Lección 11 de Primarios
¡HOMBRE AL AGUA!
¿Alguna vez te han pedido que hagas algo que realmente no quieres hacer? Tratas de olvidarlo o ignorarlo. Pero finalmente lo tienes que hacer. Entonces ya sabes cómo se sintió un amigo de Dios.
Jonás 1: 10-17; 2:1-20; Profetas y reyes, pp. 200, 201
"Si confesamos nuestros pecados [...] Dios [...] los perdonará" (1 Juan 1:9).
Dios me ayuda a reconocer mis errores y a corregirlos.
Jonás había huido de Dios. No le importaba a dónde iba, con tal de que fuera lo más lejos posible de Nínive. Ahora se encontraba viajando en un barco rumbo a Tarsis, [España] que quedaba muy, muy lejos de Nínive.
¡Cuán errado estaba Jonás! Dios sabía exactamente dónde estaba y qué estaba haciendo. Dios envió una terrible tormenta que amenazaba con hundir el barco. Los marineros estaban aterrorizados. Nunca habían visto una tormenta como esa.
Al hacerle preguntas a Jonás, echaron la suerte y supieron que el Dios de Jonás había enviado la tormenta. Jonás lo admitió. Entonces le preguntaron:
—¿Qué has hecho? ¿Por qué está tan enojado tu Dios contigo?
—Estoy huyendo de algo que quiere que haga —les contestó Jonás—. Dios desea que vaya a Nínive, pero es un lugar muy malo. No quería ir allí, así que me escapé del Creador de la tierra y el mar. La única forma de calmar esta tormenta es que me arrojen del barco.
—¡Nunca!, no podemos hacer eso —dijeron los marineros—. No te arrojaremos al mar. ¡Te morirías!
Pero las olas crecieron más y más. El viento sopló aun más fuerte. Los relámpagos brillaban en el cielo y los truenos rugían de una manera que nunca habían visto antes. Los marineros trataron más firmemente de llevar el barco a la orilla, pero no pudieron hacerlo.
—¿Estás seguro que si te tiramos al agua se va a calmar esta terrible tormenta? —le preguntaron a Jonás los marineros.
—Sí —respondió Jonás—, deben tirarme por la borda.
Los hombres le creyeron a Jonás y le rogaron a Dios: "No nos hagas culpables de matar a este hombre". Entonces arrojaron a Jonás al mar. Cuando Jonás desapareció bajo las olas, el viento inmediatamente dejó de soplar. También cesaron los truenos y relámpagos. El mar nuevamente se calmó. Los marineros no podían creer lo que veían. Inmediatamente ofrecieron sacrificio y oraron al Dios de Jonás, prometiéndole que lo servirían. Jonás se hundía más y más en el agua.
Todo estaba frío, mojado y oscuro. Comenzó a sentir algas marinas enredadas en sus pies. De pronto sintió algo diferente. No se estaba hundiendo más. Estaba dentro de algo. Allá adentro estaba húmedo, cálido y viscoso. Olía a pescado. De hecho, olía terriblemente mal.
Dios había preparado un gran pez para que se tragara a Jonás. Y Jonás todavía estaba vivo.
Jonás empezó a pensar acerca de lo que había hecho. Sabía que Dios todavía lo amaba a pesar de que había huido de él. Así que oró:
"Gracias por escuchar mi oración. Al hundirme en las aguas estaba seguro de que moriría. Podía sentir las algas entre mis pies y se me hacía difícil respirar. Gracias por salvarme. Me has devuelto la vida. Sé que eres el Dios más maravilloso. Eres un Dios de poder, no como los dioses de madera o piedra. Haré cualquier cosa que me pidas que haga. Mi vida te pertenece".
Después de tres días, el gran pez vomitó a Jonás en la playa, sobre tierra seca. Los marineros habían sufrido por causa de Jonás. Pero habían aprendido también acerca del verdadero Dios, el Dios que creó la tierra y el mar.
Dios todavía amaba a Jonás. Y Jonás aún le pertenecía al Señor. Era todavía parte de la familia divina y Dios tenía todavía un trabajo para que Jonás hiciera. A veces cometemos errores así como Jonás. Pero Dios nos ama de la misma manera como amó a Jonás. Le pertenecemos a él aun cuando cometemos errores.
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Dios les bendiga!!!
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