Lección 3 de Primarios
EL ROSTRO DE UN ÁNGEL
Cierto sábado, el pastor les dijo a los hermanos de la iglesia que la esposa del hermano Santana estaba en el hospital. Pedro y Sarita querían hacer algo para animar al señor Santana y a su esposa. El sábado en la tarde prepararon una hermosa tarjeta. Su mamá les ayudó a escribir una nota en la tarjeta. Al día siguiente los niños ayudaron a preparar algunos alimentos para llevarlos a la casa de los Santana. Los Santana se pusieron muy felices al recibir la tarjeta y los alimentos. Pedro y Sarita también estaban contentos porque habían animado a sus amigos.
Hace mucho tiempo, otra iglesia tenía personas que necesitaban ayuda. La historia bíblica de hoy nos dice cómo fueron animadas.
Hechos 6:1-8:4; Los hechos de los apóstoles, pp. 72-87.
“No dejemos de asistir a nuestras reuniones [...] sino démonos ánimo unos a otros” (Hebreos 10:25).
Nos animamos unos a otros para crecer en la fe.
Los apóstoles estaban muy, pero muy ocupados. Muchos creyentes se estaban uniendo a la nueva iglesia. Los apóstoles no daban abasto con todas las necesidades. Algunos de los creyentes eran mujeres viudas, otros eran personas ancianas. Todos necesitaban alimentos y cuidados. Los apóstoles no podían predicar, enseñar y todavía repartir comida. Así que los creyentes eligieron siete hombres para ayudar, a quienes llamaron diáconos. Los diáconos se iban a encargar de ayudar a las viudas y a otras personas necesitadas de la iglesia.
Esteban era uno de esos diáconos. Era un buen hombre y había sido bendecido ricamente por Dios. Consolaba y animaba a la gente, y al hacerlo, los hacía pensar en Jesús. Y Dios le dio poder de hacer grandes milagros.
Todos en la iglesia amaban a Esteban. Sin embargo, los judíos de la ciudad no lo querían. Odiaban sus enseñanzas acerca de Jesús. Las palabras de Esteban eran tan poderosas que esos judíos no tenían argumentos para contradecirlo. Entonces pensaron en hacerlo callar. ¿Qué podían hacer? Decidieron pagarles a algunos hombres para que dijeran mentiras de Esteban.
Esas mentiras enojaron a todos: a la gente del pueblo, a los dirigentes y a los maestros de la ley. Los dirigentes judíos enviaron a algunos hombres para que trajeran a Esteban a una reunión de dirigentes y maestros judíos. También trajeron a los testigos para que lo acusaran. Durante la reunión, los dirigentes observaban cuidadosamente a Esteban. Esperaban que estuviera muy nervioso y preocupado. Pero en vez de eso, su rostro resplandecía. La Biblia dice que su rostro parecía el de un ángel de Dios.
El sumo sacerdote le gritó a Esteban:
—¿Son verdad todas estas cosas?
Se refería a las mentiras que se habían dicho de Esteban. Esteban no contestó con un sí o un no. Más bien comenzó a contar la historia del pueblo judío. Les habló del plan de Dios para enviar a un Salvador al mundo. Primero, Esteban les recordó la promesa que Dios le hizo a Abraham. Entonces les habló de Isaac, el hijo de Abraham, y de Jacob, el hijo de Isaac. También de José, el hijo de Jacob, quien a través del poder de Dios llegó a ser gobernador de Egipto. Esteban les recordó a los dirigentes judíos la forma como Dios había usado a José para proteger a la familia de Jacob durante la terrible hambruna.
Finalmente les mencionó a Moisés.
—Moisés sacó de Egipto al pueblo de Israel. Pero nuestros antepasados se volvieron contra Moisés. ¡Ustedes, testarudos dirigentes judíos! —les dijo—. Ustedes no le han dado su corazón a Dios. ¡No quieren escucharlo! No quieren oír lo que el Espíritu Santo trata de decirles. También sus antepasados actuaron así. ¡Y ustedes son como ellos! Sus padres persiguieron a cada profeta que ha vivido. Esos profetas dijeron desde hace mucho que vendría el Justo, el Mesías. Pero sus padres los mataron. Y ahora ustedes se han vuelto en contra del Mesías y lo han matado.
Eso fue demasiado. Todos empezaron a gritar al mismo tiempo. Pero Esteban permaneció en calma. Lleno del Espíritu Santo. Esteban miraba hacia el cielo. Veía algo que nadie más podía ver.
—¡Miren! —exclamó—. Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la diestra
del Padre celestial!
Los dirigentes se taparon los oídos con las manos y corrieron hacia Esteban.
Lo arrastraron por las calles hasta llevarlo fuera de la ciudad. Entonces se
rompieron sus vestidos y le tiraron piedras a Esteban hasta que murió.
Esteban murió tranquilo, de la misma manera que Jesús. Jesús no luchó contra contra los dirigentes judíos. Esteban cayó sobre sus rodillas y exclamó en voz muy fuerte: "¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!". Después de esta oración pidiendo misericordia y perdón para ellos, murió.
Esteban animó a los creyentes mientras atendía sus necesidades. El Espíritu Santo lo llenó de amor hacia los demás. El Espíritu Santo desea llenarte a ti también de amor hacia los demás. Desea usarnos a ti y a mí para ayudar y animar a otros, como lo hizo Esteban.
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Dios les bendiga!!!
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