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Primarios | Lección 12: ¡Perdonados! | 3er Trimestre 2022 | Año C

Primarios | Lección 12: ¡Perdonados! | 3er Trimestre 2022 | Año C

Lección 12 de Primarios

¡PERDONADOS!

 

Nota para los padres: Asegúrense de que sus hijos entienden bien que el perdón no se puede exigir. No deben decir "te perdono" a menos que realmente así lo deseen. Sea paciente. Anímelos y enséñeles a orar en busca de ayuda divina.

¿Alguna vez una persona que amas te hizo estar triste o hirió tus sentimientos? ¿Se te hizo fácil perdonarla? ¿Por qué sí, o por qué no? Vamos a descubrir cómo trató José a sus hermanos después de que ellos le causaron mucho sufrimiento.


Texto y clase de referencias:
Génesis 42:1 al 45:15; Patriarcas y profetas, pp. 225-234.
Versículo para memorizar:
"No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará" (Lucas 6:37).
Mensaje:
Dios me ayuda a perdonar a quienes, en mi familia, me tratan mal.

 

Muchas personas fueron crueles con José. Sus hermanos lo vendieron como esclavo. Potifar lo mandó a la cárcel. Pero Dios lo bendijo. De hecho, el Faraón lo puso a cargo de toda la tierra de Egipto.

Así como José lo había predicho, Egipto tuvo abundancia de alimentos durante siete años. Cada año José guardaba cuidadosamente el grano sobrante. Sabía que vendría una terrible hambruna. Cuando llegaron los años de sequía, José tenía abundancia de grano para venderlo a la gente hambrienta.

Cierto día llegaron diez hombres de un país extranjero a comprar alimento. Se inclinaron delante de José.

Al verlos, José reconoció a sus diez hermanos. No los había visto desde que lo habían vendido como esclavo.

José quería estar seguro de que sus hermanos habían cambiado, así que decidió ponerles una prueba.
–Ustedes son espías –les dijo–. Han venido a ver cuán fuertes somos.

–Oh, no, señor, no somos espías –contestaron los hermanos–. Hemos venido a comprar alimentos para nuestras familias. Todos nosotros somos hijos de un solo hombre. Éramos doce hermanos. Uno se quedó en casa y el otro ha muerto.

Pero José no estaba muerto.

–Tráiganme a su otro hermano. Si no lo hacen, entonces pensaré que realmente son espías –ordenó José–. Su hermano Simeón se quedará prisionero aquí mientras ustedes buscan a su otro hermano.

Los preocupados hermanos comenzaron su viaje de regreso a casa. En el camino, uno de ellos abrió su costal de alimentos y encontró dinero en él.

–¿Qué es esto? –le dijo a sus hermanos–. ¡El dinero que pagué por este alimento está en mi saco! ¿Qué va a hacer ahora el gobernador?

Cuando los hermanos llegaron a su casa, le contaron a su padre lo que había pasado.

–Tenemos que llevar con nosotros a Benjamín –le rogaron–. Esa es la única manera como podemos probar que no somos espías. Y tenemos que ayudar a regresar de Egipto a nuestro hermano Simeón.

–¡No!, ¡nunca! –les respondió su padre–. He perdido a José. ¡Ya no puedo perder otro hijo! Unos meses más tarde, los hermanos vinieron a ver nuevamente a su padre.

–Nuestros hijos se están muriendo de hambre –le suplicaron–. No tenemos más alimentos. ¡Debemos regresar a Egipto!

El padre no quería dejar ir a Benjamín. Pero sabía que necesitaban alimento y que lo necesitaban pronto. Finalmente accedió y los hermanos regresaron a Egipto llevando consigo a Benjamín.

Cuando José vio a su hermano Benjamín, se apresuró a salir hacia su cuarto privado para poder llorar.

Pero José tenía una prueba más para sus hermanos. ¿Eran todavía celosos? ¿Serían capaces de deshacerse de Benjamín?

–Llena los costales de grano –le dijo José a su siervo–. Y coloca mi copa de plata en el saco de Benjamín.

Pronto los hermanos estaban listos para regresar a casa.

El siervo de José había hecho lo que su amo le había mandado y los hermanos comenzaron el viaje de regreso a casa.

Unos kilómetros más adelante, los siervos de José detuvieron a la caravana. Buscaron en los sacos de todos los hermanos y encontraron la copa de José.

–Benjamín tiene que regresar con nosotros para ver al gobernador –les dijeron.

Los hermanos estaban muy preocupados.

“¿Cómo es posible que nos pase esto? —se preguntaban—. ¿Qué va a hacer el gobernador? ¡No podemos dejar a Benjamín aquí! ¿Qué le vamos a decir a nuestro padre?”

–Su hermano se debe quedar aquí –declaró José–. Lo haré mi esclavo.

Judá, el hermano de José, le rogó que dejara en libertad a Benjamín.

–No puedo regresar a mi padre si Benjamín no viene conmigo –le dijo–. Por favor, déjame quedar a mí como esclavo, en vez de él.

José no podía ocultar más quién era.

Rompió en lágrimas y les dijo a sus hermanos que él era José. Les contó lo que le sucedió en la casa de Potifar y les contó acerca de sus años en la cárcel. Les describió los sueños del Faraón y les contó cómo había llegado a ser el segundo hombre más poderoso de Egipto.

–No fueron ustedes los que me enviaron aquí –les dijo al perdonarlos–. Fue Dios.

Dios estuvo con José. Dios verdaderamente desea estar con nosotros también. Solo pídeselo.

 

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Dios les bendiga!!!

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