Lección 6 de Primarios
NAAMÁN Y EL RÍO LODOSO
¿Te puedes tocar los codos? Ahora talla suavemente las puntas de tus dos dedos índice. ¿Cuál toque sientes más? Hay muchos más nervios en tus dedos que en tus codos. Dios nos dio nervios especiales para ayudarnos a saber cuándo estamos tocando algo caliente, frío, duro, suave o doloroso. Las personas que tienen lepra pierden la habilidad de sentir esas cosas. Eso es lo que le pasó a un hombre que tenía lepra.
2 Reyes 5:1-16; Profetas y reyes, pp. 184, 186.
"De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia" (Juan 1:16).
La gracia de Dios es para todos.
Naamán era el general del ejército de Siria. Era famoso por sus batallas. Además, era muy amigo del Rey.
Cierto día, este gran militar se enfermó gravemente. Su piel comenzó a secarse. Se volvió blanca y comenzó a caérsele. Estaba perdiendo la habilidad de sentir. Naamán tenía lepra, una enfermedad que ningún médico podía curar.
Una jovencita israelita ayudaba a la esposa de Naamán en las tareas de la casa. Era una niña que habían traído cautiva de uno de los ataques a Israel. Esta jovencita vivía ahora muy lejos de su hogar, en la casa de sus enemigos. Pero ella no se había olvidado de las grandes cosas que Dios había hecho por Israel.
–¿Por qué no va su esposo y le pide al profeta en Israel que lo sane? –le preguntó a la esposa de Naamán–. Eliseo lo podría curar de la lepra.
Naamán había visto ya a todos los médicos en Siria y había probado toda medicina. Pero nada había servido. Eliseo era su última esperanza.
¡Qué extraño debe haber parecido! Naamán iba al frente de varios soldados. Detrás venía un cargamento de regalos para pagar por esa cura milagrosa.
Pero Eliseo no le dio a Naamán ninguna medicina. No quemó incienso ni dijo palabras mágicas. Simplemente le dijo a Naamán que fuera a bañarse al río. Pero no a cualquier río, sino al río Jordán que pasaba cerca.
Naamán estaba realmente frustrado ¡Eliseo ni siquiera había hablado con él! Él había esperado que el Dios de Israel hiciera algo más grandioso. Pero todo lo que le dijo fue que se bañara en un río sucio y turbio. Y no una, sino ¡siete veces! Ya estaba listo para regresar a su casa. Los ríos cerca de su casa en Damasco eran más caudalosos y estaban más limpios. ¡El Jordán era una corriente lodosa un poco más ancha que un paso de camello!
Afortunadamente, uno de los siervos de Naamán lo detuvo.
–Si Eliseo te hubiera pedido que hicieras algo grande o difícil, ¿lo habrías hecho? –le preguntó.
“Por supuesto que lo habría hecho” —pensó Naamán. Él había conquistado países enteros. No había cosa grande que él no pudiera hacer. Excepto sanarse a sí mismo.
El siervo continuó diciendo:
–Entonces, ¿por qué te resulta tan difícil hacer esta cosa tan pequeña? Naamán lo pensó, entonces cambió, haría lo que el profeta de Dios había dicho.
Naamán fue al río Jordán y se sumergió en el agua seis veces. No ocurrió nada. Al salir del agua la séptima vez, algo cambió. Ya no tenía esa piel pálida y seca. ¡Estaba cubierto con la piel suave y bronceada de un hombre joven!
No solamente había cambiado por fuera. Naamán también había cambiado por
dentro, y dijo:
—Yo sé que el Dios de Israel es el único Dios verdadero.
Solamente el amor de Dios pudo hacer que una niña cautiva fuera bondadosa con sus captores. Solamente el poder de Dios podía obrar milagros a través del profeta Eliseo. Y únicamente la gracia de Dios podía sanar a un guerrero extranjero de sus pecados y enfermedades.
Dios desea dar sus regalos de gracia a todos, incluyéndote a ti.
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Dios les bendiga!!!
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