Lección 13 de Primarios

LECCIONES DE UN GUSANO

—¿Qué te pasa? —le preguntó su mamá a Catalina mientras ella y su hermanito Jeremías subían al automóvil.
—Me saqué otra vez una calificación muy mala en mi prueba de ortografía —se lamentó Catalina—. Y tú dijiste que me ibas a castigar si sacaba otra mala calificación en ortografía.
Jeremías se sonrió. Recordaba cuando su mamá no lo había dejado salir a jugar por no estudiar su clase de ortografía.
—Lo siento mucho, Catalina —le dijo su mamá—. Te voy a ayudar a estudiar tus palabras después de la cena.
Jeremías se enojó mucho. ¿Por qué su mamá no iba a castigar a Catalina como dijo que lo haría? Jonás se sentía de la misma manera que Jeremías. Vamos a ver cómo reaccionó.

Texto y clase de referencias:
Jonás 4; Profetas y reyes, pp. 203-208.

Versículo para memorizar:
"¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!" (1 Juan 3:1).

Mensaje:
Soy feliz cuando otros se unen a la familia de Dios.

La cara de Jonás se puso roja de ira. Hasta rechinaba los dientes. ¡Dios había cambiado de opinión! ¡Dios no iba a destruir la ciudad de Nínive después de todo! Jonás apretó los puños. Estaba tan enojado que quería pegarle a alguien.

—¡Yo sabía que ibas a hacer eso! —le dijo muy enojado a Dios—. Es por eso que traté de huir a Tarsis. ¡Tú eres un Dios amante y misericordioso. Eres paciente y bueno. Yo sabía que podías cambiar de opinión y no destruir a esa terrible gente! ¡Ahora mátame si quieres! —gritó Jonás—. Es mejor morir, siendo que nada de lo que predije va a suceder.

El Señor le contestó:

—¿Es correcto que estés tan enojado por eso?

"Tal vez algo le suceda a Nínive después de todo", pensó Jonás. Entonces decidió subir a un lugar alto desde donde pudiera observar la ciudad. Hacía mucho calor a la orilla de la montaña. Jonás se hizo una enramada con ramas de árbol para protegerse del sol. Entonces se sentó a esperar.

De pronto sucedió algo inesperado. Dios hizo que una calabacera con grandes hojas verdes creciera junto a la enramada de Jonás. Jonás se fijó en esa planta. ¡Nunca había visto algo como eso! ¡Nunca había visto crecer tan rápido una planta! Seguía y seguía creciendo. El tallo se hizo más grande y grueso. Grandes hojas siguieron apareciendo y se acomodaban una junto a la otra.

La calabacera subió arriba de la enramada de Jonás. Se convirtió en un cómodo lugar sombreado para estar allí. Jonás se sonrió. Era muy bueno no tener que quemarse bajo el sol. Jonás estaba muy complacido con la planta.

Jonás pasó toda la noche en su pequeño refugio. Muy temprano, la mañana siguiente, Dios preparó un gusano que se comió el tallo de la planta de Jonás. Por supuesto que la planta se murió y se secó. Ya no podía proteger a Jonás de los rayos del sol. El día se hizo más y más caliente y Dios envió un viento candente que sopló sobre Jonás. El viento sopló y sopló y el sol lo quemaba. Jonás estaba enojado y se sentía miserable.

—¡Es mejor morir que soportar esto! —exclamó.

Entonces Dios le habló otra vez:

—¿Está bien que te enojes tanto porque murió esta planta?

—¡Sí! —respondió Jonás.

—Te sientes triste por la calabacera, aunque no fuiste tú quien la hizo crecer. Y una planta no vive mucho tiempo de todos modos —le dijo Dios—. Nínive tiene 120.000 personas viviendo allí, además de todos los animales. Yo los hice a todos y los amo. ¿No tenía yo más razón de sentirme triste por ellos que tú por la calabacera que se murió? Jonas estaba confundido. No entendía por qué Dios había perdonado al pueblo de Nínive (ver Profeta y reyes pp. 203, 204). Pero él sabía del amor y la misericordia de Dios. Años más tarde, Jesús habló de la buena obra que Jonás había hecho. (Ver Mateo 12:40, 41.)

Esta historia nos muestra lo amante y paciente que es Dios. Él desea que estemos felices cuando otros se unen a su familia.

LECCIONES DE PRIMARIOS