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Intermediarios | Lección 5: Ser una bendición | 4to Trimestre 2021 | Año B

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Intermediarios | Lección 5: Ser una bendición | 4to Trimestre 2021 | Año B

Lección 5 de Intermediarios

SER UNA BENDICIÓN

 

¿Conoces a alguien de tu edad que SIEMPRE es alegre, obediente, y dispuesto a ayudar a los demás? Cuando Jesús era niño era así. ¿Crees que habría sido interesante pasar un día con Jesús como un amigo de tu misma edad?


Texto y clase de referencias:
Lucas 2:51,52; El Deseado de todas las gentes, pp. 49-55
Versículo para memorizar:
“Jesús siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente”
(Lucas 2:52, NVI). “Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir” (Marcos 10:45, NVI).
Mensaje:
Al igual que Jesús, podemos ahora servir a otros.

 

“Jesús, hijo mío, es hora de tus lecciones”, llamó María. El joven Jesús estaba ocupado en uno de sus muchos proyectos en casa, pero inmediatamente colocó a un lado lo que estaba haciendo, y se dirige a su madre con una sonrisa.

Se sienta en el taburete y espera que ella comience.

María a menudo miraba con asombro a su hijo. Él nunca se molestaba cuando se le mandaba a hacer cosas. Su rostro siempre estaba lleno de bondad, incluso cuando otros niños eran poco amigables. María recordaba muchas ocasiones en las que otros niños lo habían engañado o se habían burlado de él, sin recibir sin embargo ninguna represalia en su contra. Por el contrario, se marchaba tranquilo en busca de otros amigos.


Cuando niño, a Jesús le encantaba pasar tiempo aprendiendo las Sagradas Escrituras en el regazo de su madre. Ya mayor las leía por su cuenta, y algunas veces se le veía durante su tiempo libre leyendo los antiguos rollos de pergamino.

Pero Jesús tuvo otros maestros además de su madre y la Palabra de Dios. Pasaba mucho tiempo estudiando las variadas clases de árboles, los sembradíos de granos alimenticios, los riachuelos, los lagos. Todos estos maestros juntos le enseñaron del libro de la naturaleza. De ellos aprendió las leyes que rigen el universo.

La razón por la que asistimos a la escuela es para prepararnos para algo, tal vez para llegar a ser un doctor o un maestro. Jesús en su escuela también se preparaba, pero para ser el Salvador del mundo, para dar su vida en la cruz.

Pero Jesús no esperó hasta el momento de la cruz para darse a sí mismo. Siendo incluso muy joven, invirtió su tiempo en hacer el bien a los demás. Siempre estaba investigando formas de hacer sentir mejor a las personas. ¿Imaginas a alguien así? Por ello, a dondequiera que iba las cosas y las personas parecían cobrar vida. A su alrededor, hasta los pájaros en los árboles cantaban y los asnos en el establo se alegraban.

“¡Ten cuidado Jesús, Nazaret es un lugar peligroso!” decía su madre al enviarlo a trabajar a la carpintería de José. Jesús sabía que la razón por la que sus padres habían escogido Nazaret para vivir, era a donde Dios les había guiado a establecerse después de haber estado escondidos de Herodes en Egipto. José había crecido en Nazaret, y sabía lo que la gente opinaba de ello. En ese pueblo a nadie le interesaba ser bueno. ¡Era el lugar perfecto para que Jesús creciera y demostrara que su bondad no cambiaba, aún estando rodeado de todo lo malo y lo feo! Ese es un verdadero ejemplo que debería animarnos hoy.

“¡Buen trabajo hijo!” La voz de José se oía mientras trabajaban juntos en la carpintería. Jesús siempre hacía bien su trabajo. A veces pensamos que el trabajo siempre es algo aburrido y difícil, pero Jesús atendía sus labores con una actitud positiva. A él le encantaba trabajar los ásperos troncos hasta convertirlos en delicados muebles, juntando cuidadosamente cada pieza para lograr un producto terminado. Miraba con satisfacción sus sencillos muebles, de la misma forma en que miró satisfecho el inmenso mundo que había creado.

Llegaba entonces la hora de la limpieza. ¿Te imaginas a una persona joven que ha trabajado duro, y que después limpie todo sin que nadie se lo pida? Él no sólo hacía eso, ¡sino qué cantaba en voz alta y clara mientras lo hacía! Las palabras de los salmos de David llenaban el aire, danzando con melodioso gozo. Cualquier ángel maligno que hubiese estado merodeando por allí, de seguro habría salido disparado ante el sonido de semejante alabanza a Dios. Ángeles del cielo llenaban la habitación y se unían a la alabanza.

El joven Jesús tenía una personalidad triunfadora, llena de gracia. Entregaba todas sus energía a la felicidad de los demás. Dios podía decir con certeza “He aquí mi siervo… en quien mi alma tiene contentamiento” (Isaías 42:1). Marcos más tarde escribiría: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Marcos 10:45). Incluso siendo un niño.

 

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Dios les bendiga!!!

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