Lección 12 de Intermediarios
EL REGALO DEL CIELO
Ah, otro día sombrío. Nada emocionante va a pasar. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste así? Juan el discípulo probablemente se sentía así en la isla de Patmos. Pero algo emocionante le sucedió un día, ¡tuvo una visión del cielo y de la tierra nueva! Imagínatela.
Apocalipsis 21; 22; El conflicto de los siglos, pp. 732-737
“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido” (Apocalipsis 21:1,2, NVI).
La vida eterna es nuestra cuando aceptamos el regalo de Dios.
Juan estaba petrificado. No tenía idea de quién le estaba hablando. Volteó a mirar de dónde provenía la voz, y vio siete candeleros de oro. Pero lo que realmente cautivó su atención fue la persona que vio caminando entre ellos. Era un hombre vestido con una túnica blanca y larga, con un cinto de oro sobre su pecho. Brillaba con un resplandor deslumbrante, y su voz era como el estruendo de una catarata. Este debe ser Jesús, se dijo Juan asombrado.
Entonces Jesús, colocando su mano sobre el hombro de Juan, le dijo: “No temas”. “Yo soy el primero y último; y el que vivo, y estuve muerto; más he aquí que vivo por los siglos de los siglos” (Versículos 17,18).
Jesús le dijo a Juan muchas cosas acerca del pueblo de Dios y la iglesia cristiana a través de las edades. Como si estuviera observando una película en una pantalla gigante, Juan observaba con asombro mientras Jesús le mostraba los emocionantes eventos que algún día serían realidad. Algunas de las cosas que Juan vio eran difíciles de entender para él, pero hubo una escena que Juan entendió sin problemas. Fue una visión gloriosa del cielo nuevo y la tierra nueva, el lugar maravilloso que Dios ha preparado para que vivan sus hijos. “Yo Juan vi la… nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Apocalipsis 21:2).
Mientras admiraba esta asombrosa ciudad, resplandeciente como el cristal con el sol brillante, Juan escuchó una voz que decía que ahora Dios viviría con su pueblo. Juan debe haberse secado las lágrimas. La voz dijo que ya no habría más tristeza, ni llanto, ni dolor. Todo será hecho nuevo. Juan miró asombrado cómo la ciudad bajaba y se asentaba en el lugar donde antes había estado Jerusalén, antes de que Dios limpiara la tierra y la hiciera nuevamente. La visión era tan sobrecogedora, que Juan apenas pudo encontrar las palabras para describirla. Era más bella que cualquier cosa que haya podido ver.
Juan la describe más o menos así:
“La ciudad de oro forma un cuadrado perfecto, con tres puertas hechas de perla en cada lado. Alrededor de la ciudad hay un muro hecho de piedras preciosas brillantes y hermosas. Las calles están hechas de oro sólido, ¡pero al mismo tiempo son transparentes!
“La presencia de Dios y de Jesús hace que la ciudad sea tan brillante, que no hay necesidad de sol ni de luna. En esta ciudad las puertas nunca se cierran, porque no hay noche ni nadie que robe. Sólo aquellos que han vencido al pecado, y cuyos nombres están escritos en el libro de la vida, pueden vivir en ella”.
“También vi un río, el río de la vida, claro como el cristal, que fluía desde el trono de Dios hacia la ciudad. En medio de la ciudad, a ambos lados del río, estaba el árbol de la vida, el cual da 12 clases de frutas cada año”. ¿Te imaginas eso? ¡Una fruta diferente cada mes!
Pero la mejor noticia que Juan escuchó ese día, es que Jesús viene pronto. “Ciertamente vengo en breve” dijo Jesús. “Más pronto de lo que piensas”.
Cuando Jesús regrese, él quiere llevarnos a ti y a mi al cielo, a vivir con el para siempre. ¿Estás planeando aceptar el regalo de la vida eterna?
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Dios les bendiga!!!
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