Lección 13 de Intermediarios
SIEMPRE ALLÍ
¿Te has sentido solo o sola alguna vez? ¿Deseas tener a alguien con quien compartir cuando pasas por situaciones difíciles? Jesús tenía un amigo y auxiliador, ese mismo amigo y auxiliador desea formar parte de tu vida ahora mismo.
Juan 4:15-17; Mateo 3; 4:1-10; Hechos 2:1-12; El Deseado de todas las gentes, pp. 89-105; Los hechos de los apóstoles, pp. 39-46.
“Todos fueron llenos del Espíritu Santo” (HECHOS 2:4).
Dios envía su Espíritu Santo para ayudarnos.
En el Getsemaní
Jesús sabía que había llegado al final de su obra en este mundo. Dentro de pocas horas lo arrestarían, uno de sus discípulos lo traicionaría, lo juzgarían como un criminal común y sería condenado a muerte en la forma más humillante de ese tiempo. Para eso había venido a este mundo, de modo que no estaba preocupado por sí mismo. Pero sentía gran preocupación por sus doce discípulos que lo habían acompañado durante tres años. Sabía que no comprenderían lo que estaba por suceder. Había procurado con frecuencia explicárselo, pero no habían logrado entender que él no sería un rey terrenal.
Jesús comentó esto con su Padre y le pidió que enviara al Espíritu Santo a este mundo después que él regresara al cielo. El Espíritu Santo reconfortaría, iluminaría y guiaría, no sólo a los discípulos de Jesús, sino a todos los creyentes hasta el regreso de Jesús en gloria y majestad. A continuación Jesús pensó en el comienzo de su ministerio.
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Mientras Jesús trabajaba en el taller de carpintería, oyó las noticias del predicador que enseñaba junto al río Jordán. Comprendió que era la persona que había sido enviada con el fin de preparar a la gente para las buenas nuevas del evangelio. Jesús guardó las herramientas, se despidió de su familia y se dirigió hacia el Jordán.
Aunque ese predicador era su primo Juan, nunca se habían encontrado. Jesús al comienzo se limitó a escuchar lo que Juan predicaba acerca del Mesías que vendría. Hablaba palabras de ánimo para los pecadores. Juan reservaba palabras de fuerte reproche para los hipócritas que habían venido a juzgar su obra. Jesús observaba mientras Juan bautizaba a las personas que se arrepentían de sus pecados.
Cuando Juan lo vio, Jesús insistió en que lo bautizara. Aunque Juan protestó al comienzo, después lo bautizó. Había estado orando para recibir una señal que le permitiera reconocer al Mesías cuando llegara. Después de que Juan bautizó a Jesús, al salir del agua, el cielo se abrió y Dios envió al Espíritu Santo en forma de paloma para que se posara sobre Jesús. Juan lo aceptó como la señal que había estado esperando.
Después del bautismo de Jesús, el Espíritu lo hizo comprender que necesitaba aislarse por un tiempo para hablar a solas con su Padre celestial, con el fin de obtener una comprensión más profunda de su misión en este mundo. Jesús ayunó y se comunicó con Dios durante los próximos 40 días. Cuando terminó este período, Satanás se presentó y lo tentó tres veces. Pero Jesús logró rechazarlo todas las veces usando pasajes de la Escritura que el Espíritu Santo le ayudó a recordar.
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Jesús ansiaba comunicar a sus discípulos las buenas noticias acerca del Espíritu Santo, el mejor amigo de cada creyente. Se sintió feliz al pensar en que el Espíritu los reconfortaría y los guiaría. Y a diferencia de Jesús, el Espíritu Santo nunca se alejaría de ellos.
En el cielo
Cuarenta días después de la ascensión de Jesús al cielo, él decidió que había llegado el momento de cumplir la promesa que había hecho a sus discípulos.
En la tierra
Los discípulos estaban reunidos en el aposento alto orando, alabando a Dios y confesando sus pecados. Jesús envió al Espíritu Santo en forma de viento que se sintió en todo el aposento, mientas unas lenguas de fuego se posaban sobre la cabeza de todos los presentes.
Los discípulos se sintieron de inmediato rebosantes de energía. Ya no sintieron temor. Aumentó su capacidad para comprender. Salieron a las calles alabando a Dios y predicando el evangelio. Los peregrinos que habían llegado de todo el mundo para asistir a las festividades de la Pascua, escucharon las buenas nuevas de boca de los discípulos. Y cada uno las oyó en su propio idioma. Los discípulos sanaron a los enfermos, expulsaron demonios y realizaron otros milagros en el nombre de Jesús y con el poder del Espíritu Santo.
Epílogo
Jesús prometió enviarnos el mismo Espíritu a nosotros ahora. Todo lo que tenemos que hacer es pedirlo.
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Dios les bendiga!!!
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