Lección 5 de Intermediarios
¡SIN PRECIO!
Imagina que mientras buscas en el mar ves un viejo barco pirata con todos sus tesoros a bordo, pero que nadie, fuera de ti, conoce su ubicación. ¿Qué harías? ¿Qué estarías dispuesto a dar para conseguir ese tesoro sin precio? En nuestra lección de hoy Jesús habla acerca de un tesoro semejante.
Mateo 13:44-46; Palabras de vida del gran Maestro, pp. 75-92
“Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto” (1 PEDRO 1:18, 19).
Somos tan valiosos para Dios que lo dio todo para redimirnos.
“¡Jesús vendrá a la ciudad!”. Las noticias circularon de casa en casa. Todos estaban entusiasmados. La gente se apresuraba a terminar sus quehaceres. Los niños ayudaban voluntariamente, porque nadie quería perder ni una palabra de lo que Jesús diría.
Jesús era diferente y no se parecía a otros maestros de los fariseos. Todos entendían lo que decía. Contaba hermosas historias. Sus relatos tenían algo especial; uno disfrutaba de ellos mientras los escuchaba, pero cuanto más uno pensaba en ellos después, tanto más cosas descubría.
Cuando Jesús comenzó a hablar acerca del reino de los cielos, captó la atención de todos sus oyentes. Muchos se preguntaban si esta era la ocasión que habían estado esperando, cuando él se proclamaría como el Mesías y expulsaría a los invasores romanos que ocupaban su tierra.
¿Habría riquezas para todos en el nuevo reino? La gente escuchaba atentamente con la esperanza de que pronto se librarían de sus amos romanos.
Pero el reino del cual Jesús hablaba no tenía nada que ver con soldados romanos, con revolución ni rebelión. Mientras la gente regresaba a sus hogares comentaba y meditaba acerca del reino descrito por Jesús. No le encontraban mucho sentido. No coincidía con el cuadro que ellos habían formado acerca del reino. ¿Cuándo se librarían de sus crueles opresores romanos?
Los discípulos de Jesús estaban igualmente confundidos. Creían que Jesús era el Mesías; pero querían que comenzara a actuar en la forma como ellos habían imaginado que debía actuar el Mesías. No entendían nada acerca de su reino.
Jesús sabía lo confundidos que estaban sus discípulos y por eso les refirió otras dos historias. “El reino de los cielos es semejante a un labrador que trabaja un campo arrendado. Mientras ara el campo encuentra una caja llena de oro, joyas y gemas preciosas.
“Corre velozmente hacia su hogar y luego va en busca del dueño del terreno. —¿Estarías dispuesto a venderme el campo que te arriendo? —pregunta.
El dueño le da un precio superior a lo que el labrador puede pagar fácilmente. Regresa afligido a su casa. No tiene tanto dinero. Piensa en cómo podría reunir la cantidad necesaria. Cuando llega, comienza a vender todas sus posesiones. La esposa del labrador queda en la calle llorando y reprochando a su marido que es un necio. Los amigos le dicen lo mismo; pero él no los toma en cuenta. Sólo piensa en el momento cuando el valioso tesoro le pertenecerá. Entonces podrá comprar una buena casa, muebles de calidad y muchas cosas para su familia”.
Jesús continúa: “El reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas. Viaja por muchos países comprando y vendiendo perlas. Encuentra numerosas perlas hermosísimas, pero ninguna que sea perfecta. Hasta que un día la encuentra inesperadamente. Es grande, luminosa, lustrosa; ¡es la perla con la que siempre había soñado! Su precio es enorme. Le costará todo lo que posee, pero vale la pena. Sus amigos dudan de su cordura, y su familia le dice que es un insensato. Pero él vende todo lo que tiene para comprar la perla perfecta”.
Los discípulos de Jesús se sintieron incómodos. Ninguno de ellos poseía mucho, ¡pero darlo todo! Era demasiado pedir.
Jesús sonrió. Sabía cómo se sentían. Conocía lo que significaba desprenderse de todo. Él había dado su lugar en el cielo junto a su Padre. Había dejado los ángeles. Había abandonado todo su poder, su corona y todo el honor y el respeto que merecía como Rey y Señor de toda la creación. Sí, sabía muy bien lo que significaba darlo todo. Pero no lo lamentaba. Cada uno de sus discípulos valía todo eso. Aunque hubiera habido uno solo, Jesús habría estado dispuesto a desprenderse de todo para venir a vivir a este mundo. Valoraba a cada uno más que el mayor tesoro y la perla más valiosa.
Jesús sabía que con el tiempo todos los discípulos, exceptuando a Judas lo seguirían y se desprenderían de todo. Pero también sabía que cuando hicieran eso descubrirían que habían recibido más que lo que habían imaginado. Jesús sonrió. Eso lo comprenderían cuando lo hubieran dado todo voluntariamente. Entonces descubrirían un tesoro más grande y valioso que todo lo que habían dejado.
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Dios les bendiga!!!
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