Lección 6 de Intermediarios
UN PADRE DESESPERADO
¿Recuerdas alguna ocasión en la que hayas pedido algo que no estabas seguro de conseguir? El padre de esta historia no estaba seguro, pero pensó que tal vez Jesús podría satisfacer su necesidad. Leamos a continuación acerca de lo que Jesús hizo para ayudar a este padre a tener una fe fuerte.
El Deseado de todas las gentes, pp. 167-170
“Al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —les dijo a sus discípulos—. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha, que envíe obreros a sus campo” (Mateo 9:36-38, NVI).
Jesús usa nuestro servicio para ayudar a otros a confiar en él.
¡Jesús se acerca! ¡Viene a nuestro pueblo! Toda persona enferma en Caná escuchó la noticia. ¿Te imaginas cómo sería que Jesús visitara tu ciudad?
“Tal vez, tal vez él pueda sanar a mi hijo” dijo un hombre judío de Capernaúm que trabajaba para el gobierno Romano. Él lo tenía todo, pero en esto, sin embargo, ya había perdido la esperanza al igual que los médicos. Una y otra vez ellos habían venido con sus medicinas y fórmulas, y una y otra vez le habían dado malas noticias, “Señor, no hay nada que podamos hacer. ¡Parece que la enfermedad que ha contraído su hijo es fatal!”
“Oh, hijo, por favor resiste un poco más” le dijo el padre suavemente. “Voy a buscar a Jesús, el gran sanador, tal vez él pueda ayudarte. Trataré de traerlo aquí” Entonces, salió en busca de Jesús por las calles de Caná.
“¿Dónde está Jesús, el gran sanador? ¿Lo han visto?” Preguntó el oficial real a los vendedores ambulantes.
Siguiendo cada pista, finalmente llegó a él. Se sorprendió al ver que Jesús era una persona vestida normalmente. No parecía tener mucho dinero o educación, por lo que el oficial se preguntó si realmente él podría ayudarle.
“Señor… mi hijo…” comenzó. No existe dolor semejante al de la pérdida de un hijo. Es el mismo dolor que el Padre experimentó cuando Jesús colgaba en la cruz. Jesús entendió lo que éste hombre sentía. Incluso antes de encontrarse con él, su corazón sintió compasión por este oficial real y anhelaba ayudarlo.
Jesús también sabía que el oficial había decidido probarle. Quería tener la certeza de que Jesús podría sanar a su hijo. Únicamente así, el oficial real creería que él era el Mesías prometido de Dios.
“Ustedes nunca van a creer si no ven señales y prodigios” dijo Jesús. El oficial real estaba impresionado de cómo Jesús podía leer sus pensamientos. Tal vez, después de todo, estaba delante de la presencia de Dios, ¡pero su fe era tan débil!
“¡Señor, baja antes de que muera mi hijo!” rogó el oficial real bañado en lágrimas. Desesperado y quebrantado, esperó la respuesta de Jesús.
Entonces Jesús, el Médico divino, sonrió. “Vuelve a casa, que tu hijo vive”, contestó amoroso. En ese instante la fe del oficial real creció. Sabía que su hijo estaría sano de nuevo. Más que eso, sabía que Jesús era el Mesías prometido del que había leído en los libros de Moisés. También creyó que Jesús podía sanar la enfermedad del pecado. En casa, un cambio milagroso había tomado lugar en el hijo moribundo.
¡Miren! exclamó uno de los sirvientes. “¡Le está volviendo el color a sus mejillas!” Otro siervo exclamó, “¡Se le ha ido la fiebre!”
A la mañana siguiente los siervos corrieron a encontrar a su amo para darle las buenas nuevas.
“Su hijo está bien” “¡Está vivo y bien!” se regocijaron mientras le contaban la historia al padre.
“¿Cuándo comenzó a mejorar?” preguntó el oficial curiosamente. “Sucedió ayer, como a las siete” replicó el siervo.
El oficial real asintió con su cabeza. Sabía que había sido en el momento exacto en que Jesús había dicho “tu hijo vive”. También había sido el momento en el que él había creído.
Cuando llegaron a casa, el padre tomó al hijo entre sus brazos y lo abrazó como abrazarías a alguien que amas y que ha sido sanado. Así será el abrazo que recibirás cuando llegues a tu hogar celestial, sanado para siempre del pecado.
El oficial real comenzó con una fe débil; entonces vio el amor de Jesús. Jesús nos llama a mostrar su amor en nuestro servicio a aquellos en necesidad. Entonces su fe en Jesús será fortalecida y sentirán también ese abrazo especial de bienvenida un día en el cielo.
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Dios les bendiga!!!
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