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Intermediarios | Lección 8: Difícil de amar | 3er Trimestre 2021 | Año B

Intermediarios | Lección 8: Difícil de amar | 3er Trimestre 2021 | Año B
Intermediarios | Lección 8: Difícil de amar | 3er Trimestre 2021 | Año B

Lección 8 de Intermediarios

DIFÍCIL DE AMAR

 

¿Alguna vez te han robado algo? ¿Recuerdas cuán molesto estabas? ¿Cuán impotente te sentías de actuar? Probablemente, lo último que pasó por tu mente fue ser bondadoso con esa persona. Imagina que eso sucedió mientras Jesús estaba enseñando en esta tierra.


Texto y clase de referencias:
Lucas 6:27-36; Mateo 5:43- 48; Romanos 12:14-21; El discurso maestro de Jesucristo, pp 64-66
Versículo para memorizar:
“No te dejes vencer por el mal, al contrario, vence el mal con el bien” (Romanos 12:21).
Mensaje:
Servimos a Dios al amar a quienes se nos hace difícil amar.

 

Imagina por un momento que eres un joven que vive en Palestina. Los cálidos vientos del desierto chocan con tu rostro mientras sales de tu fresca casa de estuco.

El asno de la familia espera pacientemente por ti, atado a una palmera en el jardín. Tus largas vestiduras blancas se pegan a tus piernas mientras trepas hasta el tope del árbol. Hoy es el día en que tu padre te ha pedido que bajes los dátiles que tu madre usará para hacer los ricos postres que venderá en el mercado. Las gotas de sudor bajan por tu nariz, y al fin llegas hasta el tope del árbol. Lo que ves te deja sin aliento. En el lugar en el que ayer estaba un grupo de jugosos y brillantes dátiles, hay sólo un muñón. Los dátiles han sido cortados, probablemente robados.

Cuando bajas la mirada ves a tu vecino corriendo hacia su casa, que se da vuelta para mirarte con una sonrisita en su rostro. ¿Se habrá robado los dátiles? No hay manera de saberlo. Cuando lo enfrentas, niega rotundamente la acusación, y de paso te pide que le prestes el recipiente de barro grande de tu mamá. El mismo que su mamá siempre pide prestado cuando va a preparar panes para vender en el mercado.

Le preguntas si va a preparar pan de dátiles y responde que sí. Lo vuelves a acusar de haberse robado los dátiles, pero él de nuevo lo niega. Se desata una pelea, y antes de darte cuenta, tu labio está sangrando.

Frustrado, sales a caminar por el pueblo, y ves a un inmenso grupo de personas sentadas en una colina, alrededor de un orador. ¡Pareciera que todo el pueblo está allí!


El hombre habla de cómo ser feliz. ¡Esa información sí que puede serte útil! Pero al acercarte al hombre y prestar atención a lo que dice, comienzas a pensar que está loco. Este hombre dice que las personas más felices son aquellas que aman a sus enemigos, y hacen el bien a quienes los aborrecen. “Al que te hiera en una mejilla,” dice este hombre, “preséntale también la otra”.

¡Te imaginas eso! ¿Qué más dice? “Bendigan a los que los maldicen”. “Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa”. [...] “Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes”.

Asombrado piensas en tu vecino y en la pelea que tuviste esta mañana. ¿Por qué te sentiste tan mal? Porque te sentiste indefenso al perder tus dátiles. Te sentiste impotente sobre algo que no podías controlar. La pelea no había ayudado en nada. Golpeaste a tu vecino, él te golpeó a ti, y te fuiste temeroso de lo que él pudiera hacer ahora. Aún te sientes impotente.

¿Qué habría pasado si le hubieses dicho: “no sé quién se robó los dátiles de mi familia, pero espero que le sean útiles a esa persona”? ¿Cómo te habrías sentido en comparación con cómo te sientes ahora?
Tienes que admitir que te sentirías más poderoso. Estarías en control de la situación por haber tomado una actitud positiva, y con ese autocontrol no tendrías temor de tu vecino. También te sentirías mejor contigo mismo de cómo te sientes ahora, con tu labio roto y los sentimientos negativos hacia esa persona que piensas que te robó.

Tal vez lo que dice este Maestro tiene sentido, después de todo. Te acercas a él y le das la mano. Entonces, sientes que el dolor de tu labio desaparece, mientras ves a la gente alrededor caminando sin muletas, abrazándose, riendo de alegría y exclamando cuán saludables se sienten. Esa tarde, al regresar a tu casa, ya es noticia que gracias a este hombre no hay ni un solo enfermo en el pueblo. Su nombre, según escuchaste, es Jesús.

Entonces recuerdas la risita del vecino mientras estabas montado en el árbol. Los viejos sentimientos de rabia intentan regresar, pero decides hacer lo que Jesús enseñó. Le sonríes a tu vecino y dices:
—¿Hizo tu mamá el pan?

Él te mira con cautela. Luego te sonríe:

—Sí, de hecho, ella estaba horneando el pan para que tu mamá pudiera ir a escuchar al Maestro, Jesús.

Ahora tu sonríes también. Ese hombre Jesús estaba en lo correcto: ¡Es mejor tratar a la gente con bondad!

 

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Dios les bendiga!!!

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