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Intermediarios | Lección 4: Promoviendo la paz | 4to Trimestre 2021 | Año B

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Intermediarios | Lección 4: Promoviendo la paz | 4to Trimestre 2021 | Año B

Lección 4 de Intermediarios

PROMOVIENDO LA PAZ

 

¿Hay algún mediador en tu familia? ¿Alguien que interviene cuando hay desacuerdos y las cosas parecen ponerse incómodas? Después de la muerte de Absalón, el Rey David se encontró en una situación en la que a menudo tenía que hacer las veces de mediador. No era tarea fácil.


Texto y clase de referencias:
2 Samuel 19; Patriarcas y profetas, p. 808
Versículo para memorizar:
“El fruto de la justicia se siembra en paz para los que hacen la paz” (Santiago 3:18, NVI).
Mensaje:
Resolver en paz los problemas de la comunidad es parte del propósito de Dios para nuestras vidas.

 

“¿Pero qué le pasa ahora al rey?” Exclamó Joab. Él, y el resto de la multitud en la puerta de la ciudad, podían oír el llanto desde la habitación de David. Absalón, el hijo rebelde del rey había muerto en combate, y eso había quebrantado el corazón de David.

“No puedo creer que el Rey esté lamentándose en un momento como este” se quejó Joab. “Que me perdone, pero su hijo era un traidor. Debería estar agradecido de que sus soldados salvaron el trono y vencieron a la partida de traidores seguidores de su hijo”. Joab apresuró su paso por las escaleras hasta la habitación del Rey. Entró súbitamente y lo reprochó, “Deberías salir a recibir a tus tropas jubiloso. Hoy es un día de celebración, no de lágrimas”. “¡El pueblo va a pensar que te importan más los rebeldes que quienes lucharon fielmente por ti!”

David escuchaba. Sabía que Joab tenía razón, por lo que después de unos minutos, lavó su rostro y bajó a la calle principal a saludar a los cientos de soldados que marchaban. Pronto la ciudad resonaba con los vítores.

Con la rebelión ya aplastada, David retomó el reinado. Sin embargo, aún había mucho de qué preocuparse. La Biblia dice que “el pueblo disputaba en todas las tribus de Israel” (2 Samuel 19:9). Algunos israelitas descontentos aún simpatizaban con los rebeldes.

“El rey está envejeciendo y ya su mente no es la misma” dijo alguien. “¡No puede gobernar ni a su propia familia!”.

“¿De qué hablas?” Inquirió otro, sonando sus dedos en la cara de la otra persona. “Él es lo mejor que nos ha podido pasar”, y así argumentaban y debatían.

¿Cómo puede Dios bendecirnos si no nos ponemos de acuerdo? Dijo el rey. No podemos llamarnos seguidores de Dios, y odiarnos unos a otros. David entraba y salía de las cámaras reales y oraba.


Entonces, David tuvo una brillante pero arriesgada idea. ¡Traigan a Amasá! dijo. “Quiero ponerlo a cargo de mi ejército”.

“¡Eso no puede ser verdad!” exclamó sorprendido uno de sus oficiales “¡Amasá era el general de los rebeldes! ¡Encontrará la manera de matarnos a todos en secreto!”.

“No lo creo” respondió David. “Él es un hombre de buen corazón, y si mostramos confianza en él, aprenderá a confiar en nosotros. Es alguien de mucha utilidad como para tenerlo apartado e ignorado”.
David tenía razón. Con bondad se ganó el corazón de su antiguo enemigo, y a su vez, Amasá ganó a muchos nuevos adeptos para el rey.

Finalmente, David decidió que era hora de volver a Jerusalén. Comenzó el viaje, y la caravana pronto alcanzó la costa este del río Jordán. “¿Quién es ese que viene cruzando el río?” preguntó un soldado. “No puede ser Simí, ¿o sí? Ese problemático, y boca suelta”.

“Seguro es Simí” replicó otro soldado. “Él fue quien maldijo al rey cuando estábamos escapando de los rebeldes. ¿No nos lanzó rocas desde las colinas? ¡Permítanme ponerle fin a ese pillo con mi espada!”
Pero David avanzó y dijo “Simí, es un gusto verte de nuevo”.

Simí saltó de su caballo, se echó al piso y dijo, “Oh, su majestad, lamento lo que he hecho. Le imploro que me perdone. Debí haber estado loco”.

Como rey, David pudo haber hecho que Simí fuese ejecutado de inmediato. Sin embargo, le extendió su mano y dijo, “Te perdono. Olvidemos el pasado”.

Más tarde, David resolvió una amarga disputa entre dos personas importantes, Siba y Mefiboset. Ellos se acusaban mutuamente de mentirle a David y de jugar sucio en relación a propiedades valiosas. El rey sabiamente decidió “Dejen de culparse y de quejarse. Eso ya no importa. Lo importante ahora es trabajar juntos”. Entonces dividió sus tierras en partes iguales.

La influencia de David continuó esparciéndose por toda la nación, hasta que la unidad fue restaurada totalmente. A pesar de que cometió muchos errores, aprendió también a ser un mediador. Sabía que dar lo mejor de sí para ayudar a los demás también era una parte importante al seguir a Dios.

 

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Dios les bendiga!!!

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