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Primarios | Lección 11: ¿De parte de quién estás? | 3er Trimestre 2021 | Año B

Primarios | Lección 11: ¿De parte de quién estás? | 3er Trimestre 2021 | Año B
Primarios | Lección 11: ¿De parte de quién estás? | 3er Trimestre 2021 | Año B

Lección 11 de Primarios

¿DE PARTE DE QUIÉN ESTÁS?

 

¿Has participado alguna vez en un programa? ¿En un programa al que vendrán cientos de personas? Seguramente te sentiste importante al practicar para ese programa. No querías cometer ningún error.
Pero entonces te preocupaste tanto que casi te olvidaste de tu parte. Así es como se sintió Josué después de que murió Moisés, cuando Dios le dijo que había llegado el momento de cruzar el Jordán.


Texto y clase de referencias:
Josué 5:13-15; 6:1-5, Patriarcas y profetas, pp. 521, 522.
Versículo para memorizar:
“No se angustien ustedes. Crean en Dios y crean también en mí” (Juan 14:1).
Mensaje:
Podemos adorar a nuestro maravilloso Dios cada día.

 

Josué avanzaba entre las tiendas de campaña. Le sonreía a todos al pasar, pero no se detenía a hablar con nadie. Josué necesitaba hacer ejercicio y necesitaba también tiempo para pensar a solas. Le habían pasado cosas muy asombrosas en los últimos días.

Al llegar al extremo del campamento, avanzó con pasos aún más grandes al cruzar los campos más allá de las carpas. Y siguió caminando hasta llegar al lugar desde donde podía tener una buena vista del río Jordán. Entonces hizo un alto para mirar. El río estaba desbordado y parecía peligroso. Pero los israelitas ya habían cruzado el río y se encontraban sanos y salvos en la Tierra Prometida. Una vez más su poderoso Dios los había guiado con todo cuidado.

La gente acababa de celebrar la Pascua. Pronto sería tiempo de avanzar. Pero eso los llenaba de temor. Los israelitas tenían enemigos poderosos en esta nueva tierra. Josué regresó caminando lentamente y mientras tanto observaba con cuidado la ciudad amurallada de Jericó. Tenía murallas muy altas y gruesas. ¡Cuán pequeño se veía el campamento israelita a la sombra de esa gran muralla de Jericó! Josué no tenía idea de lo que debía hacer.

¿Cómo iba a dirigir al ejército de Israel contra esa poderosa ciudad? Los israelitas no tenían armas de guerra poderosas. Josué se estremeció al pensar en sus soldados muy poco entrenados para la guerra. No estaban preparados para la batalla.

De pronto un hombre se puso enfrente de Josué, con una espada en su mano. Josué se enfrentó a él valientemente.


—¿De parte de quién estás? —le preguntó—. ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? Si era un soldado de Israel, seguramente iba a tener que dar muchas explicaciones porque Josué no le había pedido a ninguno de sus soldados que se alejara del campamento. Si este hombre era un enemigo, Josué estaba listo para pelear con él.

—Ni lo uno ni lo otro —le contestó el hombre—. Vengo como jefe del ejército del Señor.

De pronto Josué se dio cuenta de que no se trataba de un soldado común y corriente. ¡Era el Señor Jesús mismo! Josué se inclinó hasta tocar el suelo con la frente y le dijo:

—Soy tu siervo. Dime qué deseas que haga.

—Quítate las sandalias, porque el lugar donde estás es sagrado —replicó el jefe del ejército de Dios.

Josué se descalzó y adoró a Dios. ¡Qué gran alivio! Josué había estado pensando en planes de batalla. Pensaba que tendrían una guerra y que él iba a ser el general al mando. Pero ahora supo que la batalla era del Señor. Ya los planes estaban hechos y el Señor estaba a cargo. Josué no tenía que llevar la pesada responsabilidad de dirigir solo. ¡El Señor estaba allí!

 

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Dios les bendiga!!!

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