Lección 11 de Intermediarios
MIDIÉNDOSE
¿Te parece divertido recibir cartas? ¿Quién es la persona de quien más te gusta recibir cartas? En nuestra historia de hoy, Tito recibe una carta especial de parte de Pablo. Enterémonos de su contenido.
Tito 1; Los hechos de los apóstoles, pp. 78, 241-243, 260, 261.
“En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio” (TITO 2:11, 12).
Revelamos el amor de Dios viviendo como él desea que vivamos.
Tito acaba de terminar de leer la carta de Pablo. Se alegra porque Pablo ha enviado una descripción detallada de la clase de persona que debe ser un anciano. Eso facilitará a Tito el proceso de selección. Pablo había dejado a Tito en Creta cuando fue a Efeso. Tito se sintió honrado porque Pablo pensó que él podía terminar la obra en ese lugar.
“... debe ser intachable, esposo de una sola mujer”. “Esto resultará difícil” —pensó Tito. Algunos hombres tenían más de una mujer, o bien ni siquiera eran fieles a ella. Otros trataban a sus esposas como si fueran esclavas.
“Sus hijos deben ser creyentes”. “Eso es más difícil todavía”. Muchos de los creyentes tenían hijos que habían sido corrompidos por falsos maestros y adoraban ídolos.
“Libres de sospecha, de libertinaje o de desobediencia”. Algunos de los hijos, que en realidad eran adultos jóvenes, participaban ebrios en la adoración del dios Dionisio. Cuando sus padres se convertían, ellos no lo hacían. Y por cierto que en su estado de ebriedad no se someterían a la autoridad de su padre como dirigente de la iglesia.
“No arrogante, ni iracundo, ni borracho, ni violento, ni codicioso de ganancias mal habidas”. Tito había presenciado mucha violencia cometida en el nombre del Señor. Algunos de los nuevos creyentes habían tratado de obligar a su familia a aceptar la religión. Habían golpeado a los hijos que no asistían a las reuniones. Algunos hombres continuaban adorando a Dionisio y asistían a la iglesia oliendo a vino. Tito quería ser justo con ellos, pero cuando interrumpían los servicios o trataban de discutir, se veía obligado a hacerlos salir del lugar. Algunos trataron de hacer a un lado a Tito y a otros dirigentes. Uno de ellos hasta trató de golpearlo.
“Ni codicioso de ganancias mal habidas”. “Un cretense, o habitante de Creta, no sería cretense si no amara el dinero”, había dicho uno de sus propios filósofos. Un miembro había dicho a Tito que la reputación de los cretenses era tan mala que una de las palabras vulgares para “mentir” era “cretizar”. Tito respiró hondo y saltó algunas líneas de la carta. Luego leyó: “Debe apegarse a la palabra fiel, según la enseñanza que recibió, de modo que también pueda exhortar a otros con la sana doctrina y refutar a los que se opongan”.
Los falsos maestros y las enseñanzas erradas eran probablemente el peor de los problemas de los creyentes. Eso era así no solamente en Creta, sino que sucedía en todas partes. Pero en Creta vivían numerosos judíos, tanto dentro de la iglesia como fuera de ella. Los que estaban dentro de la iglesia trataban de poner numerosas restricciones sobre los nuevos miembros. Algunos querían que todos los conversos que no eran judíos se circuncidaran. Los que estaban fuera de la iglesia trataban de hacer que los nuevos miembros pagaran para escuchar sus enseñanzas. No solo eso, sino que algunos cretenses habían confundido a los creyentes verdaderos con los demás judíos. Como resultado, los cristianos no tenían una buena reputación en esta ciudad. Cualquiera que fuera elegido como anciano tendría que poseer un carácter que lo pusiera muy por encima de todos, aun de los así llamados cristianos.
Y además tendría que ser un hábil diplomático o embajador de Dios, para poder tratar con los diversos grupos étnicos. Tendría que seguir la verdad con perfección. Y cuando tuviera que reprender a alguno tendría que hacerlo con mucho tacto. Tendría que saber cómo decir las cosas para no alejar a la gente ni impedirle que viniera a la iglesia. Ser anciano significaba aceptar tremendas responsabilidades. Tito volvió a mirar la carta y decidió llamar a algunos miembros de las iglesias locales.
“Ellos conocen a la gente mejor que yo —pensó—. Es posible que puedan ayudarme a elegir personas competentes”.
—Pablo envió una larga lista de calificaciones para los ancianos —explicó Tito a la gente que se había reunido.
—Me parece que debieras leerlas una por una para que podamos compararlas con las personas que conocemos, sugirió alguien. Tito leyó las calificaciones o requisitos.
Todos guardaron silencio y Tito pensó que no se les ocurría ninguna idea que valiera la pena. Finalmente uno de ellos dijo:
—Pablo ha elevado mucho la norma. Creo que debiéramos aceptarla como cristianos aunque no seamos ancianos. Eso producirá una iglesia más calmada y tranquila, y seremos mejores testigos.
—No es la norma de Pablo, sino de Dios —explicó Tito.
—Entonces adoptemos esos principios — dijeron casi al unísono.
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Dios les bendiga!!!
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