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Intermediarios | Lección 2: La inesperada cruz de Simón | 2do Trimestre 2023 | Año D

Lección 2 de Intermediarios

LA INESPERADA CRUZ DE SIMÓN

 

¿Te han persuadido alguna vez a hacer alguna cosa que te parecía que era terrible y después te alegraste de haberla hecho? Esa fue la situación en que se encontró Simón.


Texto y clase de referencias:
Lucas 23:26; El Deseado de todas las gentes, p. 691.
Versículo para memorizar:
Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).
Mensaje:
Mostramos nuestro amor por Jesús cuando apoyamos a otros en nuestra comunidad.

 

Barrabás, con expresión de sorpresa y confusión, avanza abriéndose paso entre la multitud. Acaban de ponerlo en libertad. “Esta chusma está loca”, piensa el ex prisionero. Una sola mirada al rostro de Jesús basta para que cualquier persona cuerda sepa que es inocente.

Jesús está cansadísimo. Han pasado más de doce horas desde cuando se sirvió la cena con sus discípulos. Desde su arresto en el Getsemaní hasta ahora, su último juicio, nadie le dio ni siquiera un vaso de agua. Dos veces lo castigaron con un azote de cuero con trozos de hueso o metal en los extremos que desgarraban su carne. Aunque había quedado muy lacerado, viviría lo suficiente como para que lo clavaran en la cruz.

—¡Crucifícalo! —rugía la enardecida multitud.

Esas palabras herían los oídos de Pilato: “Crucifícalo”.

Pilato pidió un lavatorio y un jarro con agua. Se lavó las manos en presencia de la multitud y dijo:

—Soy inocente de la sangre de este hombre. Llévenselo y hagan con él como quieran.

Pilato miró el rostro de Jesús y le dijo a manera de excusa:

—Lo siento, pero no puedo salvarte.

Ahora el centurión romano se hizo cargo de la situación. Los soldados llevaron tres maderos transversales de tres cruces y cargaron con ellos a los tres reos que habían sido condenados a muerte. Jesús cayó porque no pudo soportar el peso del madero. Eso hizo reír a los sacerdotes y los ancianos.

—¡Mírenlo! —exclamaban—. Dijo que edificaría el templo en tres días, pero ni siquiera tiene fuerza para acarrear ese madero.

Los soldados alzaron el madero y Jesús se levantó con gran dificultad y continuó su marcha hacia el Gólgota. Más adelante volvió a caer exhausto. Era evidente que ya no podía continuar cargando con el pesado madero de la cruz. Un soldado romano miró molesto a la multitud que los seguía y preguntó:

—¿Quién llevará la cruz en lugar de este hombre?

Nadie contestó. Los judíos pensaban que la crucifixión era la peor de las maldiciones que un judío pudiera experimentar. Habían escuchado la lectura de Deuteronomio 21:23: “Cualquiera que es colgado [...] está bajo la maldición de Dios”.

Además de eso, era el tiempo de celebración de la Pascua. Cualquiera que tocara la cruz o a uno de esos criminales, se contaminaría y no podría participar en el servicio de Pascua en el templo.


El soldado de pronto vio a Simón, hombre de la localidad de Cirene, que estaba parado en el camino mirando lo que sucedía. Había ido a Jerusalén para la Pascua, pero no esperaba una crucifixión.

Vio a Jesús y lo reconoció. Sus dos hijos, Alejandro y Rufo, eran creyentes. Simón había escuchado sus conversaciones acerca de ese hombre joven de Galilea. Sabía que creían que era el Mesías. Simón sintió lástima y compasión cuando vio la condición en que se encontraba Jesús y no pudo ocultar sus sentimientos, aunque él mismo no creía en él. El soldado lo empujó hacia Jesús y le ordenó que cargara el pesado madero. Simón obedeció. Jesús se levantó con dificultad y continuó la marcha más aliviado.

Simón dejó el madero de la cruz en el suelo cuando llegaron al lugar de la crucifixión, y se ubicó entre la gente para observar lo que sucedería.

Vio cuando pusieron a Jesús en el madero. Oyó que Jesús decía:

“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Simón se preguntó si ese hombre sería el Hijo de Dios. Se quedó hasta que Jesús exclamó:

“Consumado es”. Poco después Simón cayó en tierra con todos los demás cuando un fuerte terremoto sacudió la tierra. Finalmente vio cuando José y Nicodemo quitaron el cuerpo de Jesús de la cruz para sepultarlo.

Simón estaba contaminado ceremonialmente y no podía participar en la Pascua en el templo. De modo que se quedó en Jerusalén. Oyó los comentarios de la gente. Pensó en cómo la muerte de Jesús afectaría la fe de sus hijos; tal vez la perderían.

Pero Simón encontraría una sorpresa. Después de la resurrección de Jesús estudiaría las Escrituras para informarse acerca del Mesías. Se uniría a sus dos hijos y se convertiría en uno de sus discípulos. Nunca dejaría de contar esta historia a otros. Después de ese viernes, no se cansaría de agradecer a Dios por haberlo escogido para llevar la cruz de Jesús.

 

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Dios les bendiga!!!

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