Lección 11 de Primarios

¿UN REGALO PARA MÍ?

María estaba tan feliz que no podía dejar de sonreír. Ella amaba a los bebés, ¡y su mamá pronto llegaría a la casa trayendo un bebé! La navidad pasada, había recibido una hermosa muñeca Bebé como regalo. Ahora tendría un bebé de verdad para jugar y amar.
¡Qué regalo perfecto —mucho más que su muñeca bebé! Hace muchos años, otra familia estaba muy feliz por el regalo de un bebé especial. ¿Quién piensas que era?

Texto y clase de referencias:
Lucas 2:1-7; El Deseado de todas las gentes, pp. 29-33.

Versículo para memorizar:
“Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre” (Santiago 1:17, NVI).

Mensaje:
Dios da regalos perfectos y su mejor regalo es Jesús.

María sonrió al pensar en eso. No podía contener la alegría. María tenía un gozo dentro que nadie podía quitar. Muy pronto iba a tener un bebé especial. Cristo el Señor.

Desde el momento que el ángel le había dicho, no dejaba de meditar en ello. En primer lugar, quería saber por qué Dios la había escogido a ella. Era cierto que ella y José provenían de la casa de David. Y la Palabra de Dios decía que el Mesías vendría de esa familia. Pero ellos vivían en la ciudad equivocada. El profeta Miqueas había profetizado que el Mesías vendría de Belén, la ciudad de David. Pero José y María vivían en Nazareth.

Entonces una noticia importante llegó a su aldea. El emperador Augusto había decidido tomar un censo. Quería saber cuántas personas vivían en el imperio. Esto significaba que cada familia tenía que ser contada. Y todos tendrían que ser registrados en el lugar de los antepasados del padre. Esto significaba que a José le tocaba ir a Belén.

Era casi tiempo para que naciera el bebé, y Dios había arreglado todo. Su hijo nacería en Belén, tal como el profeta lo había dicho. Y precisamente, el gobierno requería que fueran a Belén.

El viaje fue lento y cansado. Los caminos estaban llenos de viajeros. A veces el polvo se introducía en la garganta de María y se le enrojecían los ojos.

Cansados y preocupados, llegaron por fin a Belén. Pero José no encontraba ningún lugar donde hospedarse. Nadie tenía una habitación desocupada. Aun los portales estaban llenos de cansados viajeros. José estaba desanimado. María estaba agotada.

Finalmente, un mesonero tuvo compasión de ellos. Vio la condición de María y se dio cuenta que esta lista para tener su bebé. “Lo siento mucho”, se disculpó, “todos las habitaciones están ocupadas. Pero hay un lugar en el establo. Si ustedes...”

“Lo tomamos”, repuso José. “Estamos contentos de tener un lugar”.

Los animales lamían los restos de comida en los pesebres. Masticaban y rumiaban su comida y bufaban y resoplaban. Pero había bastante paja y estaba limpia y seca.

Esa noche nació el niño Jesús. María lo envolvió cuidadosamente con la suave manta que había traído de su casa. Lo acarició, llena de admiración con todo lo que pasaba. Finalmente, lo puso en el pesebre que José había preparado con dulce y limpia paja.

Maria se dejó caer en la cama suave de paja que José había preparado para ella.

¡Nunca antes en su vida se había sentido tan cansada! Pero también estaba feliz y contenta. Dios había cumplido su palabra. Le había dado el regalo perfecto. Jesús es también para nosotros el regalo perfecto.

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