Lección 9 de Intermediarios
PENSANDO EN TI
¿Cuál es el tiempo más largo que recuerdas haber pasado sin lluvia? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Dos meses? ¿Un año? Cierra los ojos e imagina lo que sería si no lloviera durante tres años. Esa fue la situación que el pueblo de Israel tuvo que soportar.
1 Reyes 17:1-16; Profetas y reyes, pp. 87-93.
“Elías se fue […], conforme a la palabra del Señor” (1 Reyes 17:5).
El cuidado diario de Dios nos enseña a confiar en su gracia.
Elías salió de su casa. Estaba profundamente afligido. La hermosura de los bosques, las colinas onduladas de los montes de Galaad no serenaban su espíritu turbado. Elías estaba muy preocupado porque los israelitas habían rechazado a Dios. En los casi cien años transcurridos desde el reinado del rey David, el pueblo hebreo había sido conducido por sus reyes a la adoración de los ídolos. Ahora creían que los dioses paganos, como Baal, les habían dado todas las bendiciones de las que disfrutaban.
Una noche el profeta oyó que Dios lo llamaba:
—¡Elías!
—Habla, Señor —contestó el profeta.
—Elías, deseo que vayas a ver al rey Acab para darle un mensaje.
—Haré lo que me pidas, Señor.
Elías no vaciló en hacer lo que Dios le pedía que hiciera. Caminó día y noche desde su hogar situado al este del río Jordán, hasta Samaria, la ciudad capital.
Cuando llegó al palacio del rey Acab, ni siquiera pidió permiso para entrar. Pasó frente a los guardias y continuó hasta que llegó a la sala del trono. Se detuvo frente al asombrado Rey. Levantó el brazo y dijo:
—Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra.
Antes de que el rey Acab pudiera levantarse de su trono y ordenar la detención de Elías, el profeta ya se había ido.
Dios dijo a Elías que se dirigiera a un lugar situado al este del Jordán y se escondiera en el arroyo de Querit. Elías fue inmediatamente al lugar designado.
Los sacerdotes de Baal siguieron ofreciendo sacrificios para pedir a Baal que se preocupara de la tierra. Nadie lo hizo durante varios meses sin lluvia. Transcurrió un año. El pasto se secó. Los árboles no dieron fruto y hasta perdieron las hojas. Varios arroyos se secaron. Los sacerdotes de Baal continuaron realizando sacrificios en los montecillos con árboles secos, pidiendo a su dios que hiciera llover.
El rey Acab hizo buscar al profeta que lo había visitado. Envió mensajes a los dirigentes de las naciones vecinas: “¿Saben dónde está el hombre de Dios?”. Envió a sus soldados a todos los pueblos y aldeas para que lo buscaran. Pero nadie pudo encontrar a Elías, porque estaba a salvo escondido en el arroyo de Querit.
Día tras día veía cómo los árboles se secaban y disminuía el agua del arroyo. Cada día, en la mañana y al atardecer, recibía la visita de cuervos que le llevaban comida. ¿Te imaginas lo asombrado que habrá estado Elías al comienzo con la llegada de los cuervos? Todos los días alababa a Dios por su protección y cuidado.
Finalmente el arroyo se secó totalmente. Entonces Dios le dijo:
—Anda a Sarepta. He ordenado a una viuda de ese lugar que te proporcione alimento.
Elías viajó a Sarepta sin demora. Sarepta era un pueblecito de Fenicia, situado cerca del Mar Mediterráneo. Al aproximarse al pueblo, Elías vio a una mujer que recogía leña para hacer comida. Cuando Elías llegó junto a ella le dijo:
—Te ruego que me des agua para beber, y que también me traigas un pedazo de pan para comer.
La mujer se enderezó y miró al profeta. De alguna manera reconoció que él creía en Jehová Dios.
—Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir.
—No tengas temor —dijo Elías—. Ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.
Y así sucedió como el profeta había predicho. Desde ese día hasta el final de la sequía, la viuda usaba la harina de la tinaja y el aceite de la vasija, y al día siguiente encontraba una nueva provisión, por la gracia de Dios.
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Dios les bendiga!!!
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