Lección 12 de Intermediarios
CÁNTALO, DILO, COMPÁRTELO
Algún día escucharás a un predicador en tu iglesia o escuela que cuente la historia de cuán malo fue en algún tiempo de su vida. Tal vez usó drogas, o fue un ladrón. Pero entonces alguien le habló acerca de Jesús, llegó a ser cristiano y cambió sus caminos equivocados. Aunque esta persona tiene las mejores intenciones y su mensaje es verdadero —el amor de Dios es enorme— no significa que tienes que usar drogas o robar para poder experimentar cuán grande es el amor de Dios.
Salmo 103; 107
“Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias; él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión; él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas” (Salmo 103:2-5).
Adorar a Dios incluye reconocer todo lo que él hace por nosotros.
El rey David fue una de esas personas que conocían la importancia de elegir adorar a Dios con todo su corazón. El había experimentado la oscuridad que se obtiene al tratar de vivir sin Dios “quien perdona todas tus iniquidades y [... ] rescata tu vida del sepulcro” (Salmo 103:3, 4). David apreciaba la gracia de Dios; lo conocía como misericordioso, clemente y lento para la ira (versículo 8).
David describe el gran amor de Dios de diferentes maneras. “Como alto es el cielo sobre la tierra” (Salmo 103:11). Los cielos están muy lejos y aun así podemos verlos. Ese es el poder que Dios nos dio. Pero, ¿qué pasaría si tratásemos de encender un fuego que pudiera calentar el cielo? ¿Podemos hacer algo así? No. El cielo es un espacio inmenso. Sin embargo, Dios sí puede hacer algo así. Su amor es tan grande como el espacio que existe entre el cielo y nosotros, y su poder tan fuerte como para calentar ese espacio por medio del sol.
“Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente” (Salmo 103:12). Si tienes una brújula, podrás notar que el este, siempre es el este; y que el oeste, siempre es el oeste. Nunca tendrás que preocuparte de que algún día abrirás tu brújula para descubrir que el este se ha convertido en oeste y viceversa. Los puntos magnéticos son opuestos el uno al otro, cuando miras hacia el este, le das la espalda al oeste. Lo mismo ocurre cuando Dios nos perdona. Él nos perdona y se olvida de nuestros pecados, cuando nosotros le damos la espalda a ellos y lo miramos a él. ¡Qué amigo tan maravilloso!
Qué emocionantes deben haber sido las aventuras de las que el rey David tan sólo nos da ciertas pistas. En Salmo 107, nos dice que hasta los marinos que “se hicieron a la mar en sus barcos; para comerciar [...]. Allí en las aguas profundas, vieron las obras del Señor y sus maravillas”. (vers. 23, 24). Especias como la canela y la sal eran consideradas lujos en esa época, debido a los peligrosos viajes que los marineros debían hacer para conseguirlas alrededor del mundo. Tal vez David viajó con estos marinos en algún momento. Él describe con gran detalle como sus naves “subían a los cielos” cuando “se desató un fuerte viento que tanto encrespó las olas que subían a los cielos y bajaban al abismo” mientras los marineros “como ebrios se tropezaban, se tambaleaban” (vers. 23-27). Pareciera como si lo hubiera visto con sus propios ojos. Los marineros probablemente se veían como ebrios al tratar de mantenerse en pie y caminar en la borda de la agitada nave.
En el relato, David describe cómo ellos claman a Dios para que apacigüe las aguas. Él responde, cambiando la tempestad “en suave brisa” (vers. 29) y los guía confiadamente al “puerto anhelado” (vers. 30). ¡Qué bendición son las aguas tranquilas, mientras los lleva a puerto seguro! Esta comparación entre el temor y la tranquilidad demuestra cuán dulce es experimentar el poder de Dios cuando tenemos miedo.
Adorar a Dios implica sentir la emoción de saber lo que él ha hecho por nosotros. Tal vez te gustaría anotar algunas de las bendiciones que has recibido de Dios, y lo que sientes al recordarlas. Puedes comenzar agradeciéndole por tu hermosa familia, por tu buena salud, por el alimento, por tu tibia cama, por tus amigos, o por la promesa de una segunda oportunidad y de una vida perfecta en el cielo. Escribe después lo que sientes cuando piensas en esas bendiciones.
¿Alguno de esos sentimientos te incomodan o te asustan? ¿No? Esa es una razón suficiente para adorar a Dios y confiar en él como tu mejor amigo.
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Dios les bendiga!!!
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