Lección 8 de Intermediarios
MIGAJAS PARA LOS PERROS
¿Recuerdas algún momento en el que deseaste tener algo, pero pensaste que no podías obtenerlo por lo que eras? ¿Pertenecías a algún grupo específico de personas? La historia de hoy trata de una mujer que tuvo una experiencia similar.
Marcos 7:24-30; El Deseado de todas las gentes, pp. 365-370
“No hay diferencia entre judío y gentil, pues el mismo Señor es Señor de todos, y bendice abundantemente a cuantos lo invocan, porque todo el que invoque el nombre del Señor será salvo” (Romanos 10:12,13, NVI).
Jesús nos llama a servir a todas las personas, sin importar cuán diferentes sean de nosotros.
“¡Jesús, por favor, ayúdanos! ¡Mi hija está poseída por un demonio!” dijo llorando la mujer, mientras se postraba de rodillas frente a él. “¡Es atormentada día y noche!, por favor ayúdala. Sé que tú puedes” suplicó la mujer. “He tratado de buscar la ayuda de los dioses” continuó, “pero ellos no han hecho nada por mí. Señor, tú eres mi única esperanza”. Jesús ignoró a esta mujer con un propósito. Pretendiendo no escucharla, pasó en medio de la multitud en ruta hacia Tiro y Sidón.
“¡Por favor, Señor!”. La mujer lo siguió y continuó rogándole. “Mi hija
necesita tu ayuda. ¡Yo necesito tu ayuda!” suplicaba.
Finalmente Jesús echó una fría mirada hacia esta pobre mujer marginada,
era griega; es decir, miembro de una clase de personas odiadas y despreciadas
por los judíos de aquella época. Jesús le dijo, “Deja que primero se sacien los
hijos, porque no está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros.
Lo que te quiero decir es que Dios debe cuidar primero a sus hijos, primero, los
judíos”.
“Échala de aquí Jesús” le pidieron los discípulos
al escuchar su respuesta. “Esta mujer te está
molestando. Tú tienes cosas más
importantes que hacer, no puedes
estar perdiendo el tiempo
curando a una sirofenicia” dijeron. Seguramente él tampoco desea tener
algo que ver con ella, pensaron. A nadie le gusta esta clase
de gente.
Pero esta mujer no aceptaba un “no” como respuesta. Ella
miró más allá de la aparentemente fría respuesta de Jesús. Vio en
él a un hombre que se preocupaba por los demás, que cumplía
las características de aquél de quien tanto había escuchado hablar,
un hombre que “sanaba toda clase de enfermedades” (El Deseado de
Todas las Gentes, p. 365).
“Lo que dices sobre los perros es cierto, Señor”, respondió la
mujer sirofenicia. “Pero hasta los perros comen las migajas que caen
de la mesa los amos” añadió humildemente.
¿Qué importancia tenía que se le viera como a un perro? Hasta
los perros gozan de ciertos privilegios, razonó ella.
¡Qué fe! Debe haber pensado Jesús. He aquí, en una tierra de
odiados, una mujer que ha tenido pocas oportunidades de aprender
acerca de la verdad. Pero aun así, ella cree que puedo hacer lo que me
pide, y sabe quien soy, ¡su Salvador y Redentor! ¡Esta es una mujer de fe!
“¡Mujer, tienes una gran fe!” le dijo Jesús. “Y por causa de tu fe,
te concedo lo que me pides”.
“¡Gracias!, ¡gracias!” la mujer regocijada
se apresuró a ir su casa para ver a su hija
sana, liberada para siempre de los demonios.
¿Puedes imaginarte la conversación de los discípulos ese día? Bien, “lo hizo
de nuevo. ¡Qué lección aprendimos hoy!” los discípulos deben haberse dicho
unos al otros.
“Yo pensé por la manera en que Jesús le habló a esa mujer, que no quería
nada con ella” tal vez admitió uno de ellos.
“Yo también” añadió otro. “Cuando nos estaba fastidiando y le dije que la
echara, pensé que estaría contento de deshacerse de ella, pero ahora veo que
Jesús quiere ayudar a las personas sin importar su clase social, o lugar de
procedencia”.
“Tienes razón” posiblemente dijo otro. “Tenemos mucho trabajo por hacer.
Piensen en toda la gente que aún no ha escuchado de Jesús. Muchos de ellos
son personas marginadas, rechazadas, y con muchos problemas. Es más, la
mayoría no sabe nada acerca de las buenas nuevas del evangelio. Me parece que
Jesús está tratando de decirnos que debemos ayudar a todos, sin importar de
dónde vengan o vivan”.
La lección que los discípulos aprendieron ese día es también una lección para
ti y para mí. A nuestro alrededor hay personas que necesitan el toque amoroso
de alguien que se ocupe de ellos. No importa si son negros, blancos, cristianos o
no cristianos, nativos o extranjeros, siempre alguien necesita nuestra ayuda.
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Dios les bendiga!!!
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