Lección 3 de Primarios
¡AGUA DE VIDA!
Una mañana, María tuvo una sorpresa en la escuela. Una nueva alumna estaba sentada a su lado. La maestra la presentó a las niñas:
—María, esta es Pei Ling. Ella y sus padres vienen de China.
–Es un placer conocerte y darte la bienvenida a nuestra escuela —la saludó María.
–Gusto de conocerte –le contestó Pei Ling con fuerte acento extranjero. Esa noche María la pidió a Jesús que le ayudara a ser amiga de Pei Ling. Qué bueno que María le pidió ayuda a Jesús. ¡Jesús sabe cómo ser buen amigo de todos!
Juan 4:1-42; El Deseado de todas las gentes, pp. 155-165.
"Pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás" (Juan 4:14).
Jesús es amigo de todos.
Cierto día Jesús y sus discípulos caminaban por Samaria en su camino rumbo a Galilea. Los judíos y los samaritanos eran acérrimos enemigos. Nunca se hablaban entre ellos. Los samaritanos tenían diferente religión y no tenían trato con los judíos.
Jesús se sentó junto a un pozo en las afueras del poblado de Sicar. Estaba cansado, sentía hambre y tenía mucha sed; estaba solo. Los discípulos entraron al pueblo a comprar algo de comer.
Era pleno mediodía y todos los samaritanos estaban dentro de sus casas. Generalmente venían siempre muchas personas a este pozo llamado pozo de Jacob. Pero cuando Jesús se sentó a su lado, solamente una mujer vino a sacar agua.
–¿Me puedes dar un poco de agua? –le pidió Jesús a la mujer.
La mujer se volvió para mirarlo. “¿Le estaba acaso hablando a ella este judío? —pensó la mujer— ¿Por qué le habría de hablar un judío a una samaritana?” ¡Los judíos no les hablaban a los samaritanos!
—¿Por qué tú que eres judío me pides agua para beber? —le contestó la mujer a Jesús. –Si tú me pidieras agua –le dijo Jesús– no te la negaría. Yo te daría un poco y nunca jamás volverías a tener sed.
La mujer lo escuchó. ¿No tendría sed nunca más? Se olvidó que se suponía que no debía hablar con un judío. Ahora solo podía pensar en esa agua pura y clara. Quería de esa agua especial para ya nunca volver a tener sed. Entonces Jesús le explicó. El agua de la que estaba hablando era realmente la vida eterna, la cual recibimos cuando creemos en Jesús y elegimos servirlo.
La mujer creyó. Y quería también que otros creyeran y recibieran el agua que Jesús le había prometido. Rápidamente corrió a la ciudad.
–Vengan –invitaba a otros–. Escuchen a un hombre que tiene un maravilloso mensaje.
Jesús se quedó dos días en Sicar, derramando el agua de vida sobre todas las personas que lo escuchaban allí. A Jesús no le importaba que esas personas fueran diferentes a él. No le importaba que tuvieran otra religión. No le importaba que los judíos los odiaran. Jesús ama a toda la gente de nuestro mundo. Cada persona es amiga de Jesús, no importa dónde viva, o cuál sea su apariencia. Y Jesús desea que nosotros hagamos amigos para él, no importa cuán diferentes sean de nosotros.
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Dios les bendiga!!!
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