Lección 7 de Intermediarios
UNA FIESTA INOLVIDABLE
¿Has asistido a una reunión durante la cual alguien hizo algo inesperado? Todos los asistentes miran y prestan atención. Todos guardan silencio, pero después todos hablan al mismo tiempo acerca de lo sucedido. Simón ofreció una fiesta con cena, y 2.000 años después, la gente sigue comentando lo sucedido en esa ocasión.
Lucas 7:36-47; El Deseado de todas las gentes, pp. 511-522.)
“Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” . “Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero” (1 JUAN 4:16, 19).
El abundante amor de Dios nos motiva a amar a los demás.
Simón se sentía muy orgulloso mientras circulaba por su magnífica mansión dando las instrucciones finales para la fiesta que daría en la noche. Además de sus amigos acaudalados, había invitado a Jesús, sus discípulos y Lázaro. Deseaba dar a conocer a sus amigos a ese Maestro que lo había sanado de la lepra. Y al hombre que había sido resucitado de los muertos. Sería el acontecimiento social de la temporada.
Todas las mesas estaban adornadas con flores frescas, las copas brillaban, los reclinatorios estaban en su lugar para que los invitados pudieran comer cómodamente. Lo único que faltaba era que trajeran el alimento que estaba en preparación.
Simón había encargado a Marta que preparara los alimentos para la cena. Era eficiente, su comida era deliciosa y el precio era conveniente. Lo único que Simón lamentaba era que su hermana María también asistiera a la fiesta, aunque no tenía nada que hacer allí. Ni siquiera sabía cocinar bien. Tal vez ayudaría a lavar la vajilla. Pero lo dudaba. La consideraba más como un juguete: era agradable mirarla y entretenido estar con ella.
“Esa María es un problema” —pensaba Simón. Luego recordó el tiempo cuando habían estado juntos. Se sentía culpable por haberla inducido a pecar. Pero era tan hermosa, y ella lo había tentado. No le gustaba estar cerca de ella porque le recordaba su propio pecado. “Ya no me preocuparé de eso —se dijo Simón—. Me limitaré a ignorarla. Tal vez se vaya”.
Lázaro, Jesús y sus discípulos llegaron a la casa de Simón, quien saludaba a sus invitados. El mayordomo trató de decirle que sus invitados de honor habían llegado, pero Simón no quiso escuchar. El mayordomo se disculpó ante Jesús y los demás y los hizo sentarse en la mesa de honor, y después llevó a los discípulos a su mesa. Simón finalmente llego a la mesa y pidió a Jesús que bendijera los alimentos. A continuación Marta comenzó a servir la comida. Simón se sintió aliviado cuando vio que María no estaba presente. “Después de todo —pensó—, tal vez no había hecho planes de asistir”.
María entró apresuradamente por una puerta lateral de la casa de Simón. Los servidores no se opusieron porque la habían visto varias veces en la casa. “Espero no haber llegado demasiado tarde” —pensó María. Había estado en un negocio de perfumes donde compró un regalo para Jesús. ¡Jesús sería el Rey! Ella deseaba ser la primera en honrarlo. Él había sido tan bueno y paciente con ella. La había perdonado siete veces y había expulsado sus demonios. No le importaba haber gastado sus ahorros para comprar esa caja de alabastro con aceite perfumado. ¡Él era digno de eso y de mucho más!
María se deslizó hasta donde estaba Jesús, tratando de pasar desapercibida. Se alegró al ver que lo habían sentado en un lugar de honor. Comenzó a llorar sobre sus pies. Como no tenía una toalla, le limpió los pies llenos de polvo con sus largos cabellos.
Luego los besó, abrió la caja y aplicó el perfume sobre ellos. Cuando el aroma del perfume llenó el aire, la gente quiso saber de dónde procedía. Pronto todos miraban a María.
Simón trató de contener su ira y vergüenza. “¿Cómo se atreve a tocarlo?” —pensó mientras procuraba actuar normalmente. Pero Jesús leyó sus pensamientos.
—Simón —preguntó— ¿a quién amará más una persona: al que la ha perdonado mucho o al que la ha perdonado poco?
—Amará más a la primera persona, por supuesto —contestó Simón.
—Simón —continuó diciendo Jesús—, esta mujer lavó mis pies con sus lágrimas,
los secó con sus cabellos, los masajeó con un costoso aceite perfumado, y los
besó con sus labios. Y tú ni siquiera me saludaste cuando llegué. María ha
pecado mucho, pero también ama mucho. Sus pecados le son perdonados. La gente
a quien se ha perdonado poco, tiene muy poco amor para dar.
Jesús se volvió hacia María y le dijo:
—Tus pecados te son perdonados. Tu fe te ha salvado. Vete en paz.
Jesús no censuró abiertamente a Simón. Él estaba agradecido por eso, pero también había sido cambiado para siempre. Llegó a ser una persona que tenía mucho amor para dar.
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Dios les bendiga!!!
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