Lección 3 de Intermediarios
PADRE DOLIENTE, REY VICTORIOSO
¿Alguna vez te perdiste? ¿Te detuviste para pedir direcciones? La mayoría de las personas lo hacen en una situación así. Sin embargo, hay personas que no les gusta seguir indicaciones. Ellos creen saber el mejor camino. Hace mucho tiempo, Joab, uno de los generales de David, pensó de esa manera. Pero, ¿tenía él razón? ¿Qué piensas tú?
2 Samuel 16:15-18:33.
“Pero yo os digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos”. (Mateo 5: 44,45, NVI).
Reflejamos el amor de Dios cuando somos pacientes y tolerantes con los demás.
“Abisai, toma una
tercera parte del pueblo bajo tu mando. Itai, tú otra tercera parte, y Joab…”
dijo David mirando fijamente a su amigo de siempre, “Encárgate del resto”.
David pasaba revista a su pequeño ejercito, pero se sentía muy cansado. Había caminado toda la noche con sus hombres, para escapar cruzando el ancho río Jordán. ¡El rey de Israel estaba en el exilio. Su hijo Absalón se había rebelado, y estaba tratando de matarlo y gobernar en su palacio!
David estaba exhausto, pero además estaba perplejo y triste. Sin embargo, a pesar de que Absalón había engañado a David y planeaba matarlo, él no podía dejar de amar a su hijo. Abisai, Itai y Joab estaban listos para enviar a sus hombres a la batalla. David permaneció junto a la puerta, observando la partida de cientos de hombres que amaban lo suficiente al rey como para luchar por él.
“Abisai, Itai, Joab”, dijo David, “Traten amablemente a Absalón”. Mientras hablaba, todos los soldados escuchaban. A pesar de todo lo que había pasado, David quería que su hijo viviera. Esperaba que algún día él y Absalón volverían a reunirse.
La batalla arreció. El ejército de David luchó con fuerza y valor. Muchos pelearon en el bosque, y fue allí que los soldados encontraron a Absalón cabalgando sobre un mulo. En su apuro por escapar, Absalón pasó por debajo de una gran encina, su cabello se enredó en las ramas mientras la mula continuó su camino. ¡Absalón quedó colgando del árbol! Entonces, uno de los soldados corrió hacia Joab. ¡Nuestro enemigo está colgando de un árbol!” gritó con fuerza.
“¿Por qué no lo mataste?” Preguntó Joab. “¡Te habría dado 10 piezas de plata y un cinturón de guerrero!” “¡Yo no habría hecho eso!” Dijo el hombre, “Aun si recibiera mil monedas, yo no alzaría la mano contra el hijo del Rey. Todos oímos cuando el Rey ordenó que no le hicieran daño al joven Absalón”.
“¡No voy a malgastar mi tiempo contigo!” replicó Joab impaciente. Entonces, Joab tomó tres lanzas con sus ásperas manos, se dirigió hasta el árbol en donde colgaba el joven Absalón, y las clavó en su cuerpo. Acto seguido, los diez escuderos de Joab rodearon el cuerpo de Absalón para asegurarse de que estaba muerto, lo colocaron en un hoyo y lo cubrieron de piedras.
Joab sonó la trompeta y ordenó a las tropas de Israel que pararan de pelear.
La batalla había acabado. Entonces, Ajimaz, un leal seguidor del Rey, dijo.
“Déjame ir corriendo a avisarle al rey que el enemigo ha sido derrotado”. Pero
Joab se dirigió a un cusita y le ordenó que llevara el mensaje.
Ajimaz seguía ansioso. “Déjame ir también”, insistía.
Joab respondió entonces “Anda, pues. Pero no digas al rey que Absalón está muerto”. El ansioso joven salió corriendo tan rápido, que se adelantó al cusita.
El centinela de guardia en el muro de la ciudad, anunció a David que dos hombres se acercaban y que uno de ellos era Ajimaz.
“¡Bien!” dijo David. “¡Debe traer buenas noticias!”
“Todo está bien” dijo Ajimaz al llegar, postrando su rostro a tierra frente a David. “Dios ha vencido a los hombres que intentaban matarle” “¿Cómo está Absalón?” preguntó David inmediatamente, pero Ajimaz tartamudeó algo acerca de una confusión en el campo de batalla.
“Espera aquí” dijo David, mirando al cusita que se acercaba corriendo. “¡Buenas noticias!” informó el cusita. “El Señor lo ha librado de sus enemigos”
Pero David no estaba tan preocupado por su propia victoria como lo estaba por el bienestar de su hijo. “¿Pero está vivo Absalón?” Preguntó el rey ansioso. “¡Desearía qué todos los enemigos del rey tuvieran la misma suerte que tuvo ese joven!” respondió el cusita.
Al oír eso, David supo que Absalón había muerto, y con un inmenso dolor subió a su cuarto privado. “¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar! clamó mientras lloraba.
Después de esto David pronto fue restaurado al trono. Todo parecía estar bien, excepto el corazón de David, que sufría por Absalón. Eso le dolió por mucho tiempo. Misterioso el amor de un padre por su hijo, es el mismo tipo de amor que Dios siente por sus hijos, incluso por aquellos que se rebelan contra él, y es el mismo amor que él nos dará para sentir unos por otros.
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Dios les bendiga!!!
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