Lección 7 de Intermediarios
DE PROFETA A PRISIONERO
¿Alguna vez has deseado tener noticias de un amigo que se mudó a otra ciudad? Tal vez has sabido de él a través de otras personas, y has esperado con ansias poder verlo. ¿Dudaste en algún momento de su amistad?
Mateo 11:1-15; El Deseado de todas las gentes, pp. 185-197.
“Este es de quien está escrito: ‘Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino’”. (Mateo 11:10).
Podemos acudir a Dios con nuestras dudas, y él entenderá y responderá.
Juan yacía acostado sobre una fría y dura piedra. Todo a su alrededor estaba tranquilo. Los únicos sonidos que podía escuchar eran los golpeteos de las patitas de los ratones al correr, y sus propios pensamientos, martillando su cabeza. De repente se sentó. Alguien venía. ¿Serían noticias? ¿Vendrían por él para llevarlo a algún lugar? Al acercarse las pisadas, escuchó la voz de un buen amigo. Era uno de sus discípulos. Su corazón, lentamente bajó desde su garganta a su lugar de costumbre.
—¿Qué noticias me traes, amigo? —preguntó suavemente. Su voz sonaba áspera y extraña por no haberla usado por muchos días—. ¿Qué noticias hay? Es más, ¿qué noticias me traes de Jesús? Su amigo lo miró a través de las barras de la ventana.
—Jesús está enseñando y predicando en los pueblos de Galilea. ¿Debemos confrontarlo? ¿Estará tratando de usurpar tu puesto? Por favor, indícame qué debo hacer y lo haré, pues sé que Dios está contigo.
—No, no —replicó Juan suavemente—. ¿Acaso no han escuchado lo que yo he dicho acerca de este hombre? Él es aquel de quien hablé cuando dije: “el que viene después de mí es más poderoso que yo, y ni siquiera merezco llevarle las sandalias”, ¿entiendes? Juan se detuvo por un momento para descansar su débil voz.
—Ve, y busca a Jesús y hazle esta pregunta: “¿Eres tú aquél que había de venir, o esperaremos a otro?” Háganme saber su respuesta. Así sabremos si él es el verdadero Mesías.
Con eso, Juan les hizo señas a los discípulos para que se fueran, recostándose de nuevo suavemente sobre la piedra.
Los discípulos relataron rápidamente lo que Juan había dicho a sus otros compañeros que esperaban afuera. Entonces, se dirigieron de inmediato al área de Galilea, donde se habían escuchado noticias de que Jesús estaba enseñando y predicando.
Al acercarse al pueblo en el que estaba Jesús, parecía que todas las personas que encontraban a su paso tenían una sonrisa en su rostro y una canción en su corazón. El pueblo entero estaba hablando acerca de Jesús. Al entrar, lo encontraron lleno de gente, incluyendo muchos ciegos, inválidos, y sordos de los pueblos circunvecinos. Todos se amontonaban para, al menos, poder ver el rostro de Jesús, escuchar sus palabras de bondad y autoridad y recibir sanidad de sus manos.
Los discípulos de Juan se abrieron paso entre la multitud hasta el centro del pueblo, en donde Jesús se encontraba ocupado en su obra.
—Discúlpanos Rabí, pero hemos sido enviados por Juan el Bautista para preguntarte: “¿Eres tú aquél que había de venir, o esperaremos a otro?” Jesús no respondió. Simplemente continuó haciendo su trabajo. Un hombre con una enfermedad en la piel conocida como “lepra” se acercó. Jesús le extendió la mano.
—Por favor, Señor —dijo el hombre—, sé que si quieres, puedes sanarme. —Quiero —respondió Jesús—. Sé limpio.
El hombre, viéndose libre de la enfermedad que lo había atormentado por tantos años, gritó y saltó de alegría.
—¡Gloria a Dios! —gritaba.
Los discípulos de Juan pensaron que tal vez Jesús no había escuchado su pregunta, pues estaba muy ocupado en su obra. Entonces, procedieron a repetirla. —Rabí, Juan nos ha enviado a preguntarte: “¿Eres tú aquél que había de venir, o esperaremos a otro?”
Pero de nuevo Jesús permaneció callado, por lo que los discípulos de Juan se sentaron a esperar, deseando poder tener la oportunidad de conversar con Jesús más tarde. La gente acudió a Jesús todo el día para ser sanada y para escuchar sus sencillas pero poderosas palabras. El sol comenzó a bajar en el horizonte, y Jesús continuaba trabajando y enseñando.
Entonces, cuando los discípulos de Juan estaban a punto de darse por vencidos e ir a buscar un lugar en donde pasar la noche antes de regresar con él, Jesús se detuvo y se dirigió a ellos.
—Vayan y digan a Juan lo que han visto y oído: “Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas”.
Con eso, Jesús se dio la vuelta y caminó por el sendero polvoriento. Los discípulos de Juan permanecieron inmóviles por un momento. Qué hombre tan sencillo pero tan poderoso, al igual que Juan. Se dirigieron al pueblo para buscar un lugar para dormir.
A la mañana siguiente, los discípulos se levantaron temprano. Estaban ansiosos de contarle a Juan todo lo que habían visto y oído, y las palabras que Jesús les había dado para él.
Una vez más, Juan escuchó el sonido de los pasos. Se sentó para escuchar las palabras que sus fieles amigos y discípulos le dirían a través de los barrotes.
—Bien, ¿qué mensaje me traen de parte de Jesús? —preguntó Juan, ansioso por el informe.
Mientras su amigo le relataba todo lo que habían visto y oído, Juan se relajó.
—Este es el hombre —dijo suavemente—. Vayan ahora, y síganlo.
📖 | L1 | L2 | L3 | L4 | L5 | L6 |
L7 | L8 | L9 | L10 | L11 | L12 | L13 |
Dios les bendiga!!!
Post A Comment:
0 comments:
Escribe tu comentario.