Lección 8 de Intermediarios
EL TRONO DE ESMERALDA
Cierra los ojos e imagina el arco iris más precioso que hayas visto. Mantén esa imagen en la mente mientras lees lo que le sucedió a Juan cuando el Espíritu lo hizo pasar por la puerta abierta y lo llevó al cielo.
Apocalipsis 4, 5; El conflicto de los siglos, pp. 488, 489, 504, 505.
“Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apocalipsis 4:11).
Adoramos a Jesús porque él nos creó y nos salvó.
Después de escuchar los mensajes para las siete iglesias, Juan alabó gozosamente a Dios. De pronto vio una puerta abierta en el cielo. Luego oyó una voz que lo llamaba: “Ven acá y te mostraré lo que sucederá”.
Lo primero que Juan contempló fue un hermosísimo trono. Juan había sido juzgado ante el emperador y los dirigentes y había visto las hermosas posesiones de la realeza terrenal, pero eran basura en comparación con este trono. Sintió un gran asombro.
Un arco iris semejante en aspecto a la esmeralda rodeaba al trono. La Persona sentada en el trono estaba rodeada de luz y gloria. Había alrededor del trono 24 ancianos vestidos con ropas de color blanco purísimo, y con coronas de oro en sus cabezas. Cada uno estaba sentado en un trono.
Del trono principal salían relámpagos acompañados de truenos. Delante del trono ardían las siete lámparas que había visto antes, que emitían brillantes luces. Juan se sentía impulsado a adorar y alabar. Delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal.
A Juan le resultaba difícil abarcar con la mirada la escena total. Trataba de mirar a un lado y a otro, pero sus ojos volvían a contemplar el trono. Junto al trono y alrededor de él vio a cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y detrás. El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era como un becerro; el tercero tenía rostro de hombre; y el cuarto parecía un águila volando; todos estaban llenos de ojos. Pero cada uno tenía seis alas. No cesaban día y noche de decir:
“Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir” (Apocalipsis 4:8).
Todas estas extrañas pero maravillosas criaturas no cesaban de alabar a Aquel que estaba sentado en el trono. Los 24 ancianos se arrodillaban y colocaban sus coronas a sus pies. Juntos decían:
“Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas” (vers. 11).
Juan siguió mirando. Vio un rollo en la mano derecha de la Persona sentada en el trono. Era un rollo extraño, escrito por ambos lados. Estaba sellado con siete sellos. Juan comprendió que ese rollo era sumamente importante.
Cuando vio los siete sellos se preguntó si habría otros siete mensajes. De pronto un ángel habló en alta voz: “¿Quién es digno de romper los sellos y de abrir el rollo?” Nadie podía hacerlo.
Juan comenzó a llorar. Deseaba intensamente que alguien abriera el rollo.
De pronto uno de los ancianos fue a donde estaba Juan y le dijo: “¡Deja de llorar, que ya el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido! Él sí puede abrir el rollo”.
Eso hizo renacer la esperanza en Juan. Luego vio en medio del trono a un Cordero que tenía el aspecto de haber sido sacrificado. El Cordero fue y tomó el rollo. Cuando lo estaba tomando, los 24 ancianos se postraron y le adoraron. Cada anciano tenía un arpa y cantaba un cántico nuevo:
“Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra” (Apocalipsis 5:9, 10).
Ese canto llenó de gozo a Juan y lo hizo desear alabar a Jesús el Creador y a Aquel que había muerto por sus pecados. A continuación Juan vio a miles y miles de ángeles que rodeaban el trono. Cada uno se sentía como él. También ellos alababan a Dios diciendo:
“¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!” (Apocalipsis 5:12).
Cuando Juan rebosaba de gozo, alabanza y adoración a Dios, oyó expresiones de alabanza que procedían de todos los seres creados que había en la tierra:
“Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (vers. 11).
Los cuatro seres vivientes respondieron: “Amén”. Juan se les unió y dijo: “Amén”.
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Dios les bendiga!!!
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