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Intermediarios | Lección 1: Fracasos perdonados | 2do Trimestre 2023 | Año D

Intermediarios | Lección 1: Fracasos perdonados | 2do Trimestre 2023 | Año D

Lección 1 de Intermediarios

FRACASOS PERDONADOS

 

Imagina que uno de tus amigos te traiciona. Imagina que el resto de tus amigos escapan velozmente y te dejan solo frente a un grupo de muchachos furiosos. Imagina que después, a pesar de todo, los perdonas y les infundes ánimo.


Texto y clase de referencias:
Mateo 26; Marcos 14; Lucas 22; El Deseado de todas las gentes, pp. 663-670.
Versículo para memorizar:
“Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos” (Lucas 22:32).
Mensaje:
Al igual que Jesús, podemos perdonar y animar a nuestros amigos aun cuando nos fallen.

 

La luna llena brilla sobre Jerusalén. En el jardín de Getsemaní, Jesús contempla a sus discípulos dormidos. De pronto un grupo de gente airada irrumpió entre los árboles.

—Amigo, ¿a qué vienes? —preguntó Jesús.

Los discípulos se pusieron de pie con dificultad preguntándose qué sucedía.

La multitud dio la respuesta:

—¡Queremos a Jesús de Nazaret!

—Yo soy —repuso el Maestro sin dar muestras de temor.

Judas salió de entre la multitud y se adelantó con cara de inocencia, y haciéndose el sorprendido le dijo:

—¡Maestro! —y lo saludó con el beso acostumbrado.

Las monedas que los sacerdotes le habían pagado por la traición tintineaban en la bolsa suspendida de su cinturón. Judas se apartó del lado de Jesús, y él lo miró a los ojos y le preguntó con voz calmada:

—¿Por qué me traicionas con un beso?

Pero Judas se alejó del Maestro con porfiada determinación. Ahora, ni siquiera la penetrante y compasiva mirada de Jesús lo haría cambiar de parecer.

—¡Agárrenlo! —gritó alguien y la chusma se adelantó. Ahora los discípulos estaban bien despiertos. No podían creer lo que estaban viendo. Les parecía increíble que Jesús dejara que lo prendieran.

—¡Vámonos de aquí! —gritó Pedro cuando la gente se alejó llevándose a Jesús. Pero Pedro no sabía por qué se llevaban al Maestro, de modo que él y Juan fueron al lugar de reuniones del sanedrín.

Juan entró y se ubicó lo más cerca posible de Jesús. Pedro se acomodó cerca de una fogata para calentarse. Cuando las llamas iluminaron el rostro de Pedro, una sirvienta lo miró atentamente. Lo había visto entrar con Juan y había notado la expresión triste de su rostro.

—¿Eres tú uno de los discípulos de ese hombre? —preguntó la mujer y repentinamente todos miraron a Pedro.

Pedro sintió un escalofrío en la espalda y se hizo como que no entendía nada. Pero la mujer insistió con su pregunta.


—No —dijo Pedro con una tosecita para disimular—. No conozco a ese hombre.

En eso cantó un gallo pero Pedro ni siquiera lo notó. Ahora un hombre lo miró con insistencia y dijo:

—Es cierto, eres uno de los seguidores de ese hombre.

—No lo soy —contestó Pedro exasperado—. Te juro que no conozco a ese hombre.

Transcurrió una hora. Otra sirvienta pasó junto a Pedro y dijo:

—Miren la ropa que lleva puesta. Es un galileo. Escuchen su manera de hablar. Eso lo delata. ¡Él es un discípulo de Jesús!

—Pedro no pudo soportar esa situación. Sentía vergüenza de que lo relacionaran con Jesús. Todos sabían que los seguidores del Maestro no maldecían ni decían palabras feas, de modo que comenzó a usarlas. Luego añadió:

—Les estoy diciendo la verdad. Nunca conocí a ese hombre —la ira que sentía hizo que hablara fuerte.

En eso el gallo volvió a cantar y esta vez Pedro lo oyó. Repentinamente recordó las palabras que Jesús había hablado hacía pocas horas: “Antes de que el gallo cante dos veces habrás negado tres veces que me conoces”.

En ese mismo momento Jesús se volvió hacia Pedro y lo miró. Esa mirada de amor y perdón penetró en el corazón con la fuerza de una flecha. Recordó su respuesta: “Señor, iré contigo a la prisión o hasta la muerte”. Regresó apresuradamente al Getsemaní. Se desplomó en la fría tierra en el mismo lugar donde Jesús había orado a su Padre. Allí mismo confesó su pecado a Dios. Comprendió que si hubiera escuchado a Jesús y orado en vez de dormir, habría tenido la fortaleza necesaria para reconocer que era discípulo de Jesús.

Pedro traicionó a Jesús cuando negó que lo conocía. Todos los discípulos lo habían traicionado cuando discutían acerca de cuál de ellos sería el más importante cuando estableciera su reino en Jerusalén. Pedro, Santiago y Juan habían traicionado a Jesús cuando se quedaron dormidos varias veces a pesar de que Jesús los necesitaba y les había pedido que velaran y oraran con él. Judas traicionó a Jesús cuando lo entregó a sus enemigos.

A pesar de que Jesús conocía las debilidades de sus discípulos, no por eso dejó de amarlos. Posteriormente, cuando sus discípulos recordaron que él les había dicho que las cosas sucederían, comprendieron que Jesús los amaba aunque sabía que ellos harían cosas que le causarían aflicción.

Todos ellos, excepto Judas, se habían sentido atraídos por el amor de Jesús. Él había procurado prepararlos para que se enfrentaran con la experiencia de su muerte, pero ellos habían estado demasiado preocupados en sus intereses personales y no habían prestado atención. Por eso no estaban preparados cuando Jesús fue arrestado y muerto. Pero se llenaron de valor cuando recordaron las palabras de amor y aliento pronunciadas por Jesús. El amor y el ánimo que Jesús les había demostrado los indujeron a proponerse que la próxima vez actuarían correctamente.

 

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Dios les bendiga!!!

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