Lección 2 de Intermediarios
EL COFRE DEL TESORO DEL REY
Tal vez has escuchado peticiones de ofrendas para apoyar el presupuesto de la iglesia. Bien, esta historia bíblica trata acerca de una de esas peticiones. La iglesia estaba literalmente en ruinas, pues el edificio no se había usado por varios años. ¿Cómo respondió la congregación?
2 Reyes 12:1-16; 2 Crónicas 24:1-14
“Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón: no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Corintios 9:7)
Reflejamos el amor de Dios al ofrendar para el mantenimiento de nuestra iglesia.
Cierra los ojos, e imagina que eres un guardia en el palacio de mármol del rey. Atraviesas imaginariamente sus paredes, y ves a un pequeño niño con las vestiduras reales de su padre: un frío y ondulante atavío de satín púrpura, con puños de piel blancos. El traje le queda grande debido a su edad. La corona dorada, que también era de su padre, tampoco encaja muy bien en su cabeza. Pero él es el rey, y nadie se atreve a reírse. A su lado camina su tío Joyadá, el Sumo Sacerdote del templo.
Él es como un padre para el rey Joás, y lo notas, pues se dirige tomado de su mano hacia el trono vacío, donde el día anterior se había sentado por primera vez.
Vienen del famoso templo de Jerusalén, que se encuentra junto al palacio real. El templo es un edificio impresionante, incluso al compararlo con el palacio real. Sin embargo, está en muy mal estado. La pintura está deteriorada, las paredes agrietadas, las alfombras rojas raídas y los ornatos de madera de las ventanas astillados.
El pequeño rey Joás se esfuerza para subirse al estrado del trono dorado. Finalmente, con la ayuda de su tío Joyadá, se acomoda con sus piernas colgando y los pies cruzados a la altura de los tobillos.
¡Así que este es el nuevo rey! Afortunadamente, su tío es su consejero de confianza, y estará a su lado para explicarle todo lo necesario acerca del reinado y para guiarlo en sus decisiones. La presencia del Sumo Sacerdote brinda seguridad, pues garantiza que la adoración a Dios estará siempre en primer lugar. Han pasado 23 años, y ahora eres un guardia más viejo. El joven que se acerca al trono es alto, apuesto, y las vestiduras reales le asientan perfectamente. El rey ha llamado a los príncipes y levitas para una reunión especial. El tema de la reunión es el templo.
—¿Por qué no ha comenzado la restauración del templo? —pregunta Joás.
Había descubierto que el impuesto que los sacerdotes recolectaban para el templo no estaba siendo usado con ese propósito. Estaba tan deteriorado, que era hasta vergonzoso asistir a él.
Joás se impacienta, y le pide a su tío Joyadá (quien aún es su asesor de confianza) que lo ayude. Él desea que se colecte una ofrenda especial en un arca hecha para ello, y que se contraten hombres para que realicen las reparaciones necesarias.
Se trae un gran cofre de madera hasta la entrada del antiguo y majestuoso templo de mármol, y se lo coloca justo junto a la pared derruída. El piso de mármol luce rayado y desgastado por los millones de pies que han arrastrado arena en su superficie. El revestimiento de la pared se ha caído detrás del cofre. Es un buen lugar para mostrar las necesidades que existen. Un sacerdote se inclina sobre el cofre, lo inspecciona y asiente con la cabeza. Pasa la mano sobre la ranura en la tapa, verificando que es pequeña como para que entre una mano, pero lo suficientemente grande como para que entren las monedas y las joyas. El cofre recibirá las ofrendas que la gente pueda traer para restaurar el templo a su gloria original. Para delicia de todos, las ofrendas y las donaciones comienzan a llegar. ¡Todos están emocionados con la restauración del templo!
Al final de cada día, los levitas llevan el cofre al templo para vaciarlo y contar el dinero, bajo la supervisión del secretario del rey. A la mañana siguiente, el cofre es devuelto a su lugar en la entrada. No lleva mucho tiempo recolectar una buena suma de dinero. Entonces, por fin comienzan los trabajos en el templo largamente descuidado. Se contratan albañiles, obreros, carpinteros, y artesanos del bronce y del hierro. Cuando el templo esté hermoso nuevamente, sobrará dinero para reemplazar las cúpulas doradas y cromadas, y los artículos que la malvada abuela de Joás se robó para la adoración a Baal. Pronto el mármol irradia nuevamente su brillo, sin manchas verdes en su superficie. Los nuevos candelabros dorados reflejan la luz de las velas con un glorioso resplandor. El templo abre sus puertas, y los servicios sagrados se reanudan. Todos vienen a contemplar cómo fueron invertidas sus ofrendas. Se sienten orgullosos de haber colaborado para la restauración del templo de Dios.
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Dios les bendiga!!!
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