Lección 4 de Intermediarios
DAR GLORIA A DIOS
Imagina que te eligen para actuar como anciano en tu iglesia local, ¿cómo tratarías a los miembros que no estén dispuestos a servir a Dios? Veamos a continuación la forma como el “anciano” Nehemías se las arregló para resolver los problemas que le salían al paso.
Nehemías 9; 13:1-22; Profetas y reyes, pp. 489-493.
“¡Alaben al Señor, proclamen su nombre, testifiquen de sus proezas entre los pueblos! ¡Cántenle, cántenle salmos! ¡Hablen de sus maravillosas obras!” (1 CRÓNICAS 16:8, 9).
Servimos mejor a Dios cuando le contamos a otros lo que él ha hecho por nosotros.
Jerusalén, día 25 del mes de Elul, año 20
La muralla que rodea a Jerusalén ya está terminada. Se acabaron las fiestas y las celebraciones. Hoy pensamos en cosas más solemnes. Como es nuestra costumbre, ayunamos, nos vestimos con ropa áspera y echamos polvo sobre nuestras cabezas. Escuchamos las enseñanzas del libro de la ley, y después confesamos nuestros pecados. Esto nos llevó la mitad del día. Adoramos y alabamos a Dios durante el resto del día.
Los levitas dijeron una hermosa oración en la que expresaban lo forma como Dios nos había bendecido desde el principio. Se refirieron al pedido de Dios a Abraham de que saliera de la ciudad de Ur; a la forma como nuestros antepasados sufrieron en Egipto y a su liberación cuando cruzaron por un camino abierto en las aguas del Mar Rojo. También hablaron de la columna de nube que daba sombra en el día y alumbraba en la noche. Recordaron cómo había dado su ley, cómo los había alimentado con maná, cómo les había dado agua, y cómo su ropa y calzado no se habían gastado durante los 40 años de su peregrinación, y finalmente los hizo entrar en la Tierra Prometida.
A continuación comentaron acerca de la lamentable desobediencia del pueblo a los mandamientos de Dios. A pesar de la forma admirable como él los había tratado, fueron llevados de nuevo al cautiverio. Hablaron de lo bueno, paciente, misericordioso y bondadoso que Dios había sido en su trato con la desobediencia de nuestros antepasados, y con la nuestra ahora. Yo rebosaba de agradecimiento mientras pensaba en la bondad de nuestro Señor.
Día 1, año 32 (12 años después)
Mi trabajo en Jerusalén ha concluido. Ser gobernador de Judá durante estos 12 años pasados ha sido muy satisfactorio para mí. Nunca acepté pago por mi trabajo, ni una moneda de plata o un plato de comida. La gente se ha establecido en este lugar con sus familias. Entienden lo que es la ley y la obedecen. Los sacerdotes están cumpliendo sus deberes. Ahora volveré a Persia, al rey Artajerjes.
Algún tiempo después en Susa, Persia
He estado ayunando y orando por Judá, porque he oído cosas muy desagradables que están sucediendo. Pedí al rey Artajerjes que me permita regresar a Jerusalén.
Jerusalén
¡No puedo creer lo que ha sucedido aquí durante mi ausencia! El sumo sacerdote Eliasib permitió que alguien de su familia se casara con un pariente de Tobías. ¿Pueden imaginarlo? ¡Tobías, nuestro peor enemigo, que nos causó tantas dificultades cuando reedificábamos la muralla! Dios ordenó a Moisés hace mucho tiempo que ¡ni siquiera debíamos permitir que los antepasados de Tobías vivieran cerca de nosotros!
Pero eso no es lo peor: Eliasib le facilitó un aposento del templo, y no uno cualquiera, sino el lugar donde se guardaban los diezmos y las ofrendas que pertenecen a los levitas, a los músicos y a los cuidadores de las puertas.
Eso me puso de muy mal humor. Arrojé fuera del templo todas las pertenencias de Tobías y ordené que se purificara ese aposento. A continuación hice llevar nuevamente las cosas que pertenecían a ese lugar, como las ofrendas en cereales y el incienso. Después descubrí que los levitas y los músicas se habían dedicado a la agricultura porque el pueblo no los sostenía financieramente. Busqué a los dirigentes y les pregunté por qué habían permitido eso. Pero no pudieron dar razones. De modo que recorrí las granjas y llevé de vuelta a los levitas y a los músicos.
Después de eso el pueblo comenzó a llevar los diezmos y ofrendas al templo, y yo los guardé en el aposento de la tesorería. Puse a Selemías, Sadoc y Pedaías a cargo. Hanán, hijo de Zacur, les ayudará. Son un sacerdote, un maestro y un levita; en ese orden. Son hombres honrados. Sé que actuarán correctamente en su relación con el pueblo.
Vi gente que trabajaba los sábados. Hacían vino, cargaban cereales en asnos y llevaban granos, vino, uvas, higos y pescado para venderlos. Volví a vérmelas con los dirigentes. Les pregunté por qué permitían esas transgresiones. Por cierto que no supieron qué decir. Estaban arruinando el día de reposo, tal como lo habían hecho sus antepasados. ¡No podía creer que no hubieran aprendido la lección!
De modo que ordené que las puertas de la ciudad permanecieran cerradas desde la puesta del sol del viernes hasta el final del sábado. Hasta puse a mis siervos a cuidar las puertas.
Una o dos veces unos pocos mercaderes pasaron la noche fuera de Jerusalén. Pero les advertí que si lo hacían nuevamente, nunca más tendrían ocasión de vender sus mercancías en la ciudad en ningún día de la semana. Después de eso ya no volvieron en sábado.
Luego ordené a los levitas que se purificaran y fueran a cuidar las puertas de la ciudad. Les dije que era su deber asegurarse de que el sábado conservara su carácter sagrado.*
Nada de esto fue fácil, pero tenía que hacerse. Tenía que recordar al pueblo que debía vivir en la forma como Dios lo había establecido. Creo que todos están en el camino correcto una vez más. Agradezco a Dios por su paciencia y misericordia con Israel.
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* Parte de esta historia es una adaptación de Nehemías 13:8-11, 17-22.
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Dios les bendiga!!!
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