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Intermediarios | Lección 1: La abuela pesadilla | 3er Trimestre 2021 | Año B

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Lección 1 de Intermediarios

LA ABUELA PESADILLA

 

Se supone que los miembros de una familia deberían amarse y protegerse mutuamente ¿No es cierto? No podrías imaginar a una bondadosa abuela dando órdenes para que te asesinen ¿Verdad?


Texto y clase de referencias:
2 Reyes 11; Profetras y reyes p. 160, 161
Versículo para memorizar:
“El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8).
Mensaje:
Los miembros de la familia que siguen a Dios se cuidan unos a otros.

 

Ella era una abuela sacada de la peor pesadilla que puedas imaginar. Su nombre era Atalía, la reina madre. Era hija de Acab, rey de Israel, y de la reina pagana Jezabel. Al parecer, ella también había heredado la maldad de su madre.

Atalía era una reina muy dominante. Su hijo Ocozías tenía solamente 22 años cuando se convirtió en rey. Pero a pesar de que Ocozías era descendiente del rey David, la familia a través de la cual vendría Jesús, la Biblia nos dice que él era malo. Después de reinar durante un año, el rey Ocozías y toda la familia de su madre en el norte de Israel, fueron asesinados por una turba traicionera. Cuando la noticia llegó a oídos de Atalía, ella decidió que si todos sus familiares estaban muertos, también todos los familiares de parte de su esposo, los descendientes del rey David, debían morir. No le importaba que fueran sus nietos. Ella quería ser la reina.

La Biblia dice que Atalía mató a “todos” los hijos de Ocozías. La noticia debe haber sido terrible. Ni siquiera hubo tiempo de planificar un rescate.

Pero Atalía no tuvo el éxito que esperaba. Años antes, su esposo había tenido hijos con otra mujer. Una de ellos era Josaba, la esposa del Sumo Sacerdote. Ella sabía que si uno de los príncipes sobrevivía, el linaje del rey David podría continuar. Había sido profetizado que el Mesías vendría del linaje de David.

Josaba se las ingenió para sacar del palacio a Joás, quien, con un año de edad, era el más joven de los príncipes. Escondió al bebé y a su nodriza en una habitación del templo, donde los acomodó lo mejor posible. 


Por seis años, la reina Atalía reinó en aquel lugar. Mientras tanto el joven Joás crecía aprendiendo a amar a Dios y a su santo templo. Cuando cumplió siete años, Josaba y su esposo decidieron que era el momento de compartir su secreto: ¡Joás sería el rey! 

Un viernes de noche el Sumo Sacerdote llamó en secreto a los guardias del palacio, y les mostró que Joás estaba vivo y listo para ser rey. Lo coronarían el sábado por la mañana, cuando todo el mundo estaría en el templo para adorar a Dios. Los guardias se comprometieron en guardar el secreto durante toda la noche y proteger al rey Joás. Estaban dispuestos a eliminar a cualquiera que quisiera hacerle daño. A la mañana siguiente, armados con espadas y escudos, los guardias formaron un semicírculo alrededor del altar de los sacrificios del templo, frente a los adoradores. La gente debe haber quedado pasmada, preguntándose qué estaba pasando, pues no sabían nada acerca del pequeño Joás. Entonces, el niño fue traído de mano de su tío Joyada, el Sumo Sacerdote, quien lo presentó ante el público.

Joyadá colocó una brillante corona en la cabeza del pequeño muchacho, y le entregó una copia de los Diez Mandamientos. Luego, como símbolo del ungimiento de parte de Dios, el Sumo Sacerdote tocó la frente de Joás con aceite de oliva, y lo proclamó rey. ¡Qué tremenda ovación recibió del pueblo! ¡El Mesías podría venir según estaba prometido, porque el linaje de David no se había perdido! Al son de las trompetas la gente comenzó a gritar y aplaudir, “¡Viva el rey! ¡Viva el rey!” mientras el pequeño rey sonreía y saludaba. Había sido bien preparado.

La reina Atalía escuchó el tumulto desde su cámara real. Ella nunca asistía al templo los sábados, pero la gente nunca solía estar tan alborotada como en esa ocasión. ¿Qué estaría pasando? Se quitó su túnica y corrió hasta el templo. Ya allí, vio a Joás en medio de la aclamación. En un acto de desesperación, se rasgó sus costosas vestiduras reales y profirió un grito:

—¡Traición!

Rápidamente, el Sumo Sacerdote le pidió a los guardias que la capturaran y que la sacaran del templo. Ordenó que la mataran junto con quien tratara de protegerla. Nadie detuvo a los guardias mientras llevaban a Atalía, la abuela pesadilla, en dirección a los establos.

De vuelta al templo, Joyadá dirigió un voto entre el rey Joás y el pueblo, de servir a Dios y ser leales entre sí. La gente abandonó el templo, y se dirigió a la ciudad para destruir los altares de Baal, quitar a los sacerdotes paganos, y acabar con la influencia maligna de Atalía.

Mientras se limpiaba la ciudad, Joyadá llevó al nuevo rey y a sus guardias al palacio. Su corazón debió latir fuertemente mientras veía sentarse al pequeño Joás en su trono dorado por primera vez. ¡Por fin tenían un rey en Jerusalén que amaba a Dios!

No es difícil darse cuenta en esta historia cuáles de los familiares de Joás amaban y servían a Dios ¿verdad?

 

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Dios les bendiga!!!

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