Lección 11 de Intermediarios
BENDECIDOS POR LA PRESENCIA
¿Recuerdas algún momento en que tu familia haya comprado muebles nuevos? Esta es la historia de dos familias: una que tuvo un mueble especial por muchos años, y otra que tuvo el mismo mueble por solo tres meses.
Samuel 6; 1 Crónicas 15; 16; Patriarcas y profetas, pp. 762-765
“Pero yo, por tu gran amor puedo entrar en tu casa; puedo postrarme reverente hacia tu santo templo” (Salmo 5:7).
Respetamos y glorificamos a Dios por la bendición de su presencia en nuestras vidas.
Hay una historia en la Biblia que durante años ha asustado a muchos. Es la historia de Uza, el hombre que tocó el arca del pacto y murió en el acto. ¿Por qué Dios haría algo como eso, que a primera vista, parece tan cruel e irracional? ¡Después de todo, Uza sólo estaba tratando de ayudar! Cuando examines la historia, verás que no se trata solamente de un hombre que murió tratando de cuidar las cosas de Dios. Más bien, es la historia de alguien, quien conociendo todo, escogió hacer lo indebido.
¿Recuerdas cuando los impíos hijos de Elí, sacaron del templo el arca sagrada del pacto y la llevaron para ir a pelear contra los filisteos?
Los israelitas fueron vencidos por los filisteos y éstos se la llevaron, pues pensaban que les daría buena suerte. Cuando su presencia les trajo problemas, se asustaron y decidieron enviarla de vuelta a los israelitas.
Esta terminó en la casa de Abinadab por 20 años, trayéndole bendiciones a su familia. Pero lentamente, con el paso del tiempo, el arca se fue convirtiendo en otro mueble más de ese hogar. Para Ajío y Uza, los jóvenes hijos de Abinadab, ya no representaba nada especial.
Cuando David fue rey derrotó a los filisteos. Agradecido por la ayuda divina en esta batalla, David decidió que debía reinstaurar nuevamente el arca en Jerusalén, lo que representaría una gran bendición para toda la nación. Envió entonces 30 mil hombres para que movieran el arca hasta una tienda que había dispuesto especialmente para ella.
Tal vez recuerdas que el arca tenía unos aros especiales en cada esquina, que se utilizaban cuando tenía que ser transportada. Nadie podía tocarla. Los sacerdotes debían pasar unas largas varas por los anillos, y cuatro de ellos debían cargarla, colocando las varas sobre sus hombros. Abinadab y su familia sabían esto, pues eran sacerdotes, es decir, eran la familia de un pastor. Pero la verdad era que no les importaba mucho el asunto, y no dijeron nada. Habían tratado al arca como cualquier mueble y le habían perdido el respeto.
Entonces, en vez de hacer de hacer las cosas como Dios había dispuesto, movilizaron el arca como los filisteos, usando una carreta en vez de los hombros de los sacerdotes. Uza y su hermano caminarían a los lados del arca, pues estaban familiarizados con ella y aparentemente sabían como tratarla.
El arca comenzó a saltar en la carreta por los montículos del camino. Uno de los saltos fue lo suficientemente fuerte como para que Uza pensara que el arca se iba a caer de la carreta. Rápidamente, estiró su brazo para sostenerla y cayó muerto instantáneamente.
Es aquí en donde todos sentimos lástima por Uza. Hasta el rey David sintió pesar por él, pues sólo estaba tratando de ayudar.
¿Pero realmente lo estaba? Él sabía que el arca no debía ser transportada en una carreta, y sin embargo no dijo nada. Él sabía que el arca no podía ser tocada, y de todos modos lo hizo. Uza estaba consciente de lo que estaba haciendo. Si hubiese hecho lo correcto, nada de eso le habría sucedido.
El rey David detuvo la procesión y dio órdenes de que el arca fuese colocada en la casa de Obed Edom, quien vivía cerca de allí. Permaneció allí tres meses, durante los cuales, la familia de Obed Edom fue bendecida. Cuando David se enteró de esto, se dio cuenta de que cuando le damos a Dios el respeto y la honra que se merece, los resultados son grandes bendiciones. David deseaba esas mismas bendiciones para su pueblo.
Nuevamente David decidió trasladar el arca a Jerusalén, pero esta vez, le pidió a los sacerdotes que la llevaran como Dios les había enseñado originalmente. Los sacerdotes cuidadosamente colocaron las varas en los anillos y la levantaron sobre sus hombros. Dieron unos pasos ¡y nadie murió! Así, cargaron el arca hasta Jerusalén, donde fue colocada en una tienda especial para ella. La próxima vez que vayas a la iglesia, recuerda a Obed Edom, y elige aceptar la presencia de Dios como un gozoso privilegio. ¡Imagina que estás en el trono de un rey amoroso, que te ha pedido que vengas y estés con él!
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Dios les bendiga!!!
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