dios.
Es de noche. Todo está callado. Una suave brisa sopla por los campos donde pastan las ovejas. Las estrellas brillan refulgentes en el cielo. Sólo las voces de unos pocos pastores se escuchan, mientras conversan de la promesa del Mesías venidero.
“Me pregunto cuándo vendrá el Rey para sentarse en el trono de David”le comenta uno a otro. “Parece que el tiempo está cerca, de acuerdo con las profecías” responde el otro.
“Así es. No falta mucho tiempo para que Dios envíe al Mesías a liberarnos de la opresión romana. Él tomará el poder y nos librará de nuestros enemigos”. El pastor comienza a orar, “Querido Señor, por favor envía pronto al Mesías…”
De repente, sus palabras son interrumpidas porque el cielo nocturno comienza a brillar a su alrededor con tanta fuerza, que el lugar parece cobrar vida con el extraño y hermoso resplandor. Se sienten aterrados cuando un ángel aparece súbitamente frente a ellos y dice: “No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre” (Lucas 2:10- 12). Tan pronto el ángel habló, otro sonido llenó el ambiente. Era la música más hermosa que jamás se haya escuchado alguna vez. “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14). Cantaban las voces de una multitud de ángeles que habían venido a compartir las buenas nuevas del nacimiento de Jesús.
La luz desapareció de repente, tan rápido como había llegado. Una vez más todo estaba callado y oscuro. Los pastores, asombrados, comenzaron a hablar al mismo tiempo. “¿Será posible?” “¿Qué significa esto?” “¿La ciudad de David?” “¡Esa es Belén!” “¡Vayamos a Belén, para que podamos ver a este niño del que nos han hablado los ángeles!”. Con rapidez, se pusieron en camino para encontrar a este niño especial.
Al llegar a Belén, encontraron a María, José y Jesús, tal y como los ángeles
se lo habían indicado. ¡Qué imagen! Allí, en un establo, en medio de un
comedero lleno de heno, yacía el más precioso bebé que alguna vez haya nacido
sobre la tierra. Al ver a Jesús, no pudieron contener su gozo.
Al día siguiente, comenzaron a difundir la noticia por todo el pueblo.
“¡Adivinen qué! ¡Vimos al bebé! Un ángel apareció ante nosotros y dijo que había nacido anoche en la ciudad de Belén, ¡Fuimos a verlo, y allí estaba, acostado en un pesebre, envuelto en pañales! ¡Él es a quien hemos estado esperando!” Decían en voz alta a todos.
Ocho días después, cuando María y José llevaron al niño a una ceremonia en la que se le colocaba el nombre al niño y se le circuncidaba, le pusieron Jesús, tal y como se les había indicado que hicieran. Luego, cuando llegó el momento (unos 40 días después de su nacimiento), María y José llevaron a Jesús al templo de Jerusalén para su presentación y para ofrecer un sacrificio. Allí, el sacerdote tomó al niño y lo acostó en el altar. Luego registró el nombre “Jesús” en el libro en el que se registraban a todos los recién nacidos. Pero ignoraba el sacerdote que el bebé que cargaba en sus brazos ese día era especial, era el Mesías, a quien Dios había enviado a salvar al mundo.
Sin embargo, hubo dos personas allí, que reconocieron a Jesús. Uno de ellos, Simeón, tomó a Jesús y dijo, “He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones” (Lucas 2:34,35).
¿Haz reconocido a Jesús? Una de las razones por las que vino como un bebé “y habito entre nosotros” (Juan 1:14), fue para que pudiésemos entender mejor el carácter de amor de Dios.
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Dios les bendiga!!!
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